Killing Eve regresa reafirmando su carácter pícaro, con inteligentes toques de humor que se mezclan con una acción constante mientras muestra la segunda temporada de uno de los romances más curiosos de la televisión actual. Después de ver dos episodios, podemos permitirnos afirmar que la serie sigue en su línea, y mejorando.
La historia de Eve y Villanelle continúa después de una season finale abierta e intensa en la que el encuentro de ambas acabó con una puñalada, una confesión, y un escape. La segunda temporada arranca justo donde se quedó, y ha logrado superar el gran obstáculo que era solucionar una situación tan intrincada. Phoebe Waller-Bridge consigue crear una atmósfera muy suya que ya vimos en Fleabag, su recientemente finalizada serie que también protagoniza. Así es como los personajes femeninos fuertes e imperfectos, las situaciones incómodas y el carácter descarado de ambas series llevan su firma, y con orgullo.
En la segunda entrega, la persecución continúa, y esta vez es Villanelle la que da caza a Eve. Las dos son conscientes de que volverán a encontrarse, y el espectador también. Esta inevitable cuenta atrás que viene acompañada por los problemas de salud de Villanelle y por el recorrido que tiene que hacer hasta llegar a Eve son los recursos que usa la serie para mantener una tensión perseverante. Las protagonistas se complementan, viven en su propio mundo aparte jugando a algo que ni ellas mismas entienden ni saben explicar, y eso se acentúa esta temporada.
Villanelle sigue siendo esa psicópata manipuladora y egocéntrica que es consciente de su poder, mostrándose feroz incluso en una cama de hospital, y nos deja ver su lado más humano, aunque sea a su manera. Por otro lado, Eve parece no poder funcionar sin ella, y su obsesión es mutua.
Además de las brillantes interpretaciones de Jodie Comer y Sandra Oh, que se siguen superando esta segunda entrega, son los pequeños detalles aquellos que contribuyen en esa angustia tan dulce que es Killing Eve. Un teléfono de rueda, una casa llena de muñecas antiguas y un pijama con dibujos infantiles son algunos de los rasgos que aportan finura y diferencian la primera de la segunda temporada, haciendo esta última más cuidada que la anterior.
Cabe decir que la serie corre el ligero riesgo de caer en la monotonía si no se consigue llevar bien esta segunda parte de la persecución o se alarga demasiado, pero de momento va por buen camino, y sería difícil que Villanelle se nos llegara a hacer cansina. Al fin y al cabo, sabe lo que está haciendo, sabe cómo hacerlo, y "conoce a Eve mejor de lo que ella se conoce a sí misma". Así que parece que está todo bajo control.
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