Hace una semana que terminé Vinyl y aún sigo aturdida con ese torbellino humanamente miserable llamado Richie Finestra (Bobby Cannavale). Siento que la clave, en cierto modo, está en el último capítulo: Richie se halla en mitad del caos, justo como lo veíamos en el piloto, sólo que esta vez, el edificio en éxtasis y al borde del colapso ya no es el de un concierto, sino el de la oficina de American Century, su discográfica. Bonito círculo. Pero si en el piloto veíamos un caos que parecía envolver y reavivar a Richie, y despertarlo de ese largo letargo en el que la sobriedad le había sumergido, el caos del final de temporada ya no parece invitarle a mimetizarse con él.
Y eso que Richie lo ha conseguido: ese sueño imposible de futuro que (como los carteles de publicidad de HBO rezaban) había oído es ahora real y tangible, y ha logrado contagiarnos de él a todos, espectadores y compañeros de trabajo incluidos.
Y, sin embargo, algo no encaja; la victoria no sabe como tal. Pauso la escena y bailoteo de una mirada a otra: de la de Zak (Ray Romano), a la de Richie. No es que Richie haya dejado de creer en ese onírico futuro, sino que el precio que éste se ha cobrado por existir ha sido alto. Un cruce de miradas con Zak nos basta para recordarlo: “Richie, eres un miserable, y siempre lo serás” - los desengañados ojos de su socio parecen lapidarlo con su dictamen.
Vinyl no es un viaje iniciático, sino una vuelta al mismo. La vuelta al redil de los que se salieron del camino de sus verdades, atormentados por lo que habían visto en ellas. Y lo que Richie vio no fue moco de pavo: miró a la muerte a los ojos y no pudo hacer nada para impedir que ésta se llevara a su amigo Ernst. El piloto arranca, precisamente, con su último encontronazo con ella, con la muerte, manchando sus manos con la sangre del DJ Buck Rogers.
Richie no es, claro está, un santo, sino un antihéroe que, justo cuando cree haber tocado fondo (después de cometer un homicidio), vuelve a sentir la llamada del mundo extraordinario, de sus verdades; una llamada que no puede ni quiere ignorar. O tal vez es que haga falta tocar fondo para sentirla; tal ha sido siempre la tónica del malditismo del arte y el rock 'n' roll. Es la llamada de la música que te golpea, que aturde tus sentidos y deja desecha en escalofríos el alma. Porque si algo tiene Vinyl, es alma.
Y para mí, que una serie tenga alma, ya es mucho; de hecho, es casi asombroso. Así que imaginaos el pedazo de golpe de realidad que me llevo cuando descubro lo siguiente: Vinyl, en general, no ha gustado a la crítica. Leo críticas y algo me chirría. ¿Habré visto la misma serie que esta gente?
Y para mí, que una serie tenga alma, ya es mucho; de hecho, es casi asombroso. Así que imaginaos el pedazo de golpe de realidad que me llevo cuando descubro lo siguiente: Vinyl, en general, no ha gustado a la crítica. Leo críticas y algo me chirría. ¿Habré visto la misma serie que esta gente?
“Yo sólo venía a pasármelo bien, y me estoy sintiendo, sinceramente, tan atacado ahora mismo...”
Vale, reconozco que cuando me gusta mucho una serie, se me nubla un poco el juicio y tiendo a pasarle por alto sus fallos y a quitarle hierro a sus cagadas. Pero voy a hacer el esfuerzo de hablaros de algunos de esos “fallos”, y a deciros lo que pienso de ellos.
Subtramas liosas / Mejor para ver en maratón
Alguna crítica decía que era difícil seguirle el hilo de una semana para otra. Me es difícil rebatir esto, ya que yo la he engullido en cosa de cuatro o cinco días. Pero sí diré una cosa: un piloto que dura casi dos horas, y otros nueve capítulos que rondan los 50 minutos, no son fáciles de ver del tirón. Y no porque se hagan pesados, sino porque Vinyl provoca ese importantísimo efecto de resonancia que hace que te quedes parado un rato, como borracho, intentando asimilar que acaba de cambiar tu percepción del mundo respecto a muchas cosas.
Dos capítulos me vienen a la cabeza pidiéndome que los reivindique. Uno es el 1x06, “Cyclone” y otro el 1x07, “The King and I”.
