Sin-Eater pretendía apoyarse fundamentalmente en dos bazas: la vuelta de tres villanas familiares, también conocidas como las Sirenas de Star City, y la expiación de pecados de sus personajes principales. Francamente, me gustaría poder decir que alguna de las dos le ha funcionado, pero no ha sido el caso.
En primer lugar, como ya hemos visto otras veces, por cuestiones de mala narrativa. No sólo no se nos muestra el por qué de la unión de Warner, China White y Cupid, sino que tampoco las vemos crear un gran vínculo en ningún momento. Además, pese a tener la rara ocasión de tener a tres personajes femeninos medianamente carismáticos y fuertes en pantalla, Arrow deja escapar la oportunidad de darnos, por ejemplo, algún momento de empoderamiento femenino, o tan siquiera algo por lo que recordarlas.
En segundo, porque por mucho que se las dé de oscura, los personajes de Arrow no tienen tanto que expiar, y nunca logramos empatizar con sus catarsis personales. La vuelta al cuerpo de policía de Dinah Drake es desconcertante en tanto que trama vacía de recorrido, mientras que Oliver ha hecho cosas mucho peores que matar por accidente a Billy Malone. Curiosamente, el único personaje que de verdad peca de alguna manera en este episodio es la desaparecidísima Thea, pero más interesante aún es que no parece arrepentirse demasiado. La desacreditación de Susan Williams es lo más cruel y despiadado que hemos visto en mucho tiempo, y no habría sido posible sin la ayuda de Felicity, a la que también se le está yendo la mano con esto de Pandora.
El segundo y último golpe de gracia del episodio es el cliffhanger final: Oliver queda imputado por ocultar datos de la autopsia de Billy que apuntan directamente a Green Arrow como principal sospechoso del asesinato, lo cual nos lleva directamente al núcleo de Fighting Fire With Fire.
He sido la primera en reírme en todo momento de lo ridículo y absurdo que resulta que Oliver sea alcalde. Y, así y todo, tengo que admitir que probablemente sea lo mejor que le ha pasado al personaje nunca. No sé vosotros, pero la dualidad Oliver rallado / vigilante ya cansa, y nunca habíamos tenido tanto tiempo para ver a Oliver interactuar como ser humano. Por fin hay vida más allá del arco y la capucha; hay un Oliver racional, inteligente e incluso buenazo. Y, puestos a sacrificar, prefiero que sacrifique a Green Arrow antes que a su persona.
Este último episodio nos ha dejado a todos un poco aturdidos, pues la revelación de la identidad de Prometheus ha sido poco emocionante hasta decir basta. Aunque sí bastante confusa. ¿Son Prometheus y Vigilante la misma persona? Puedo pasar por que Adrian Chase sea Vigilante, como todos esperábamos y queríamos, pero... ¿Prometheus? No sólo era pronto para desvelarlo sino que, además, echa por tierra toda el potencial como personaje de nuestro nuevo fiscal favorito.
Thea y Felicity siguen dando guerra, por cierto. Después de cargarse la carrera de Susan, Thea propone un plan alternativo para colocarle el muerto de Oliver a otro. Sí, Thea, te estás convirtiendo en tu madre. Y no, no tiene por qué ser algo malo. Pero esto de coger las maletas e irte cuando por fin estás aportando algo interesante al panorama no está bien. Y a ver cuánto tarda Felicity en asustarse y arrepentirse de haberse unido a Helix. No me malinterpretéis, apoyo al 100% a la Felicity hacktivista y rebelde, pero en el fondo son todos una panda de blandos, mal que les pese.
El punto álgido del episodio es, cómo no, el Batman que se marca Oliver para medio salir del entuerto. Esto de tener doble identidad debe ser muy útil para quitarse de en medio. Vender a Green Arrow a su Star City, dándoselo cual Pilatos a los judíos, podría ser más emocionante si no lo hubiésemos visto ya en las pelis de Nolan. Aún así, es una buena salida del jaque mate, y desde luego va a dinamizar y revolver un poco las dinámicas y patrones a los que nos tiene acostumbrados la serie, que falta le hace.
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