Convengamos todos que esta temporada ha sido bastante floja en cuanto a estrenos seriéfilos. Por ello, The Americans (FX) se ha convertido en mi particular sorpresa televisiva. Y en el mejor estreno de la cadena, así como la más nominada de las cadenas de cable.
Elizabeth y Philip Jennings son el típico matrimonio con dos hijos y viven en un barrio residencial. Hasta aquí, todo normal. Pero resulta que son unos espías rusos que llevan infiltrados en Estados Unidos desde hace mucho tiempo. Y sí, la serie está ambientada en los años 80, en plena Guerra Fría.
Elizabeth y Philip Jennings son el típico matrimonio con dos hijos y viven en un barrio residencial. Hasta aquí, todo normal. Pero resulta que son unos espías rusos que llevan infiltrados en Estados Unidos desde hace mucho tiempo. Y sí, la serie está ambientada en los años 80, en plena Guerra Fría.
Joseph Weisberg (quien trabajó en la CIA) se basó en unos hechos sucedidos en 2010, cuando el FBI dio a conocer a un grupo de diez rusos que llevaban infiltrados más de una década en Estados Unidos, el llamado “Programa de Ilegales”. Un material con mucho potencial televisivo que tiene un elenco que funciona perfectamente.
La mentira
The Americans nos habla del matrimonio, del espionaje, de los conflictos morales. De vivir en una mentira constante. Ni el propio matrimonio sabe del pasado de su respectiva pareja. Keri Rusell (Elizabeth) y Matthew Rhys (Philip) resuelven estupendamente a esta pareja, que se ven obligados a convertirse en matrimonio y a tener hijos para llevar una vida normal y, paralelamente, desarrollar su actividad de espionaje. Para evitar problemas, no pueden saber nada de ellos mismos, ni sus nombres reales. Y, por supuesto, nunca han hablado en ruso entre ellos. La mentira en la que viven sus hijos, los cuales no saben nada del aspecto soviético de sus progenitores, no saben que se escapan de noche para llevar a cabo sus operaciones.
Para añadir más tensión a la trama, sus vecinos son otra familia, los Beeman, formada por un agente del FBI, que trabaja, justamente, en Contrainteligencia. Vamos, que persigue a los espías rusos. Y resulta interesante este juego del gato y ratón que nos presenta la serie. Son buenos vecinos, se ayudan entre ellos y, sin que lo sepa Stan (Noah Emmerich), resulta que el objeto de su persecución vive al otro lado de la calle.
Los Beeman también viven en la mentira, con un matrimonio fallido, una mujer asqueada del barrio residencial, un marido que nunca está en casa y que, oh sorpresa, se ha enamorado de Nina (Annet Mahendru), quien trabaja para el KGB, y a la que ha reclutado para que le pase información de lo que se maneja en la Rezidentura.
Su cotidianidad
Aparentemente, los Jennings llevan una vida de lo más normal. Son propietarios de una agencia de viajes, a la que acuden cada día a trabajar. Tienen dos hijos, Paige (Holly Taylor) y Henry (Keidrich Sellati) y tienen su más y su menos. Pero son espías, contactan por radio con la central, tienen a una supervisora, Claudia (Margo Martindale), utilizan el sexo para captar y conseguir, y matan si tienen que matar. Fríamente, como la propia guerra en la que viven.
Son maestros del disfraz, de las pelucas y las gafas de sol, de convertirse en "otro", como Clark, el personaje inventado por Philip para acercarse a Martha (Alison Wright), la secretaria de Frank Gaad (Richard Thomas), el jefe de Stan en la CIA. Tanto se acerca, que se acaba casando con ella. Martha, otra que vive instalada en la mentira, aunque creo que empieza a tener dudas. En un artículo reciente de Vulture hablan de ella como el "personaje más triste".
Resulta brutal ver cómo pueden compartimentar sus sentimientos, la frialdad en la que viven instalados. Es lo que tiene llevar una doble vida. Y nosotros, los espectadores, vamos un paso por delante de ellos, porque sabemos lo qué hacen ellos, los rusos, y los del FBI. No hay engaño alguno, pero ello no quita que no nos sentamos mal por lo que le pasa a Marta. O por cómo muere Amador (Maximiliano Hernández), o Vlad (Vitaly Benko), por poner dos ejemplos de ambas partes.