Os reto a ver el final de “Cyclone” y a pasar inmediatamente al siguiente; así, sin dejar reposar la comida. Ese momento en el que Ernst repite por última vez “Paramos primero en Nathan's y pillamos un perrito caliente” y se da la vuelta y nos muestra parte del cráneo, confirmando nuestra sospecha de que había estado muerto todo este tiempo, es, como poco, dificultoso para el estómago, en el mejor y peor de los sentidos.
El final de “The King and I” es desgarrador por méritos propios. Richie pierde 90.000 dólares en la ruleta, movido por una extraña obsesión con el número 18 que se me escapa, y le coloca el muerto a Zak, haciéndole creer que las mismas prostitutas que se acababan de acostar con él, le han robado después. Es el momento en el que perdemos todo resquicio de esperanza o respeto que nos quedara por nuestro supuesto héroe y entendemos que nunca alzó el vuelo, y que está lejos de recuperarse de haber tocado fondo.
En cuanto a lo de las tramas secundarias liosas, la serie avanza con un mecanismo muy básico y con el que todos estamos ya bastante familiarizado: los flashbacks. Vemos momentos pasados de la vida de Richie, que sólo en apariencia resultan algo más cálidos que su situación presente, pues en realidad no hace sino mostrar cuándo empezó a pudrirse la manzana.
Al margen de eso, pudiera hacérsele un reproche en lo que a la trama de Joe Corso y Galasso se refiere. No sólo transcurre bastante tiempo desde el asesinato de Buck hasta que Richie vuelve a encontrarse con Corso, su cómplice, sino que además tardamos en entender qué quieren los federales y qué los policiías, reduciéndose todo finalmente a la figura del mafioso Galasso. Desde luego, todo eso se nos podía haber explicado antes, y se nos podía haber explicado mejor, por lo que minipunto para la crítica. Pero es que la historia no lo necesita. Lo que prima, por encima de todo, es el efecto que el asesinato tiene en Richie y la espiral de ruina y gloria en la que cae como resultado. Además, el acecho silencioso que se insinúa pero no se nos muestra de la policía y los federales aumenta el suspense de una manera muy efectiva.
Jamie Vine
Me han criticado a mi Jamie Vine, y eso me cuesta perdonarlo. Para empezar, porque Juno Temple está digna de recuerdo y alabanza en la piel de este personaje egoísta y ambicioso en el que Richie se mira muchas veces. Y es que Jamie entiende a Richie. Es joven y aún cree en la música, y, sin ella, Alibi Records (ese futuro que Richie ha oído) nunca podría haberse materializado.
Mitad groupie, mitad musa de Nasty Bits, Jamie es de esos personajes demasiado icónicos para ser verdad. Una Penny Lane más inmadura, y tal vez con menos encanto, pero mucho más autónoma. Sus errores se nos muestran bien de cerca, bien reales, y resulta un soplo de aire fresco respecto al manido retrato de mujeres fuertes, exitosas e independientes al que estamos acostumbrados.
Mitad groupie, mitad musa de Nasty Bits, Jamie es de esos personajes demasiado icónicos para ser verdad. Una Penny Lane más inmadura, y tal vez con menos encanto, pero mucho más autónoma. Sus errores se nos muestran bien de cerca, bien reales, y resulta un soplo de aire fresco respecto al manido retrato de mujeres fuertes, exitosas e independientes al que estamos acostumbrados.
Richie y la coca
Los capítulos en los que Richie no para de drogarse son como ver una bomba de relojería que nunca sabes cuándo va a explotar, y que estás deseando que explote. Y una vez la bomba explota es catarsis pura. Para que me entendáis mejor: que Richie drogado tres capítulos seguidos es un coñazo. ¿Uno? Interesantísimo. ¿Dos? Bueno, va. Tres, too much. De modo que, otro minipunto para la crítica. Personaje no gustable o poco empatizable. Aquí no cedo ni una mijilla. Y no porque crea que Richie es un personaje gustable (que, digo yo, depende de lo que cada uno guste, ¿no?), sino porque no sé desde cuándo hace falta que un personaje guste para poder empatizar con él. Por lo pronto, una cosa y otra no son lo mismo.
Es curioso, porque nada de esto casa con el repetido “You're a stand-up guy, Richie” (“Eres un tío legal, Richie”) que oímos varias veces a lo largo de la temporada. Lo que ocurre, en realidad, es que Richie es un tío carismático con cierta tendencia al profetismo. Cuando habla de la música, convence a cualquiera, incluso a los que ya ha hecho daño alguna vez (véase, por ejemplo, a Andrea, que decide volver a trabajar con él después de tantos años).
