Sabrina ha vuelto con sus escalofriantes aventuras y lo hace tan solo cuatro meses después de la cita navideña. Una velocidad insólita para Netflix que consigue con este movimiento no perder el hype que se había generado tras la primera temporada. Quizás sea la fórmula para que las esperas sean menos eternas, es duro devorar diez episodios en un fin de semana y tener que esperar un año o más para recibir la siguiente tanda.
Desde los inicios de la serie, hemos visto que a Sabrina no le gusta jugar siguiendo el libro de reglas del patriarcado. La mortal y la mágica son dos sociedades machistas, retrógradas y anticuadas. Y Sabrina y sus amigos están decididos a romper con esas cadenas y desatar el verdadero potencial de los dos mundos al dar más poder y presencia a las mujeres y a las minorías. Desafiando a cada oportunidad las reglas preestablecidas.
Cuando vimos a la joven semibruja firmar en el libro de las bestias, abrazamos la posibilidad de deleitarnos con una Sabrina convertida en villana. O, por lo menos, en un ser más maligno. Más cercano a The Dark Lord y al infierno. Lo que al final ha traído este camino de oscuridad es una Sabrina con los mismos ideales pero con mucho más poder. El poder da al personaje una seguridad que no hemos visto hasta ahora, y eso le da una sensación de invencibilidad que está lleno de baches y medias verdades. ¿Es realmente ella la que toma las decisiones? ¿Es The Dark Lord? ¿Es Lilith?
La política gana peso en la segunda temporada
La comunidad mágica gana profundidad en esta temporada en la que vemos una sociedad mucho más politizada y con muchos más estamentos. Por favor, ¡hasta Matusalén forma parte del consejo de brujos más poderosos! Pero lo que realmente gana importancia poco a poco es un ideario "voxiano" de la mano del padre Blackwood, que bajo la Sociedad de Judas pretender volver a los ideales del pasado. Una sociedad en la que los hombres vivían con (todavía) más privilegios y en la que las brujas estaban obligadas a ser perfectos accesorios al servicio de la figura de los magos. Una dictadura y un regreso a unos idearios arcaicos que no sólo pone en peligro la sociedad mágica, sino que amenaza la supervivencia de unos mortales a los que ven como seres inferiores.
La política gana peso en esta temporada y lo hace dando voz a problemas y conflictos que vemos en el día a día. El castigo a la mujer o la persecución que vive Theo por querer dejar atrás a Susie y ser aceptado como un chico son pruebas de ello. Incluso el personaje femenino más tradicional de la serie, tía Zelda, siempre tan a favor de las reglas, ansía convertirse la Primera Suma Sacerdotisa. Una señal inequívoca de que las brujas quieren cambiar su posición y acceder a un poder que las oprime y las ignora.
Los mortales se quedan en el limbo
Harvey, Theo y Ros son la personalización del mundo mortal y al permitir a Sabrina acercarse a la oscuridad y al juego político mágico les han relegado a un segundo plano. Harvey y Ros, forman la pareja con menos química de todo Greendale y Theo lucha por hacerse un hueco en el equipo masculino de baloncesto. Si no fuese por su implicación en el último episodio, evitando que los demonios abandonen las minas, su presencia habría sido totalmente prescindible. Eso sí, parece que en la próxima temporada volverán a los planos principales.
El verdadero poder de Sabrina
Una de las cosas que más me han gustado de esta temporada es lo maravillosamente bien hilada que está con la primera tanda. Recordemos que se grabaron a la vez.
Desde los inicios de la serie vemos a Lilith obsesionada con ayudar a The Dark Lord con una profecía. Una profecía que empezaba a parecer un ente abstracto que permitía que la Mary Wardwell pudiese estar más tiempo en la serie. Pero no. Cada consejo que Lilith le ha dado a Sabrina, desde resucitar al hermano de Harvey o realizar un exorcismo, formaban parte de la receta que la profecía marcaba. Ingredientes para que Sabrina abriese las puertas del infierno y The Dark Lord pudiese regresar a al mundo para poder sembrar el caos. Sólo así, Lilith podría reinar con el demonio, o eso creía.
El extremo poder que le han dado a Sabrina esta temporada chirría. Pasa de ser una casi mortal a ser la hija del mismísimo demonio y ser prácticamente una diosa en la tierra. Por ahí, creo que se les ha ido un poco la pinza porque no se ve en ella una progresión orgánica. Pasa de 0 a 100 en dos episodios y tenemos que comérnosla.
The Dark Lord es el padre de Sabrina y pretende "casarse" con ella para gobernar el mundo mágico y el mortal. Lilith no está contenta, y realmente no lo está nadie salvo él. El nuevo novio de Sabrina, Nic, que olía a lado oscuro desde el minuto uno, se revela como ¡UN TRAIDOR! en un giro que no sorprende a nadie. Tampoco sorprende que se sacrifique para redimirse porque es el ciclo de la vida.
Todos los brujos y hasta los mortales efectúan un hechizo que consigue enviar el "espíritu" de The Dark Lord a un nuevo envase, Nick. Y Lilith se lo lleva de vuelta al infierno.
Sabrina deja las pistas suficientes para saber de qué va a ir la tercera temporada. La joven bruja-mortal/hija del demonio pretende llevarse a sus amigos mortales al infierno para poder rescatar a Nic. Porque ese sacrificio final consigue que Sabrina le perdone y ahora quiere a su novio de vuelta.
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