El caso Series.ly y el fin de las excusas

Series.ly (el caso de los plagios aquí), la tercera gran e histórica plataforma de enlaces de descarga y streaming anunciaba hoy la retirada de estos links que la controvertida Ley de Protección Intelectual ha señalado como ilegales, y cuya difusión será duramente sancionada a partir de la entrada en vigor de la misma.

Manos a la cabeza y gritos al cielo después, prosigamos:

No voy a entrar en el infinito debate de la piratería porque este texto no trata realmente de eso y porque una cuestión tan complicada ni me compete ni me interesa como tema de discusión. Mi postura siempre ha estado plagada de grises y, como la de todos, al final se sustenta en lo que podemos definir como "la búsqueda de la opción más barata". Es decir, gratis.

Con la desaparición de estas plataformas, numerosos consumidores ilegales de cultura (sí, suena feo pero es así) que hasta ahora no tenían nada más que hacer unos cuantos clics y evitar (o no) anuncios pornográficos para ver lo que querían, tendrán que complicarse un poco más la existencia para proseguir con sus rutinas de consumo. Porque todavía quedan alternativas gratuitas (ejem, Torrent). Y, si no, que se lo digan a los asiduos a los que nos esperan varias semanas de cursillos interminables para nuestros familiares y amigos.

No obstante, me gustaría plantear un plot-twist que considero muy interesante: por un momento, imaginemos que las alternativas gratuitas desaparecen. Imaginemos que, del mismo modo que nunca creímos que los enlaces y el streaming acabarían siendo prohibidos y penados, los torrents también lo sean. Y las otras opciones (¿hay otras opciones?), también.

¿Qué haríamos?

Ahora, pensemos en la manida frase de "hasta que no haya un modelo en el que pueda ver lo que quiera, cuando yo quiera, y donde yo quiera, no consideraré pagar por ello". Y pensemos en cómo nos engañamos, a nosotros y a los demás, cuando lo que realmente queremos decir es que mientras sea gratis no pagaremos ni un céntimo.

Porque ese modelo ya existe, pero tiene un precio. Los canales de pago, en un esfuerzo impensable hace unos años, están trayendo un gran porcentaje de las series que vemos no en el mismo momento en el que se emiten en su país de origen... pero sí menos de 24 horas después, en versión original y con subtítulos. Hay reposiciones, plataformas online amparadas bajo estos canales e incluso formas de grabar los contenidos y verlos prácticamente cuando te apetezca. 

Este nuevo modelo no es perfecto. Claro que no. Pero el modelo en el que hemos estado viviendo, ahora perseguido, penado y en extinción evidente tampoco lo era, solo que las imperfecciones no llegaban hasta la puerta de nuestros hogares y sí hasta los de otros. 

Es cierto que todavía no podemos ver todo lo que queremos. Como sabemos, la oferta televisiva fuera de nuestras fronteras es inmensa e inabarcable, ahora más que nunca. No hay plataforma capaz de tenerlas todas. Netflix (que todavía no está aquí,pero sí conocemos su oferta en el extranjero) no las emite todas, Movistar Series (de la que esperamos hablaros de primera mano muy pronto), que se estrenará el próximo 10 de diciembre, tampoco... aunque ya os diré que por 7 euros al mes es para pensárselo.

Lo peor de todo es que aunque hubiera una única plataforma que fácilmente ofreciera un servicio de vídeo bajo demanda con un catálogo realmente completo, todavía encontraríamos excusas y buscaríamos la opción gratuita sorteando legislaciones y otros obstáculos. Como decía ayer Pilar Toro "no queremos pagar ni por el WhatsApp" y, si es así, ¿cómo vamos a querer pagar por una serie de televisión? ¿y si el problema no es del modelo, precisamente?

Creo que la situación está bastante clara. Yo, que para qué voy a engañar a nadie, voy a seguir con mis torrents, pero empiezo a valorar positivamente otras opciones. Al fin y al cabo, el Spotify, el cine del día del espectador y el libro de antes de dormir ya los pago... ¿por qué las series no?