En televisión, como en todo, hay modas. Ahora no le extraña a nadie que saquen una nueva película o serie basada en un cuento de hadas (ahí tenemos a OUAT, sin ir más lejos) o que desde aquel bombazo como fue Millenium (no es casualidad que Michael Nyqvist sea el malo) el drama nórdico hubiera traspasado fronteras (como denotan esas dos nuevas adaptaciones de The Bridge). De hecho, cuando El Código Da Vinci se expandió como la pólvora meses después de su publicación y aparecieron ciertas inspiraciones como National Treasure, una serie que tuviera como trama central una aventura envuelta en una conspiración histórico-religiosa hubiera tenido mucho calado. No obstante, si se emitiera ahora tal vez no nos sorprendería tanto.
Vaya, ¡pero si la semana pasada se estreno Zero Hour en ABC! Firmada por Paul Scheuring, creador de Prison Break, y protagonizada por el gran Anthony Edwards de ER, cualquiera hubiera dicho que el nuevo formato vendría a renovar el panorama televisivo, que de tantos intentos parece agotarse por momentos. Pero nada más lejos.
Es cierto que cuenta tanto con el elemento conspiratorio como con el elemento nazi, siempre (misteriosamente) tan atrayente, todo regado con ramalazos danbrownistas sobre el pasado de la Iglesia y sociedades secretas, y ese elemento tan de moda como es el terrorismo. Y, siendo sinceros, si no le pedimos a una serie más que una dosis de entretenimiento puede que hasta Zero Hour acabe por convencernos. ¿He mencionado que hay relojes? (¡sí, relojes!).
Pero qué queréis que os diga. Quizás a esta altura de la midseason una serie tan plana y previsible sea una propuesta demasiado sencilla, algo que tal vez hayan interpretado ese puñado de espectadores que sí se atrevieron a echarle un vistazo (1.4 en demográficos). La crítica americana parece chorrear por la propuesta principalmente por el retorno de Edwards, pero por otro lado también es cierto que ni siquiera él (con el personaje menos carismático de su carrera, seguramente) puede hacer nada. Zero Hour es demasiado complicada e incluso parece que ha decidido de motu propio que sus espectadores sean incapaces de seguirla. Yo lo siento, pero si me llevas de un mercadillo al norte de Canadá y me cuentas la historia de doce nuevos apóstoles que surgieron en la Alemania nazi para salvar el mundo pues qué quieres que pase...
Y a todo esto... ¿cuándo terminará la industria de colocar a misteriosos personajes que vivieron el nazismo tan de pleno sin que pensemos que deberían haber muerto ya de viejos?
COMENTARIOS