Visiblemente cansados pero también muy sonrientes y amistosos, Bob Odenkirk y Rhea Seehorn, protagonistas de Better Call Saul, acudieron el pasado 18 de abril a un encuentro con los fans de la serie organizado por Movistar Series (donde se emite actualmente la tercera temporada). El día anterior habían estado con diversos medios e incluso se sentaron con Buenafuente en su show de #0 así que ya estaba todo el pescado vendido. En este último evento los actores se sentaron con alrededor de 200 personas en el Espacio Fundación Telefónica y, conducidos por Mariló García y Alberto Rey, pudimos escucharlos una última vez antes de que abandonaran el país.
Quizás lo hayan hecho algo angustiados, teniendo en cuenta que la mayor parte de las preguntas que se repartieron en la sala no solo se las han preguntado todos los periodistas que se han sentado estos días, sino todo el mundo a lo largo de su participación en la serie. La resignación de Odenkirk cada vez que se hacía mención a la conexión de Better Call Saul con Breaking Bad, ya fuera por el cansancio de la gira promocional o por lo obvio del cuestionario, era más que evidente, pero tanto él como Seehorn sortearon los obstáculos y aguantaron el chaparrón mientras explicaban las claves de su serie y el éxito de su producto. Al fin y al cabo, es lo que tocaba.
Porque ni Rhea Seehorn ni Bob Odenkirk son estrellas de nacimiento y saben muy bien el sacrificio que supone alcanzar el éxito. Ambos dejaron caer durante el transcurso de la entrevista, con una sinceridad nada habitual, cómo están acostumbrados al fracaso, a ver cómo los diferentes proyectos en los que han participado a lo largo de sus carreras no han llegado a buen puerto. Algunos ni han sido vistos. Better Call Saul ha supuesto una oportunidad única para ambos y la forma en la que hablan de su trabajo y de sus personajes demuestra un compromiso y un cariño que va más allá de un contrato laboral.
Esta misma modestia, casualmente, es la que destila Better Call Saul, una serie que tenía una gran responsabilidad al tomar el testigo de la serie de la que lo ha tomado, y que ha conseguido llegar a estrenar una tercera temporada con trabajo duro, jugando a pequeña escala y tratando de retrasar lo inevitable. Logrando cosas grandes con piezas muy pequeñas. Con mucho subtexto, acción a pequeña escala y una envidiable construcción de personajes. Y ahora, en la tercera temporada, parece que por fin se va a permitir lanzarse a la piscina que todos esperábamos, lo cual es bastante prometedor ya que si ha hecho lo que ha hecho con Jimmy McGill, ¿qué hará la serie cuando tenga en sus manos a Saul Goodman?
En esa transformación jugará un importante papel la relación entre Kim y Jimmy, posiblemente uno de los componentes más atractivos de toda la ficción. Reehorn y Odenkirk se deshacen en halagos entre ellos y hacia la relación que viven sus personajes, un romance nada común en televisión en el que el amor no se mide en besos sino en respeto, y que no es tan visible como está repleto de sutilezas. Sin duda, en ese esperado descenso a los infiernos de Jimmy va a tener Kim mucho que decir y no puedo esperar para verlo.
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