A estas alturas, los que seguimos con Scream, lo hacemos más para reírnos de ella que con la esperanza de que en algún momento consiga ser inquietante, logre sorprendernos con algún giro o nos recuerde mínimamente a las películas en las que se basa con algún momento cómico inspirado. Cuando se emitieron los primeros episodios de esta segunda temporada, ya quedó claro que la serie de MTV no había aprendido de sus errores e iba a repetir la fórmula que explotó en su primera temporada.
Hay un par de cosas salvables de esta segunda entrega, eso sí. Mientras que el año pasado se vio venir a kilómetros de distancia quién llevaba la máscara de Brandon James, en esta ocasión los guionistas han jugado un poco mejor al despiste y hasta la recta final no se ha visto claro quién era el asesino. Además, la cadena tomó nota de las críticas que Scream recibió el año pasado por su blanquísimo reparto y este año se han incorporado al elenco varios actores latinos y afroamericanos con cierto peso en la trama.
Pero, si Scream nos ha dado algo bueno este verano, es Brooke. El personaje de Carlson Young (la única con cierta madera de scream queen) es el que más ha sufrido de los seis de Lakewood este año, y gracias a eso se ha quedado con las dos escenas más memorables de la temporada: ese homenaje a Carrie cubierta de sangre en el escenario y un discurso completamente borracha en el concurso de belleza del pueblo. También ha brillado en sus momentos más light, haciendo de Celestina entre Zoe y Noah, y ha demostrado que a la serie le vendría mejor que no todos sus personajes fuesen tan emo.
Por lo demás, la segunda temporada de Scream está condenada al olvido. Aunque todos supiésemos que Piper era la asesina el año pasado, la revelación tuvo algo de energía y el final de temporada fue bastante digno. Este vez no ha sido así: Eli y Stavo, los dos personajes con los que han intentado despistarons, eran demasiado sospechosos como para ser una opción real, y que Kieran resulte ser el cómplice de la podcaster nos da igual, sobre todo porque su relación con Emma nunca ha tenido el más mínimo interés.
Antes del desenlace, hemos tenido que soportar 12 episodios de decisiones estúpidas por parte de los protagonistas. Ni Emma ni ninguno de sus amigos ha aprendido todavía que no es recomendable ir solo a almacenes, granjas abandonadas, ferias o descampados en mitad de la noche solo porque te lo haya pedido un asesino con número oculto por WhatsApp. Aunque es Audrey quien se lleva la palma: desde el principio es consciente de que alguien trata de incriminarla, pero no duda en poner las manazas encima de cualquier cadáver y arma homicida que se cruza por el camino.
Nadie le pide a esta serie que sea más que un entretenimiento light para ver con el encefalograma plano, pero, además del absurdo, ha rozado varias veces el tedio este verano. Y Scream se puede permitir unos actores y un guión flojos a más no poder, pero no ser aburrida. Las audiencias que marca son bastante justitas y su continuidad aún está en el aire (aunque seguro que el acuerdo de distribución internacional de MTV con Netflix ayuda a que la cadena se decante por la renovación). Por si acaso, el final de temporada planta un cliffhanger en forma de llamada telefónica y nota ensangrentada, que promete que la hipotética tercera temporada explorará más en profundidad la mitología de Brandon James. Pero, ¿será suficiente para conseguir que le demos una tercera oportunidad?
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