Hace una semana acabé la más que entretenida GLOW (antes de lo que creía) y me encontré en ese momento en el que quieres ver otra serie pero te da una infinita pereza empezar una nueva (pensando que ninguna será tan buena como la anterior).
Como de costumbre, me puse a mirar en diferentes páginas de crítica de series hasta que me topé con una llamativa imagen promocional en la que aparecían cuatro mujeres: dos de mediana edad en posición de guerra, una muy joven de mirada inocente y una última que alzaba su cabeza desafiante desde una especie de trono. Esa imagen tan seductora, unido a ese rosa casi fosforito (me encanta el rosa) me convenció de que esa debía ser mi próxima aventura audiovisual. El título de la serie era Harlots, Cortesanas en español, y desde el domingo podemos verla en Cosmopolitan TV España.
Así fue como me vi transportada al Londres del siglo XVIII, una época en la que el 20% de las mujeres se veían forzadas a ejercer la prostitución. Entramos en un burdel cochambroso de colores saturados en el que un grupo de mujeres leen “The Harris List”, un libro que, como muchos en esa época, daba información de primera mano de los mejores burdeles de la ciudad y una valoración de las prostitutas más populares del momento.
La dueña del burdel es Margaret Wells, una sufrida pero ambiciosa excortesana, que espera ansiosa el momento de trasladar su negocio a un barrio más selecto, el Soho. Junto a ella está su marido, su hijo pequeño y dos hijas: Charlotte, la prostituta más bella de la ciudad que trabaja en exclusiva para un poderoso lord; y Lucy, una chica joven y sin experiencia cuya virginidad busca ser vendida al mejor postor. Contra Margaret está su archienemiga, Lydia Quigley, una mujer fría y sin escrúpulos que regenta, junto a su débil y sentimental hijo, el burdel más refinado y poderoso de Londres, y que está dispuesta a todo para hundir a su competidora.
A mitad del piloto me dí cuenta de que se trataba, claramente, del típico melodrama inglés de alto presupuesto y poca profundidad narrativa. Sin embargo, sus delicados diálogos, su maravilloso reparto y su apariencia moderna con ese rosa fucsia, esa música rockera y esa más que impresionante fotografía (Dios bendiga a los colores saturados y a quien supo combinarlos de esa manera), junto al hecho de que hablara de un tema poco tratado en la ficción televisiva como es la prostitución, me convenció de que era un melodrama diferente. Y así lo sentí durante los tres primeros episodios, pues, para mi sorpresa, conforme avanzaba la serie los colores se fueron apagando, la música rockera se fue volviendo menos ruidosa y esos elementos innovadores que me enamoraron en un principio desaparecieron casi por completo.
Harlots es una serie muy entretenida pero que no arriesga todo lo que puede. Sus creadoras, Alison Newman (Eastenders) y Moira Buffini (Jane Eyre), han construido una, sin duda, eficaz historia sobre mujeres con personajes atractivos y grandes momentos dramáticos pero, para ser un melodrama sobre la prostitución, han sido demasiado recatadas y muy poco transgresoras.
La crítica la está vendiendo como "una visión moderna de la prostitución y el sexo" cuando lo único que tiene de moderno es la estética y, como he dicho, está presente mucho más al principio que al final. En cuanto al sexo, prácticamente se pueden contar con los dedos de una mano las escenas sexuales y, excepto por una jugosa escena del principio, nunca se habla de sexo.
Hulu ha creado Harlots como pasatiempo veraniego y ha utilizado una imagen moderna, un tema transgresor y una mirada femenina para llamar la atención de todo tipo de público. Después de una serie tan densa como The Handmaid's Tale tocaba descansar un poco la cabeza, y yo lo he hecho con esta entretenida serie, pero que no os engañen, se trata solo de una telenovela con un más que seductor envoltorio que, como sus propias protagonistas, solo busca ser vendido.
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