La semana se me ha hecho larguísima, pero la espera ha merecido la pena. Si el piloto de la serie fue brutal, este capítulo es mejor: más acción, más sangre, más personajes, más conversaciones, menos duración. Del apocalipsis zombi no sabemos nada más, y juro por Locke que encontraré los cómics y los compraré para enterarme de todo (sí, he dado unas cuantas vueltas hoy por Madrid buscándolos, pero sólo he encontrado a partir del número 7... ¡ACAPARADORES!).
El capítulo comienza con una pequeña presentación de los habitantes del campamento en el que están Shane, Lori y Carl. Dura solo un momento, porque enseguida nos enfocan a la mujer del protagonista y a su mejor amigo dándole al tema por delante y por detrás.
Aunque Rick se haya salvado de los zombis (de momento, toquemos madera), no significa que vaya a sobrevivir a los vivos, y es que Glenn le lleva donde está el resto de su pequeño grupo, que quiere matarle por haber revolucionado a los no muertos de esa manera (recordemos que se guían por los sonidos, y los disparos... pues eso). Sobre todo, la más hostil es Andrea (Laurie Holden), con la que auguro tema, que asegura que les matarán después de lo que Rick ha hecho.
De repente, se escuchan disparos. El idiota que dispara es Merle Dixon (Michael Rooker) que tiene toda la pinta de ser el más malo de todos, y es que nada más llegar el grupo a la azotea desde la que dispara se encara con T-Dog (IronE Singleton), por ser negro, y a base de golpes no deja que nadie le arrebate a su nueva presa. Afortunadamente el "sheriff ha llegado a la ciudad" y consigue reducir al psicópata en un momento, encadenándole con unas esposas a una tubería. El resto del grupo, Jacqui (Jeryl Prescott) y Morales (Juan Gabriel Pareja), observan atónitos.
Encerrados, los supervivientes tienen que escapar, pero lo tendrán difícil porque en la puerta se agolpan decenas de zombis. Glenn y Morales inspeccionan las alcantarillas buscando alguna salida, pero un zombi les impide el paso. Desesperados, vuelven a la azotea y divisan un concesionario de coches donde saben que las llaves están en una caja. Es su única salida. Y Rick, mientras Merle les grita, encuentra una solución.
Los zombis diferencian a un humano de un no muerto por su olor, así que si se rebozan en sangre zombi no les descubrirán. Dicho y hecho: cogen a un zombi muerto (qué incongruencia) y, después de un momento de sentimentalismo por él, le desmiembran, le rebanan y le sacan las tripas, para rebozar a Rick y Glenn en la putrefacta salsa. Por si fuera poco, deciden ponerse trozos del difunto colgando del intestino delgado por sus cuerpos.
De esta guisa salen los valientes, intentando camuflarse entre la masa de muertos vivientes, y parece que funciona. Mientras, en la azotea, T-Dog consigue contactar a través de la radio que tienen con Dale (Jeffrey DeMunn), uno de los integrantes del campamento de supervivientes, para pedirles ayuda. A pesar de que la hermana de Andrea, Amy (Emma Bell) es,tá con ellos, Shane decide no ir a ayudarles y dejarles a su suerte.
Obviamente, algo tenía que pasar, y es que comienza a llover. Los fluidos corporales del zombi desaparecen de los cuerpos de Nick y Glenn y los zombis de repente se dan cuenta de su presencia. Afortunadamente estaban cerca del concesionario y les da tiempo a entrar, a pesar de que los zombis corren bastante bien (y tanto). A toda prisa elaboran un plan: Glenn cogerá un deportivo con la alarma de seguridad sonando y distraerá a los zombis mientras Rick rescata al resto del grupo. Y este plan sí funciona.
El resto del grupo tiene que abandonar el edificio a toda prisa pero hay un problema: Merle está encadenado. T-Dog, dudando, al final decide liberarlo, con la mala suerte de que tropieza y se le cae la llave de las esposas por un agujero. Sale corriendo y deja a Merle ahí, gritando. Seguro que se vengará, seguro.
Me ha encantado. La diferencia con el capítulo anterior es inmensa, se respira adrenalina en cada imagen. "¿Matarán a éste o a éste?". "¡No mires ahí, corre, un zombi!". Qué ganas tengo de que llegue al siguiente.
Igual me matáis pero no he podido evitar pensar en Lost. Nada que ver con la Isla, por supuesto, pero el hecho de que haya dos grupos, con miembros que en un principio no tienen ninguna o poca relación entre sí, que tienen que aprender a convivir en una situación desesperada, que ven cómo tienen un líder que se ha autodenominado como tal y que puede ser justo o no pero "es lo que hay" (Merle preguntando quién quiere que sea él el jefe y los demás levantando la mano es una escena que no tiene precio), que no ven clara su supervivencia. La verdad es que desde la mítica serie no he visto el tratamiento de una estructura de grupo en una serie tan bueno. Aplausos, ya.
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