No sabemos si es que ya sabían que los Emmys se emitían el mismo día o ha sido simple casualidad. Pero la programación de este episodio tan vacío en la noche del pasado domingo no ha podido llegar en mejor momento. El riesgo que afrontaban era muy alto para el pobre nivel que presentan sus audiencias, así que un episodio con tan poca información nueva puede ser fácilmente prescindible.
Por primera vez desde el episodio cuarto de la temporada, Fear the Walking Dead ha presentado un episodio centrado en una localización. Atrás dejamos el rancho, que seguramente ya tenga un pozo funcional cuando volvamos a verlo, y nos vamos con Madison, Victor y Taka a la presa gobernada por Lola y Daniel para ser testigos de un reencuentro que nos ha dejado a deber cierta intensidad.
El problema de La Serpiente ha residido en su estructura dramática. Han sido 42 minutos muy mal repartidos en los que nos hemos gastado 15 en llegar al interior del recinto. No está mal un poco de suspense y el hecho de volver a ver de vez en cuando a los caminantes nos ayuda a recordar que aunque la serie va más allá del conflicto con los muertos no debemos olvidar que es el principio del apocalipsis y el desconocimiento solía generar más conflictos. Por suerte, estos caminantes tienen un oído caprichoso y prefieren seguir el pitidito de un cacharrito que les lanza Victor a seguir al camión que se abre paso empujando al resto de coches.
Una vez dentro (tras deshacerse a golpe de hacha de un caminante de agua) el reencuentro entre Madison y Daniel es frío. No es que fuesen los mejores amigos del mundo, pero Daniel sí que confiaba en ella lo suficiente como para pedirle que protegiese a Ofelia. Y aunque la líder en la sombra del rancho trae consigo las buenas nuevas sobre el paradero de su hija, el acuerdo diplomático del agua es más complicado de lo que parecía en un principio.
Otro de los intercambios más curiosos ha sido el de Lola y Madison. La lástima es que Lola haya tenido tan poco tiempo en pantalla esta temporada, porque sabiendo algo más de ella podríamos haberlo disfrutado mucho más. Son dos personajes totalmente antagónicos. Y en cierta forma, Madison envidia la capacidad que tiene Lola de aferrarse a su humanidad. Pero estando en un mundo como en el que están y teniendo un poder tan grande como el de Lola, parece absurdo la mera idea de no tener el suficiente armamento para defenderlo. Su mayor temor es parecerse a Dante, pero no es lo mismo usar las armas para evitar que alguien tome el control del agua y vuelva el miedo que utilizarlas para sembrar el terror.
Finalmente, la serpiente (apodo cariñoso con el que Daniel ha bautizado a Victor) termina por convencer a Lola y al grupo de la presa que el trato con Madison es lo adecuado mediante un truco de magia explosivo que debe guardarse en secreto. La mente de Strand siempre trabaja para buscar una solución que le beneficie y, alentado por Daniel que necesitaba poder enviar el agua a Ofelia a la vez que ayudaba a la presa a mantenerse a salvo, consigue hacer ver a Lola que la gente puede ser muy peligrosa. Lo importante va a estar en saber si esta estratagema será algo que acabe descubriendo Lola o será uno de esos secretos inofensivos de los que nos olvidaremos con el tiempo.
Y así como llegamos, nos vamos. Bueno, no. Nos vamos en un camión cisterna lleno de agua, con Taka recuperando la confianza en Madison y con una cita semanal para intercambiar agua por armas y munición. Por el foco de este episodio, no es descabellado pensar que la semana que viene tengamos ración en exclusiva del rancho. Lo único que estoy deseando ver es la reacción de la nueva Ofelia ante la situación de su padre. Así que tocará esperar.
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