Uno de los primeros dilemas que nos presentan es cómo Philip se ha adaptado al "american way of life" y empieza a tener serias dudas, pero sigue ejerciendo de espía. Más dura en este sentido es Elizabeth y es uno de los puntos de conflicto que tienen como pareja. De todos modos, a lo largo de esta primera temporada hemos visto cómo evolucionaban ambos personajes. Así, Philip se ha ido "enfriando", mientras que Elizabeth ha aumentado su temperatura. No es que dude de su patriotismo, pero sí empieza a darse cuenta de todo a lo que ha tenido que renunciar –esas conversaciones con Gregory (Derek Luke), ese momento escuchando la voz de su madre grabada en una cinta...–
Los que son evidentemente americanos son sus hijos. ¿Les confesarán alguna vez que son espías? Muy elegantemente, en el último episodio, nos dejan ver cómo a Paige (la hija) hay cosas que no le cuadran. ¿Lo explorarán en la segunda temporada? Yo tengo muchas ganas de que regrese y, si mantiene el nivel de esta primera temporada, puede convertirse en una de esas series que quieres coleccionar y revisionar.
Y a vosotros, ¿qué os ha parecido?
Son maestros del disfraz, de las pelucas y las gafas de sol, de convertirse en "otro", como Clark, el personaje inventado por Philip para acercarse a Martha (Alison Wright), la secretaria de Frank Gaad (Richard Thomas), el jefe de Stan en la CIA. Tanto se acerca, que se acaba casando con ella. Martha, otra que vive instalada en la mentira, aunque creo que empieza a tener dudas. En un artículo reciente de Vulture hablan de ella como el "personaje más triste".
Resulta brutal ver cómo pueden compartimentar sus sentimientos, la frialdad en la que viven instalados. Es lo que tiene llevar una doble vida. Y nosotros, los espectadores, vamos un paso por delante de ellos, porque sabemos lo qué hacen ellos, los rusos, y los del FBI. No hay engaño alguno, pero ello no quita que no nos sentamos mal por lo que le pasa a Marta. O por cómo muere Amador (Maximiliano Hernández), o Vlad (Vitaly Benko), por poner dos ejemplos de ambas partes.
¿Madre patria o tierra de adopción?
Uno de los primeros dilemas que nos presentan es cómo Philip se ha adaptado al "american way of life" y empieza a tener serias dudas, pero sigue ejerciendo de espía. Más dura en este sentido es Elizabeth y es uno de los puntos de conflicto que tienen como pareja. De todos modos, a lo largo de esta primera temporada hemos visto cómo evolucionaban ambos personajes. Así, Philip se ha ido "enfriando", mientras que Elizabeth ha aumentado su temperatura. No es que dude de su patriotismo, pero sí empieza a darse cuenta de todo a lo que ha tenido que renunciar –esas conversaciones con Gregory (Derek Luke), ese momento escuchando la voz de su madre grabada en una cinta...–
Los que son evidentemente americanos son sus hijos. ¿Les confesarán alguna vez que son espías? Muy elegantemente, en el último episodio, nos dejan ver cómo a Paige (la hija) hay cosas que no le cuadran. ¿Lo explorarán en la segunda temporada? Yo tengo muchas ganas de que regrese y, si mantiene el nivel de esta primera temporada, puede convertirse en una de esas series que quieres coleccionar y revisionar.
Y a vosotros, ¿qué os ha parecido?
A mí no sé por qué no me terminó de enganchar. Y mira que vi unos siete capítulos, pero creo que Felicity me ponía nerviosa y cada episodio hacían lo mismo, él la quiere, ella es una borde y al final se acaba ablandando. Lástima porque el tema me parecía super interesante, pero cuando no conectas, no conectas...
ResponderEliminarBuen análisis :D
Tiene potencial. Mañana comienza su segunda temporada a ver qué tal pinta la cosa. Aquí os dejo mi valoración de la primera ;)
ResponderEliminarhttp://seriesanatomy.blogspot.com.es/2014/02/sexpias-de-los-80.html
Saludos!