Todo iba bien en The Affair hasta que llegó a su episodio final. O creíamos que iba bien, que es muy distinto.
Mucho se ha hablado de la narrativa fragmentada (no sé si es el nombre correcto, pero aquí lo señalan muy bien) de la serie de Sarah Treem y Hagai Levi para Showtime. Sin duda, esta novedosa manera de narrar ha supuesto un soplo de aire fresco al conglomerado dramático de la televisión y ha sido el elemento definitorio de The Affair junto con su potente reparto encabezado por los archiconocidos Dominic West, Maura Tierney, Joshua Jackson y Ruth Wilson, caras que todos los seriéfilos conocemos demasiado bien.
(Ahora es cuando me da por pensar sobre qué hubiera pasado con The Affair si no hubiera escrito de esa manera ni hubiera tenido este reparto.)
La evolución de The Affair ha sido peculiar, como poco. Desde el primer momento, hemos vivido la intensa trayectoria del affaire entre Noah y Alison: cómo eran antes de conocerse, cuando se conocían, y cuando desearon no haberse conocido. Cada uno tenía su perspectiva, y lo que al principio se convirtió en el juego de las siete diferencias, poco a poco se transformó en dos realidades demasiado distintas.
Pero falta contexto, eso es obvio. ¿Qué es lo que nos están contando? Puede ser la visión de cada uno de los amantes tal y como vivieron la situacíón. Puede ser la visión de cada uno de los amantes que le cuentan al policía que investiga el crimen que sirve como macguffin. O, incluso, puede que una de las perspectivas no sea real y sea la historia que narra Noah en su libro (lo cual sería bastante ilógico, pero dada la trayectoria de The Affair es incluso factible). Las opciones son, a fin de cuentas, innumerables. Aquí no hay excusas: este tipo de narrativa no es un adorno, no es una isla: es algo que le da sentido a la serie y que si no es explicada pierde su propia esencia.
Hasta ahí, todo bien. Como espectadores, abrazamos la posibilidad de que cualquier premisa es válida y que eventualmente vamos a tener nuestra respuesta. Mientras, nos vamos preparando: durante los primeros nueve episodios, vamos descubriendo a Alison y a Noah, su "vida" en común y su vida por separado; conocemos esbozos de su pasado y cómo se relacionan con las personas de su entorno. Cada uno de ellos tiene su historia y vive la traición a su manera. Se acercan y se separan. Se vuelven a acercar y se vuelven a separar. Su affaire, a fin de cuentas, es muy real (otras cosas, como que ambos cornudos perdonen a los promiscuos, no son tan reales, pero imagino que eso tendrá que ver con la versión que conocemos de cada historia).
Pero llega el episodio nueve, que acaba con un cliffhanger de los que marcan historia, y esperamos que el último episodio de la temporada arroje algo de luz.
Nada (un par de spoilers desde aquí, aviso).
Era obvio que, con una segunda temporada encargada, no iban a desvelar toda la información, pero desde el punto de vista de la lógica, lo que han hecho en la finale de The Affaire es una guarrada en toda regla. Se saltan el cliffhanger tan bien plantado (¿para qué elevar la tensión si lo vas a pasar por alto?) y se lanzan a finiquitar el proceso de investigación del detective a toda prisa para meter a Noah en prisión, con las versiones de los dos amantes tan dispares que son totalmente incompatibles. De desvelar el secreto de su narrativa, ni media... ¿como era de esperar?
Habrá que esperar hasta el próximo otoño, suponemos, para saber qué pasa con Noah. Para saber si seguirá con Alison. Para saber si Helen seguirá siendo una pringada. Para saber si Cole va a tener más de dos frases. Para saber un poco más acerca de estas dos versiones. Pero, sobre todo, para comprobar si el peso de esta incertidumbre es suficiente como para darle otra oportunidad a la serie. Porque yo ya no lo tengo tan claro.
Más sobre The Affair:
—Las dos caras de la traición
—La perspectiva de género
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