Hoy se estrena en Movistar+ la temporada completa de Castle Rock, que llegó a Estados Unidos en los últimos días de julio como la gran apuesta de Hulu para el verano, después del gran vacío ocasionado por la segunda entrega de The Handmaid's Tale. Aunque la distopía basada en la obra de Margaret Atwood es considerada el gran éxito de la plataforma, la gran relevancia de Hulu comenzó un año antes gracias a 11.22.63, adaptación de una de las novelas más recientes de Stephen King.
Los viajes en el tiempo y el asesinato de John F. Kennedy llegaron a televisión gracias a la producción ejecutiva del propio autor y de J.J. Abrams. La llama se encendió en esta pareja tan singular. La miniserie protagonizada por James Franco cosechó un premio Saturn (galardón que también han obtenido series como Breaking Bad, The Walking Dead o la última temporada de Twin Peaks) y fue el punto de partida para la producción de Castle Rock, que se estrenó dos años después. Tiempo suficiente para que el universo de Stephen King acumulara luces y sombras en su historial de adaptaciones: el fracaso cinematográfico de La torre oscura y el televisivo de La niebla; y el éxito en salas de It y el acierto con Mr. Mercedes, cuya segunda temporada está actualmente en emisión.
Sin embargo, hay un elemento en Castle Rock que la distingue de sus predecesoras. La nueva ficción de Stephen King no es una adaptación de una novela, sino una mezcolanza de personajes y escenarios creados por el estadounidense. Sam Shaw y Dustin Thomason han sido los encargados de construir esta historia. Pero no os hagáis ilusiones. Aunque la ficción de Hulu ha sido promocionada como la serie que aglutina el universo completo de King, estamos lejos de un gran evento crossover como los que podemos imaginar rápidamente. Castle Rock es un relato completamente nuevo y se disfruta de manera independiente, ya que las referencias a otras novelas y adaptaciones audiovisuales son anecdóticas. Es divertido jugar a localizarlas, pero no aportan nada a la serie.
Hubiera sido maravilloso ver luchar a Pennywise contra Jack Torrance y su hacha en algún pueblo de Maine, pero solo tenemos al último actor que ha dado vida al payaso y a la sobrina del maníaco. No obstante, es un beneficio que el trabajo anterior de Stephen King no haya tenido tanto peso en esta nueva historia. Castle Rock brilla en su libertad narrativa, alimentándose de las herramientas adecuadas para representar a la perfección esa atmósfera inquietante que caracteriza a los relatos del escritor. Aunque, precisamente, su mejor baza es también su mayor debilidad.
La ficción de Hulu hereda la maravillosa ambientación y las relaciones excepcionales entre los personajes, pero también se contagia de las limitaciones de King, que se excede en la utilización de elementos reiterativos y abstractos y habitualmente recurre a resoluciones efectistas y carentes de reflexión. Algo no termina de encajar en Castle Rock cuando en el quinto episodio asentimos con empatía ante la frase "No tienes ni idea de lo que está ocurriendo aquí, ¿no?". Utilizar el desconocimiento del espectador en el género del terror no debería ser un impedimento, pero Castle Rock no está construida sobre el horror o lo siniestro, sino sobre el misterio; uno que no se clarifica completamente y que emborrona la experiencia de visionado.
Esto provoca que Castle Rock tenga un ritmo muy irregular y repetitivo, con un piloto y una segunda mitad de temporada notables, pero con un primer tramo falto de fuerza y un desenlace decepcionante. La brutalidad y la angustia hacen acto de presencia en algún momento, como no podía ser de otra manera, pero incluso el alzheimer y el drama consiguen mayor importancia.
Asimismo, numerosos personajes son relegados a un tercer plano, sin conclusión alguna en sus tramas, como si fueran adornos de quita y pon que contribuyen entre cero y nada al calvario de Henry Deaver. Detalles bastante incoherentes con respecto al camino que los creadores parecen escoger en la presentación y que transforman en aceptable una serie que bien podría haber llegado al sobresaliente.
