Como ya pasó en el anterior capítulo, los metahumanos (o monstruo en este caso) a los que tiene que hacer frente Barry quedan relegados a un segundo plano para dar paso a las relaciones y problemas de los protagonistas. La aparición de un monstruo, al más puro estilo Godzilla y que resulta ser un holograma creado por un adolescente aburrido, es la excusa perfecta para estrechar lazos entre Julian y Barry.
El odio del nuevo criminalista hacia los metahumanos no se debe a problemas en el pasado con alguno de ellos o porque los considere algo peligroso. Simplemente Julian cree que los metahumanos desperdician sus habilidades cometiendo crímenes cuando podrían estar ayudando a la humanidad.
Precisamente por esas palabras que pronuncia no se entiende que desprecie a Flash cuando es de los pocos metahumanos que ayuda a sus conciudadanos. Al final hemos visto que, igual que ha empezado una especie de compañerismo con Barry, cada vez ve con mejores ojos a Flash. Hay ciertas palabras en el discurso de Julian que nos hacen pensar que intente adquirir poderes sea como sea. En el caso de adquirir lo que tanto desea, ¿será para bien o para mal?
La que no sabemos si seguirá por el buen camino o acabará como su análoga Killer Frost es Caitlin, que lejos de comentar a sus compañeros por lo que está pasando decide ir a ver a su madre, científica de pro y a la que no ve hace tiempo, para que le eche una mano en eso de ir congelando todo lo que toca.
Este secretismo de Caitlin con respecto a sus habilidades solo es una estrategia para no determinar por qué camino tirará. Si lo comentase con el equipo, seguramente daríamos por hecho que va a acabar en lado correcto por tener su apoyo. De lo contrario, verla ocultar cosas incluso a Cisco le adquiere un halo de misterio a su futuro que precisamente es lo que se busca con esta nueva trama de Caitlin. ¿Algún día tendrá una trama alegre y que no consista en complicarle la vida con engaños, muertes y demás problemas personales?
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