Ahora bien, ¿gustable? Hace cosas de lo más despreciables, sin paños calientes. Además, la coca le hace alucinar y potencia un temperamento ya de por sí hosco y a flor de piel. Pero, me pregunto yo, ¿no estamos atiborrados ya de suficientes antihéroes como para que todo eso nos importe entre poco y nada? El problema es que los antihéroes a los que estamos acostumbrados, Don Draper o Damon Salvatore, compensan con su encanto. Richie no lo hace, pero no estoy segura de que eso sea necesariamente algo malo. Sus acciones son a menudo locas y disparatadas, pero no se invita a disculparlo o a justificar sus acciones, sino a dejarse atrapar por todo ello.
¿Final feliz en el que intentan desenredar el lío?
También he leído que toda la temporada es un lío, y que el final logra, a duras penas, desenredarlo. Sinceramente, no creo que la serie logre desenredar ningún lío. Si acaso, sienta toda una clase de precedentes que no hacen sino prometer más para la próxima temporada. Richie y Zak están hasta el cuello con Galasso, y acaban de ver cómo se carga a Corso sin mayores miramientos. El único final medio feliz que podría reprochársele es el lanzamiento de Alibi Records, pero yo defiendo la coherencia del mismo, pues si algo aprendemos de la primera temporada es que Richie es, ante todo, un cabrón con suerte. Algún día se le acabará la misma, sí, pero mientras le dure, bienvenidos sean los líos en los que nos mete.
¿Puntos a favor de Vinyl?
Pues los hay, y muchos. Algo bueno habrá tenido, también, para que los que la critican hayan aguantado casi 12 horas de visionado. De modo que, a lo rebatido anteriormente, añado:
- Fragilidad y vulnerabilidad masculinas
Una de las pocas críticas positivas que he encontrado sobre la serie, se para a subrayar el interesante retrato de la fragilidad masculina que tiene lugar en Vinyl y me encanta, porque no se habla lo suficiente sobre lo mucho que está evolucionando el retrato de la masculinidad en televisión.
De acuerdo, no nos pasemos, estamos en los 70 y no pretendo yo decir que tengamos personajes masculinos feministas ni mucho menos, pero sí que alternan momentos en los que se comportan como cavernícolas con otros en los que bajan la guardia y se quedan con la vulnerabilidad al desnudo; a veces, de manera literal. Y, francamente, se agradece que den un paso más.
Richie llora desconsolado, víctima de una potente resaca anímica y de la droga, en el regazo de su mujer Devon (Olivia Wilde). Un poco antes, sale completamente desnudo de la ducha, y se abraza a su mujer con urgencia y necesidad. Y quizá os parezca una nimiedad, pero es una de las pocas series que he visto en las que se nos ofrece un desnudo íntegro masculino antes que uno femenino (que veremos luego con Devon). Ah, y en ninguno de los casos se trata de desnudos con tintes eróticos. El primero, el de Richie, es fruto de la familiaridad y confianza en una persona con la que llevas casi media vida; el segundo, de Devon, es con una finalidad artística, que despierta la sensibilidad del que la retrata y el que la observa.
Kip (James Jagger), por su parte, con todo lo niñato que puede llegar a ser, aparece frágil y débil mientras se sienta desnudo a pincharse heroína. No parece el yonki necesitado que encarna lo desagradable y visceral de la adicción humana, sino la estampa de una perturbadora pero inocente quietud que deja al espectador sintiéndose impotente y frustrado, pues conocemos las debastadoras consecuencias de esta droga.
En cuanto a Zak, en una serie en la que casi todos se expresan a voces, se agradece ver un personaje que se mueve entre la sutileza y los matices. En plena crisis existencial, ahogándose entre deudas y exigencias familiares, se reprime hasta el punto de plantearse el suicidio. Más tarde, víctima de otro engaño de Richie, llora creyendo haber perdido el dinero de la discográfica y no puede ni vestirse sin la ayuda de su socio. Por último, una simple mirada en el final de temporada nos deja ver que ve a Richie tal cual es y que no hay ningún final feliz, ni victoria que los salve de saberse unos miserables.
