El estreno de 2 Broke Girls marcó un hito en la historia de las sitcoms. La emisión de su primer episodio contó con una audiencia de 19 millones de personas que, aunque disminuyó considerablemente a lo largo de su primera temporada, recalcó la esencia totalmente fresca y original que aportaba la serie de Michael Patrick King (Sex and the City) y Whitney Cummings a la parrilla americana. En TV Spoiler Alert queremos mucho a Max y Caroline, pero llega un momento en la vida de todo producto televisivo en el que tenemos que sacar nuestros pañuelos y despedirnos, así son las cosas.
La historia de nuestras queridas pasteleras
ya va por su quinta temporada, después de reinventarse, o al menos intentarlo,
en diferentes escenarios que acaban devolviéndolas siempre al restaurante de
Han. Aunque siguen en el mismo sitio que les paga por hacer casi nada, también
se van encargando de “Max’s Homemade Cupcakes” y acoplándose a cualquier lugar
donde les ofrezcan trabajo para poder pagar el alquiler. ¿Nos convencía? Sí, ya
que desde el principio el objetivo era tratar el contraste entre la vida de una
copia barata de Paris Hilton, Caroline para los que vais más perdidos, con la
casi falta de humanidad de en una camarera de Williamsbourg, es decir, Max.
La serie prometía, sobre todo en una época en la que la crisis estaba en boca de todos y se podía exprimir cualquier tema relacionado con esa actualidad. Cualquier serie que trate con inmediatez un tema actual tiene probabilidades de llamar la atención, y más aún si sabe jugar sus papelas y cuenta con unos diálogos realistas, cortantes e independientes de lo que se esté emitiendo en aquel momento. Por eso 2 Broke Girls se hizo rápidamente con un lugar en nuestro calendario semanal, mirábamos cada capítulo para poder disfrutar de un humor negro difícil de encontrar en un mundo televisivo que, a pesar de su diversidad no siempre ofrece lo que se necesita en el momento. Triunfan gracias chistes sobre las Kardashians o cualquier otro tema que esté al rojo vivo en territorio yanqui.
Pongamos las cartas sobre la mesa, el humor de Max es el único pilar que por el momento sostiene la serie. Aunque poco a poco hemos visto que Sophie tuvo sus momentillos en los que nos saca una carcajada por comentarios bastante randoms. El humor medio racista hacia Polonia o a su cultura en general, la cual cabe decir está 100% inventada en la serie, rescata algunas conversaciones que te pillan preguntándote qué estás haciendo con tu vida mientras los chistes guarros sin gracia de Oleg o los tierra trágame de Caroline pasan y pasan. Cada vez que Max se mete con el mini coreano se nos sale una carcajada o al menos asentimos por el ingenio de ciertos (que no todos) chistes. Se echa de menos sus pullas a los clientes modernos que visitan el restaurante y, aunque sus comentarios están contando con lagunas son los responsables del hope-watching que seguimos practicando algunos.
La serie prometía, sobre todo en una época en la que la crisis estaba en boca de todos y se podía exprimir cualquier tema relacionado con esa actualidad. Cualquier serie que trate con inmediatez un tema actual tiene probabilidades de llamar la atención, y más aún si sabe jugar sus papelas y cuenta con unos diálogos realistas, cortantes e independientes de lo que se esté emitiendo en aquel momento. Por eso 2 Broke Girls se hizo rápidamente con un lugar en nuestro calendario semanal, mirábamos cada capítulo para poder disfrutar de un humor negro difícil de encontrar en un mundo televisivo que, a pesar de su diversidad no siempre ofrece lo que se necesita en el momento. Triunfan gracias chistes sobre las Kardashians o cualquier otro tema que esté al rojo vivo en territorio yanqui.
Pongamos las cartas sobre la mesa, el humor de Max es el único pilar que por el momento sostiene la serie. Aunque poco a poco hemos visto que Sophie tuvo sus momentillos en los que nos saca una carcajada por comentarios bastante randoms. El humor medio racista hacia Polonia o a su cultura en general, la cual cabe decir está 100% inventada en la serie, rescata algunas conversaciones que te pillan preguntándote qué estás haciendo con tu vida mientras los chistes guarros sin gracia de Oleg o los tierra trágame de Caroline pasan y pasan. Cada vez que Max se mete con el mini coreano se nos sale una carcajada o al menos asentimos por el ingenio de ciertos (que no todos) chistes. Se echa de menos sus pullas a los clientes modernos que visitan el restaurante y, aunque sus comentarios están contando con lagunas son los responsables del hope-watching que seguimos practicando algunos.
De los diez capítulos que llevamos, los que
destacan serían el segundo solo por las “oldsen twins”, el tercero que nos tocó
la patata con el efímero regreso de Andy, el cuarto con el beso entre nuestras
protagonistas y los “cameos” de Cher, el episodio Nº 100 con el regreso de una
Caroline fría y ricachona, aunque el premio se lo lleva Gertrude, la amiga
de su abuela, y el décimo que… Bueno, el décimo estuvo bien pero no.
Ahí está la cosa, de todos los capítulos que llevamos, no se rescatan ni la mitad. Y de los que se salvan, solo unos cuantos diálogos se llevan la medalla de decentes. Cada episodio tiene una media de 1.6 de rating y la necesidad por querer seguir contando con unos números así acabará jugándole una mala pasada a la serie. Pocos productos televisivos han logrado mantener la calidad en cada una de sus temporadas, muchos han ido a la alza pero la mayoría ha caído en picado y poco a poco se ve como las ansias de alargar el éxito puede acabar erradicándolo del todo. Se tiene que reconocer la originalidad que tienen los guionistas para poder darle jugo a cada nueva entrega de 2 Broke Girls, no decaen aunque lamentablemente el nivel está lejos de ser el mismo con el que empezaron y como no suban el ritmo la serie acabará en un sitio peor que Williamsburg.
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