Misa de medianoche (Midnight Mass) juega, como tantas series y películas, con lo terrorífica que puede ser la religión llevada al extremo. El terror ha estado ligado a lo largo de la historia en torno a la religión a través de exorcismos, sacrificios o rituales. En Misa de medianoche siguen esa corriente exprimiendo hasta el límite la literalidad de los textos sagrados.
Como persona atea, no puedo evitar enfrentarme a estos productos desde un punto de vista casi satírico. Los excesos de la serie consiguen que más de una vez mis ojos se hayan puesto en blanco mientras lo que veo me parece un poco ridículo. A pesar de ello, no tengo ninguna duda: Misa de medianoche es adictiva y entretenida. Pero un poco lenta. Hasta el punto de que si la reproduces a 1.5x lo ves a un ritmo bastante normal. Yo lo he hecho.
En Misa de medianoche, por culpa de llevar al límite la literalidad de los textos sagrados, acabamos atrapados en una isla de apenas un centenar de habitantes, rodeados de una serie de feligreses capaces de todo por salvar la imagen de Dios, sus Ángeles y sus elegidos en la tierra. El elegido en cuestión es el nuevo sacerdote Padre Paul (Hamish Linklater), que viene a sustituir al Monseñor Pruitt después de que regresase de su peregrinaje un poco indispuesto.
Mike Flanagan (The Haunting of Hill House, The Haunting of Bly Manor) es el creador de la serie y en una entrevista en The Wrap comenta que esa literalidad de la Biblia le ha llamado la atención desde niño, y entre otras cosas, menciona haber bromeado con lo parecido que es beber la sangre de Cristo para conseguir la vida eterna con el vampirismo de Drácula. El Ángel de Misa de medianoche no deja de ser una especie de chupasangre que extrae su energía de sus fieles y les utiliza como un ejército que se encarga de protegerle.
La serie destaca formalmente por sus largos diálogos, conversaciones no siempre religiosas pero existenciales entre muchos de sus personajes. Monólogo tras monólogo que no siempre terminan por contar algo. Palabras y expresiones vacías.
Uno de los personajes más interesantes es Ryan (Zach Gilford, Friday Night Lights) que trata de dejar el alcoholismo a un lado después de pasar cinco años en la cárcel. Erin Green (Kate Siegel, The Haunting of Hill House) es su amor de instituto y vive criticada por sus vecinos por haber vuelto a casa embaraza y soltera, lo que a nadie parece importarle es que el padre de la criatura la maltrataba y ha vuelto a su casa huyendo de la muerte. Mal lugar para dejar atrás los errores del pasado viviendo rodeados de vecinos que les juzgan y sobre todo, les impiden olvidar.
Otro de los personajes más interesantes de la serie es la mayor de sus devotas: Bev Keane (Samantha Sloyam, Grey's Anatomy). Ejecuta tan bien su papel que es un placer poder odiarla de principio a fin. Tarda cero segundos en ponerse del lado del mal, e incluso antes de conocer la existencia de la criatura, ya se paseaba por el pueblo envenenando mascotas. Su extremado fanatismo acabará por ser una maldición para todos, incluida ella.
En general, Misa de medianoche es una de las series de Netflix que consiguen hacernos disfrutar, algo que cada vez parece más raro. Eso sí, es tan densa y lenta que no es la mejor de las opciones para maratonear como se supone que pide la plataforma. No creo que hayáis podido ver dos episodios completos sin necesidad de descansar.
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