Eye candy: dícese de algo estéticamente agradable para la vista.
También una serie que le duró dos telediarios a MTV y, a efectos prácticos de
lo que hoy nos incumbe, vivir
despelotado en una serie por el simple hecho de tener más abdominales que
episodios compondrán la parrilla semanal de la cadena. El sexo vende, y la superficialidad más.
Quantico, nuestro último guilty
pleasure favorito, pone al límite de
lo verosímil el cupo de carne por fotograma en cada capítulo y no podemos
seguir pasando giros de guión como si ese reparto fuera medianamente normal.
Por lo visto, uno de los requisitos para ser recluta del FBI es estar que se
rompe uno por los costados y es un hecho que tenemos que debatir. O por lo
menos hacer que estéis pendientes cada vez que veáis la serie a partir de ahora
y hasta el fin de los tiempos. You’re welcome.
Vale, compramos que es una
academia en la que los alumnos están sometidos a grandes esfuerzos físicos. De
cuello para abajo queda justificado todo. El
porqué de que las caras tengan que ser igual de perfectas se queda por resolver.
Johanna Braddy, duele mirarte, reina.
Pero, ¿qué sucede con la división de analistas que se sacaron de
la manga para mantener al rubito que echaron el primero? ¿No deberían
responder más a un patrón de persona que trabaja con ordenadores y datos y
cosas que no requieran misiones de campo? ¿Por qué parece que van a montar un
numerito de exhibicionistas por webcam en cualquier momento ellos también?
Esa necesidad suya de recordarnos durante 42 minutos todos los
domingos que los cánones de belleza están más que vigentes por mucho fofisano
que se invente el personal supone una incógnita mayor que todos los
atentados y toda red terrorista que pretendan armar. Hasta el friki cuela como
modelo de pasarela. ¿Qué estándares estamos marcando? O dejando que nos
marquen.
“Oh, qué bien, uniformes unisex.”
Comentaba la novata rubia de ojos azules y figura perfecta en el piloto, maquillando de igualdad de género el uso y
disfrute de misma medida de escote tanto para ellas como para ellos. Porque
todos sabemos que los botones de esas camisetas son algo muy gratuito.
Adjuntamos ilustración:
Quantico no es la primera ni ninguna clase de pionera en excederse
a estos respectos. Pero sí nos choca más
ver el eye candy fuera de su hábitat
natural. Una MTV con demasiados adolescentes hiperhormonados, una CW y su
presupuesto infinito en maquillaje protésico para las cicatrices de Arrow,
todos y cada uno de los novios y novias de las Pretty Little Liars, etc. Hasta –A estaba muy decente debajo de la
capucha.
Podríamos decir que es en este
aspecto donde Quantico se desmarca de la escuela Shondiana, ese lugar en el
que vivimos de reveses vertiginosos y mujeres con mucho peligro,
independientemente de lo bien que queden en ropa interior.
Como somos unos cínicos y nos
quejamos de vicio por algo que disfrutamos como perros —de nuevo: muy guilties y con mucho pleasure—, queremos dejaros
reflexionando sobre los bienes y bondades de estas ambiciosas elecciones de
reparto. ¿Preferís justicia social o que
la acción transcurra en vestuarios, piscinas y habitaciones siempre antes
de dormir, nunca ya en la cama, y preferiblemente en pleno cambio de atuendo?
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