Veep estrena séptima y última temporada y lo hace a sabiendas de que es una de las series con mayor número de reconocimientos y que, por tanto, debe cerrar su historia por todo lo alto. La serie ha tenido sus altos y bajos, y es que hemos tenido que acompañar a Selina Meyer por un viaje que hizo que hasta el título de la serie se quedase obsoleto. ¿Cuánto tiempo ha estado la trama protagonizada por la vicepresidenta de Estados Unidos?
El contexto dramático en el que nos vamos a mover en esta última tanda de episodios es la nueva intentona de Selina por conseguir sentarse en la Casa Blanca. Al menos, tras ganar unas elecciones y no por rebote como la última vez. En esta ocasión, no sólo tiene la presión de unas encuestas que no son muy favorables, sino que tiene que conseguir que los fans de la serie se sientan satisfechos viendo, otra vez, una campaña electoral. Vimos una durante las temporadas tres y cuatro. Lo mejor de tener unas previsiones electorales tan negras hace que toda la estrategia sea más salvaje. Porque peor no pueden estar.
Si echamos un vistazo a lo que dicen algunos expertos sobre lo que debería ser un líder, los estudiosos norteamericanos Nimmo y Savage, por ejemplo, llegaron en su momento a la conclusión de que el electorado ve al candidato político como líder, hombre de partido, actor dramático y persona. Las dos primeras se corresponden con el rol político, capacidades con las que Selina no cuenta; las dos últimas se corresponden con un rol estilístico que en el caso de Meyer es un despropósito. Lo bonito de Veep es que nos lleva a seguir a una política que carece de los principios básicos que deben acompañar a un líder y que esa sea la base en la que se sustenta la serie. Eso en esta temporada no cambia.
Esta temporada parece seguir fiel a las estrategias improvisadas y poco éticas de Selina y su equipo. Hemos visto ya la facilidad con la que Selina defiende o no el aborto, cómo utiliza a su nieto para que la graben los medios o cómo reza y se alegra de un tiroteo porque puede ganar tiempo para preparar mejor su lanzamiento de campaña.
Los secundarios también tienen sus propios problemas. Amy se enfrenta a la difícil decisión de tener o no a su hijo. Ser madre parece que le hace ilusión pero el comportamiento de Dan, que lleva media vida con la crisis de los cuarenta, no le da muchas esperanzas. Estos dos acabarán juntos. Lleva escrito así desde la primera temporada y sería un pelín decepcionante no verles juntos.
Otra de las tramas más interesantes y divertidas que presenta esta temporada es la candidatura a la presidencia de Jonah Ryan. La figura del personaje más patético y menos preparado de la serie se convierte en un espejo de todos los hombres que han caído por movimientos liberadores y tan necesarios como el #MeToo y el #TimesUp. Y lo hace con una ironía inteligente. Jonah intenta ganarse mala fama como acosador y pervertido porque sabe que los hombres así tienen más posibilidades de alcanzar el poder. Ejem. Ejem.
Esta nueva temporada nos permitirá cerrar una de las grandes comedias de la historia. Y nos permite ver a una Julia Louis-Dreyfus volviendo con fuerza tras superar un cáncer de mama.
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