- Retrato de mujer
Como contrapartida de todo lo anterior, es curioso que los personajes femeninos de la serie (Devon, Jamie o Andrea) a menudo presentan una entereza más firme que la de los masculinos. Como os decía, estamos en los 70 y, sinceramente, esperaba encontrarme el tratamiento machista o misógino de la época, como tantas veces hemos visto en series y películas. Y, sin embargo, las crisis personales y existenciales parecen golpear con mayor fuerza a los personajes de los que os hablaba antes.
Devon se encuentra en una situación muy similar a la de Zak, atrapada en una casa a las afueras haciendo de mujer florero. Pero ella nunca llega a coquetear con la idea de quitarse la vida, sino que se refugia en sus antiguos hábitos y amigos, con más o menos éxito. Jamie, por su parte, es la chica de los cafés y los bocadillos, y con la discográfica al borde de la quiebra, se las apaña para ascender y ocupar el puesto de su amigo Clark (Jack Quaid), quien pasa a ser el nuevo chico de los recados.
Devon se encuentra en una situación muy similar a la de Zak, atrapada en una casa a las afueras haciendo de mujer florero. Pero ella nunca llega a coquetear con la idea de quitarse la vida, sino que se refugia en sus antiguos hábitos y amigos, con más o menos éxito. Jamie, por su parte, es la chica de los cafés y los bocadillos, y con la discográfica al borde de la quiebra, se las apaña para ascender y ocupar el puesto de su amigo Clark (Jack Quaid), quien pasa a ser el nuevo chico de los recados.
- Volver a enamorarte de la música
Probablemente sea el motivo más obvio, pero Vinyl es un disfrute visual y acústico, en el que todo tiene razón de ser. Sus tramas alternan con pequeñas actuaciones que se acoplan al engranaje del episodio sin chirriar, siendo especialmente memorable, para mí, la de Janis Joplin o el Life on Mars de Xavier.
Ello alterna con “cameos” de altura de músicos y personajes célebres de la época, como Elvis, Andy Warhol, John Lennon o David Bowie. Y, para mí, funcionan. Es lo más cerca que estaremos de poder ver a estos grandes en su salsa, de una manera más o menos fiable, pues no olvidemos que Mick Jagger es uno de los productores y creadores de la serie. Pero, por encima de todo, es una bonita manera de homenajearlos, y con eso me basta.
Ello alterna con “cameos” de altura de músicos y personajes célebres de la época, como Elvis, Andy Warhol, John Lennon o David Bowie. Y, para mí, funcionan. Es lo más cerca que estaremos de poder ver a estos grandes en su salsa, de una manera más o menos fiable, pues no olvidemos que Mick Jagger es uno de los productores y creadores de la serie. Pero, por encima de todo, es una bonita manera de homenajearlos, y con eso me basta.
- Grandes personajes secundarios
A Jamie, Devon, Kip y Zak añadimos a Lester Grimes (Ato Essandoh), cuya trágica historia sienta los precedentes para que entendamos que clase de caos provoca Richie a su alrededor. Miserias a parte, se convertirá en el mánager de los Nasty Bits, aunque sólo sea por provocar a Richie, incapaz de prever lo que su aportación supondrá para el futuro del grupo: la canción que les cede será el primer tema que dé forma definitiva a ese eléctrico movimiento punk que vemos nacer en Vinyl.
Clark, por otro lado, es uno de esos personajes que te pilla por sorpresa. Degradado a chico de los recados (porque, francamente, se lo merece), nadie da un duro por él, espectadores incluidos. Y, sin embargo, termina introduciéndonos a otro de esos movimientos que vemos nacer en Vinyl, la música disco.
- Momentos escalofriantes
Para poner la guinda, a momentos tan turbios como el de la muerte de Ernst, tengo que sumar el del homicidio de Buck en el piloto. Mirad, no sé cómo lo logran, pero es crudo, surrealista y divertido a partes iguales. Tal vez sea un tanto cuestionable decir esto, pero volvería a verlo. Pese a no quedar claro qué parte es alucinada por Richie y qué parte no termina de mostrársenos, te deja envuelto en escalofríos, preguntándote qué será lo próximo, y si puedes fiarte de Richie. La respuesta, evidentemente, es que no, pero merece la pena entrar a trapo.
En resumen: Vinyl ha tenido una primera temporada imperfecta, pero hay mucho brillo bajo esas grietas, y merece la pena asomarse a verlo, aunque sea por la música y las divertidas pintas de la época.
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