La simple idea de realizar una serie ubicada en el universo del clásico de terror El exorcista auguraba los peores resultados, pero tras la gloriosa Hannibal existía una pequeña esperanza. El resultado que ya podemos disfrutar en su totalidad gracias a HBO España, es una serie de Fox (con toda la metralla puritana que ello conlleva) de diez episodios que aunque no cumple todo lo que promete si que logra entretener, regalar algunas actuaciones sobresalientes y esbozar una mitología que nos gustaría seguir descubriendo.
El esquema de la serie no es excesivamente complicado a primera vista: una familia está atravesando una etapa difícil tras el accidente de tráfico de la hija Katherine en el que falleció su interés romántico (otra pareja lésbica destrozada), los problemas psicológicos del padre y la extraña actitud de Casey . En este contexto la madre trata de reunificar las piezas del puzzle a pesar de que Katherine, la joven que sufrió el accidente de coche, está postrada en una profunda depresión y se niega a abandonar su cuarto.
Es en este inestable momento familiar cuando el drama íntimo se abre paso a las influencias de lo divino (y de lo diabólico). A través de los sacerdotes Tomas y Marcus, un cura luchador que pretende reanimar su barrio socialmente deprimido y un proscrito de la iglesia respectivamente, la iglesia entra en el hogar. La situación en casa de los Rance se ha complicado y todo parece indicar que algún tipo de entidad sobrenatural sobrevuela tanto las habitaciones como los cuerpos de sus ocupantes.
El demonio y la manera de relacionarse con los personajes de la serie es, junto a algunas actuaciones, lo mejor que nos ofrece The Exorcist. Mediante la manipulación, el soborno y la atracción sexual esta entidad entabla unas relaciones de lo más enfermizas y originales, tanto que llegaremos a apreciarle como a uno de los personajes más interesantes de este universo.
A este núcleo formado por los curas Tomas y Marcus, así como la familia Rance, se le une una trama que se desarrolla con lentitud pero que añade profundidad a la serie: la visita del Papa Sebastian y los peligros que la rodean. La iglesia católica no es tan prístina como pensabas y muchos de sus integrantes más poderosos poseen credos algo distintos. Para no arruinar esta entretenida sección de la serie sólo señalar que el demonio ha dejado de ser una entidad que posee a una chiquilla en una cama para convertirse en un cáncer que se extiende desde los suburbios de la ciudad hasta los despachos de los más poderosos.
Todas estas tramas y personajes evolucionan de manera algo dispar. Mientras que el entorno familiar y sus habitantes nos ofrecen los personajes más trabajados y gran parte de las actuaciones que elevan la calidad de la serie (la matriarca Angela Rance interpretada por Geena Davis se lleva la palma en este sentido), no todo posee la misma calidad. Es precisamente la concepción de lo diabólico como una entidad corruptora de la totalidad del hogar (y no sólo del poseído de turno) lo que
Las tramas relacionadas con el padre Tomas, más allá de su relación con la familia Rance, no acaban de encontrar su lugar y terminan por parecer un mero añadido para aportar el reglamentario trasfondo trágico al personaje. Afortunadamente esto queda compensando gracias al mucho más interesante Padre Tomás, su road buddy que rescata con sus actuaciones y trasfondo esta parte de la serie.
A nivel visual nos encontramos ante una serie que funcionaba mejor en sus momentos de reposo que en los clímax, los exorcismos. La fotografía de colores fríos y los largos planos a pies de su suelo generan una tensión que los efectos especiales acaban por destruir, dando lugar a unas posesiones diabólicas excesivamente artificiales y alejadas de la chocante naturalidad de la película original. Sin embargo ideas como la relación mental entre los poseídos y el demonio, las vueltas al pasado o la omnipresencia del mal salvan el aspecto visual de una producción dotándola de un carácter personal.
Tras una temporada que aún no se sabe si tendrá o no continuidad dados los escasos índices de audiencia, The Exorcist se despide como una producción notable que sabe superar sus altibajos y alejarse de las presiones de la nostalgia para ofrecer una apuesta bastante interesante. Aunque no se acerca a los niveles de ese clásico de la serialidad actual que es Hannibal, si que contenta a los amantes del terror y a los que buscan un tratamiento diferente a un tema ya tan manido.
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