Hemos insistido sobradamente en que uno de los principales temas de esta temporada de Mad Men es la ambición. La ambición de Roger, de Peggy, de Megan, de Pete... personajes que han demostrado querer conseguir algo y que en ocasiones poco les importa los medios para lograrlo. Pero la ambición conlleva otros comportamientos y reacciones como el egoísmo, y en Dark Shadows hemos visto que si bien no todos los personajes son tan ambiciosos como pudiera parecer, sí que tienen impulsos bastante similares a la hora de defender su territorio. Especialmente, destacan Don, Roger y una Betty que lleva dos temporadas bastante desaparecida, pero que cada vez que aparece sube el pan —y su peso—; todos ellos, en definitiva, no aspiran a llegar más alto como la generación más joven, sino que tratan de mantenerse en el juego que una vez lideraron.
Quizás la verdadera protagonista de este episodio haya sido Betty, aquella mujer que con su aumento de peso casi nos hizo creer que había cambiado. Y, de hecho, es lo que pensamos durante sus primeras escenas, cuando se muestra amable, comprensiva e incluso dulce con sus hijos, quizás por la influencia del grupo de pérdida de peso al que se ha apuntado. Llegamos a pensar, incluso, que Betty comienza a sentirse mejor consigo misma, pero también sabemos que eso es algo que no puede durar mucho. Y cuando Betty va a recoger a sus hijos a casa de Don y descubre a una joven y atractiva Megan cambiándose de ropa, sus instintos de supervivencia afloran con más fuerza que nunca. Como si eso no bastara, el descubrir una nota amorosa de Don a su nueva esposa tras el dibujo de una ballena sangrante —que puede que incluso haya ofendido a su madre— hecho por su hijo, su rabia y su envidia se encienden silenciosamente y la venganza se convierte en su nueva obsesión. Por ello, le cuenta a Sally —de nuevo, papelón de la niña— el secreto más oscuro y sucio del pasado de Don, o al menos parte de él, para tratar que la visión que tiene su hija de su padre cambie radicalmente a favor de Betty. El nombre de Anna Draper vuelve a salir a relucir, y la pequeña Sally, tras discutir primero con Megan y después con Don, consigue saber lo que quiere. Y lo que es peor, cuando Megan se da cuenta de que lo único que quiere hacer Betty es hacer daño, Don se lo toma mejor, por lo que la que fuera ama de casa de postín pierde este combate. Pero la que aprende una lección es Sally, que descubre lo crueles que pueden llegar a ser sus padres.
Como para olvidar la frase que dice en la cena de Acción de Gracias. "Estoy agradecida por tener todo lo que tengo... y que nadie tenga nada mejor". Aunque se engañe, Betty también se convence de que es feliz, que es capaz de contentarse con la ración más pequeña de comida. ¿Será Betty capaz de aceptar su situación al final o volveremos a ver otro de sus ataques de helada rabia?
Por otro lado, me ha gustado especialmente la posición que ha tomado Gingsberg en la vida de Don y en la de Peggy. En el caso del famoso creativo, cuando se percata del prolífico trabajo de su nuevo redactor se da cuenta —aunque Joan se lo suaviza un poco— de que se ha quedado atrás, que ha dejado de ser la joya de su empresa, que ya no es un creativo más. De ahí que sea capaz de coger una idea de Gingsberg para una marca llamada Sno Balls para saber qué es lo que propone, y así trate Don de ofrecer algo mejor, que objetivamente no consigue, aunque su equipo parezca encantado con ambas propuestas, a pesar de que saben que la de Gingsberg es más adecuada. A pesar de ello, Don es capaz de dejar tirada la joven propuesta del redactor y hacer prevalecer la suya, aunque Gingsberg se lo eche en cara, Don sabe que sigue siendo el jefe, y que no le preocupa lo más mínimo lo que el chaval piense de él —"I don't think about you at all", ojo a la frase—, aunque en el fondo sabemos que no se siente así. Mientras, en el caso de Peggy, el que Roger le pague por adelantado y sin rechistar un trabajo a Gingsberg le recuerda dos cosas: que es mujer y que Gingsberg está triunfando peligrosamente en la agencia. Gingsberg es un genio, lo mires por donde lo mires, y mientras Don tiene que pasarse horas para obtener una idea mediocre o Peggy tiene que irse la última de la oficina, Gingsberg parece haber nacido para ser publicista.
Las propuestas de Sno Balls. Gingsberg a la izquierda, Don a la derecha.
Por otro lado tenemos a Roger, que lleva toda la temporada peleando por volver a ser quien era, al igual que Don ha empezado a hacer en este episodio. De ahí que pague de su propio bolsillo un pitch a Gingsberg o que, a cambio de un nuevo piso, lleve a Jane a una cena con unos clientes judíos a pesar de que están separándose. La cena sale bien y Roger consigue un nuevo tanto, pero cuando un nuevo pretendiente aparece para cortejar a Jane delante de sus narices Roger se pone las pilas y la vuelve a conquistar, mancillando el nuevo piso de su exmujer, tan solo por volver a ganar. Y, al contrario que Don o Betty, él no se siente culpable por atender a sus instintos. Porque Roger es Roger, claro está.
Tampoco olvidaremos a Rory Gilmore prácticamente despelotada. Ni de broma.
Me ha encantado Betty en este capítulo! se la echaba de menos. Es una cabrona, pero es necesaria.
ResponderEliminarMegan me cae bien, pero también tiene que reconocer que ella lo tiene fácil (como le ha dicho su compañera mientras ensayaban la prueba de una obra).
Don en este capítulo me ha dado un poquillo de lástima pensando tanto en lo del anuncio, pero también es normal que a él también le pueda picar eso de quedarse atrás - como mente creativa, al menos - aunque Gingsberg va a tener que hacer todavía mucho para superarlo, ya que efectivamente va a verse impedido en el hecho de que Don es el jefe. Pero es una gran incorporación (sus chascarrillos nunca sobran)y no creo que sea un trepa ni nada por el estilo, por lo que a veces agobia bastante como le empieza a mirar Peggy.
No comenté nada la otra vez, pero me ha gustado mucho la incorporación de Alexis Bladel a Mad Men. Aunque no que haya sido casi de la mano de Pete (no soporto a su personaje).
Betty es genial, su maldad es legendaria y me encanta. En cambio, Don no me ha dado pena simplemente por cómo se ha deshecho de Gingsberg... habrá mantenido su posición pero a costa de ser un cabronazo, si se enterara Megan...
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