De hecho, el plantel de actores y actrices es el que incrementa con creces la calidad de la ficción. André Holland, Melanie Lynskey, Bill Skarsgård, Jane Levy, Terry O'Quinn, Frances Conroy, Sissy Spacek, Ann Cusack, Scott Glenn o Noel Fisher son algunos de los protagonistas que elevan una apuesta de importante valor técnico y de producción, así como de incuestionable belleza visual. A pesar de las decisiones narrativas y de que le sobra algún que otro episodio, la primera temporada de Castle Rock consigue allanar el terreno para una antología y un universo conjunto con futuro, continuando, así, el legado de Channel Zero o American Horror Story. Eso sí, tendrán que construir las tramas con algo más de atrevimiento y coherencia, porque las buenas ideas ya están ahí.
Como ya comentamos en su día, no sabemos si el terror brillará algún día en televisión, pero de momento agradecemos que las adaptaciones basadas en el mundo de Stephen King logren algo más de consistencia después de los descalabros de La cúpula o La niebla.
Hubiera sido maravilloso ver luchar a Pennywise contra Jack Torrance y su hacha en algún pueblo de Maine, pero solo tenemos al último actor que ha dado vida al payaso y a la sobrina del maníaco. No obstante, es un beneficio que el trabajo anterior de Stephen King no haya tenido tanto peso en esta nueva historia. Castle Rock brilla en su libertad narrativa, alimentándose de las herramientas adecuadas para representar a la perfección esa atmósfera inquietante que caracteriza a los relatos del escritor. Aunque, precisamente, su mejor baza es también su mayor debilidad.
La ficción de Hulu hereda la maravillosa ambientación y las relaciones excepcionales entre los personajes, pero también se contagia de las limitaciones de King, que se excede en la utilización de elementos reiterativos y abstractos y habitualmente recurre a resoluciones efectistas y carentes de reflexión. Algo no termina de encajar en Castle Rock cuando en el quinto episodio asentimos con empatía ante la frase "No tienes ni idea de lo que está ocurriendo aquí, ¿no?". Utilizar el desconocimiento del espectador en el género del terror no debería ser un impedimento, pero Castle Rock no está construida sobre el horror o lo siniestro, sino sobre el misterio; uno que no se clarifica completamente y que emborrona la experiencia de visionado.
Esto provoca que Castle Rock tenga un ritmo muy irregular y repetitivo, con un piloto y una segunda mitad de temporada notables, pero con un primer tramo falto de fuerza y un desenlace decepcionante. La brutalidad y la angustia hacen acto de presencia en algún momento, como no podía ser de otra manera, pero incluso el alzheimer y el drama consiguen mayor importancia.
Asimismo, numerosos personajes son relegados a un tercer plano, sin conclusión alguna en sus tramas, como si fueran adornos de quita y pon que contribuyen entre cero y nada al calvario de Henry Deaver. Detalles bastante incoherentes con respecto al camino que los creadores parecen escoger en la presentación y que transforman en aceptable una serie que bien podría haber llegado al sobresaliente.
De hecho, el plantel de actores y actrices es el que incrementa con creces la calidad de la ficción. André Holland, Melanie Lynskey, Bill Skarsgård, Jane Levy, Terry O'Quinn, Frances Conroy, Sissy Spacek, Ann Cusack, Scott Glenn o Noel Fisher son algunos de los protagonistas que elevan una apuesta de importante valor técnico y de producción, así como de incuestionable belleza visual. A pesar de las decisiones narrativas y de que le sobra algún que otro episodio, la primera temporada de Castle Rock consigue allanar el terreno para una antología y un universo conjunto con futuro, continuando, así, el legado de Channel Zero o American Horror Story. Eso sí, tendrán que construir las tramas con algo más de atrevimiento y coherencia, porque las buenas ideas ya están ahí.
Como ya comentamos en su día, no sabemos si el terror brillará algún día en televisión, pero de momento agradecemos que las adaptaciones basadas en el mundo de Stephen King logren algo más de consistencia después de los descalabros de La cúpula o La niebla.
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