Ha sido un muy buen año para la comedia, no vamos a negarlo. Sobre todo para poder lucirse con Veep fuera de juego hasta su despedida el próximo 2019. Dejando suficiente sitio para las nuevas incorporaciones, las sorpresas del año pasado se han mantenido fuertes y, cómo no, las infalibles siguen presentes.
10. Dear White People
Abrimos con la más obligatoria de todas, por si no la habéis visto todavía y tenéis que dejar de leerme para ir corriendo a verla. Está feo que incite al abandono, pero Dear White People es asignatura troncal para tener un mínimo de decencia en nuestra sociedad ahora mismo. Los de Sam claramente aprovechan haber encontrado su voz en la primera temporada y la serie suma y sigue con el discurso más potente sobre las diferencias raciales. Más coral, más amplia y más agresiva desde su infalible elegancia, Dear White People se reconfirma como un estandarte de Netflix y cita anual ineludible.
9. Barry
En la línea de Get Shorty, HBO apostaba por ampliar su cartera de medias horas con otro matón en Hollywood, pero jugándosela a la carta de la depresión en vez de a la del conflicto familiar. Bill Hader se hizo un personaje a su medida y así llovieron luego los Emmys. Pese a amenazar con otra potencial historia de antihéroe blanco de mediana edad, el Barry víctima de sus circunstancias en lugar de generador de mierda patológica resulta ser un personaje simpático cuyas desgracias y mediocridad artística merece la pena disfrutar.
8. Patriot
Seguimos con los exsoldados con serios problemas psicológicos. Patriot nos regaló una primera temporada que entraba como el agua sobre los absurdos del espionaje. Un sentido del humor sorprendentemente fino en un género que basa el heroísmo en machirulos que desbordan la pantalla. John Lakeman lo mola todo por ser esa hormiguita aplastada por la presión paternofilial, el sentido del deber y un desequilibrio en la química cerebral que le tiene anulado como persona. Surrealista y perfectamente producida, la segunda temporada de Patriot la consagra como esa joya desconocida entre géneros que todavía está esperando ser descubierta.
7. Killing Eve
La serie revelación del año y comunicado oficial de que Phoebe Waller-Bridge es una fuerza imparable. Después de Crashing y Fleabag, a cada cual más brillante, la guionista da el salto a la coproducción internacional y se marca un thriller cómico protagonizado por dos mujeres donde tanto heroína como antagonista se disputan nuestro amor en una oda al feminismo, el talento y el homoerotismo. Killing Eve lo tiene todo, trasciende géneros y el desarrollo de sus tensiones promete incluso más de su primera temporada de 10.
6. The Marvelous Mrs. Maisel
Aunque sea complicado, Amy Sherman-Palladino va muy de camino a que su Miss Massiel Maisel supere a sus Chicas Gilmore como su obra magna. Si Midge empezó fuerte, ya es un todoterreno. Han dado con la fórmula de que episodios de una hora de metraje se pasen en cinco minutos y que necesitemos tres temporadas al año como poco. La monologuista estrella de nuestros corazones nos tiene ya ganados con su viaje hacia la independencia sesentera hasta el final del trayecto, y con ella y su Susie vamos de cabeza a donde quieran llevarnos.
5. Arde Madrid
Pese al error del título, que arda mejor Ava Gardner por tenernos revolcándonos en el suelo con su spanglish y su papo moreno. Paco León lo ha vuelto a hacer, y por fin lo hace en formato televisivo. León entiende la España costumbrista y la revoluciona magistralmente con el glam decadente de una diva de Hollywood. Y aunque ponga la barrera artística de la fotografía y la claustrofobia del presupuesto que invalida Arde Madrid como serie de época, la facilidad para la frase lapidaria y la naturalidad de sus diálogos hacen de ella un grandísimo acierto para Movistar.
4. Heathers
No apta para todos los públicos y desde luego no todos los paladares. Heathers no se anda con sutilezas. Y si aplaudimos constantemente el valor de romper las convenciones del guion, ¿cómo no vamos a ponernos de pie ante semejante espectáculo de incorrección como es/fue Heathers? El debate se reabre y reaviva, porque para eso hasta la política es cíclica: ¿deberíamos tener límite en el humor? ¿Con qué no se puede bromear? ¿Hasta dónde nos podemos reír? El arte es subversivo, y Heathers es de museo.
3. Crazy Ex-Girlfriend
Cuatro temporadas siendo infalible. Crazy Ex-Girlfriend plantea su recta final este año sin miedo a cambiar. No se renueva porque no le hace falta. Ser fiel a la historia de Rebecca es más que suficiente. Tuvo el valor de enfrentarse al tabú del suicidio a pecho descubierto y se postuló como la serie más versátil que hay ahora mismo en emisión. Pocos pensábamos que un musical con semejante título podría llegar a lo que hoy es, y los años no le han pasado factura en absoluto. Es más, todo lo contrario, dándole a Rachel Bloom un patio de recreo aún más grande donde poder revolcarse en su diestro uso del humor autorreferencial.
2. Atlanta
Hay algo sobre Atlanta que es muy complicado de catalogar. Seguramente sea culpa de la noción de su trama: no tener trama. Donald Glover no viene a contar una historia. Además de hacer arte en el camino, su propósito es transmitir toda la noción existencial de una raza. Los términos abstractos en los que mueve su narrativa son terrenos pantanosos para la audiencia. Atlanta es un reto que hay que mirar desde un prisma concreto, y una vez llegas a ese punto, consigues disfrutar de la experiencia y la perspectiva que su equipo creativo pinta en cada episodio. Por la ambición, por salirse de todas las líneas y por episodios como el Teddy Perkins/Michael Jackson de esta segunda temporada, larga vida a Atlanta.
1. Derry Girls
Mucho ha tardado Netflix en traer a España una de las mejores series británicas del año. Derry Girls nos devuelve a los 90, al conflicto de Irlanda del Norte. La presencia de la tensión social del país es más que palpable durante toda la serie y es ese contraste respecto al tono fresco y alegre de la serie el mayor valor de esta sencilla pero superefectiva comedia. Este grupo de adolescentes aparentemente ajenas a la situación de su país hacen su vida normal, con sus cosas de la edad, con sus caracteres histriónicos y sus roces familiares y personales. Comedia británica adolescente en tiempos de guerra, sin duda uno de los grandes inventos del año.
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