Netflix sufre un grave problema de personalidad, o mejor dicho, de falta de personalidad. Después de un 2018 un tanto decepcionante en cuanto a ficción televisiva de calidad y muchos intentos fallidos de series adolescentes demasiado perezosas, este año parece mantener esa línea. Sex Education se presentaba como prometedora, interesante, novedosa y original, pero acabó siendo poco más que entretenida.
Esta comedia dramática nos muestra la vida de Otis, un joven torpe e inseguro que acaba siendo el terapeuta sexual de todo su instituto debido a que su madre es una excéntrica sexóloga. Y aunque la idea es atrayente, la serie cae en clichés repetitivos y demasiado predecibles que no dejan ver todo lo que podría darnos. Con unas interpretaciones mayoritariamente buenas y unos personajes secundarios mucho más cautivadores que sus protagonistas, Sex Education es una constante balanza entre lo mejorable y lo aceptable.
Uno de los problemas que afronta Sex
Education es su nacionalidad. Esperamos mucho de las series
británicas, y más de las del género adolescente, y quizá Netflix no era la indicada para llevarla a cabo. Es por ello que
se vuelve inevitable compararla con sus antecesoras. Es cierto que
estamos ante una serie inclusiva, atrevida y sin censura, pero nada
de lo que presenta es nuevo, prácticamente todo ha
sido hecho antes, y en ocasiones mejor. Véase Skins, donde, aunque
de una forma mucho más salvaje y exagerada, se exploraban temas como
la sexualidad explícita, la homofobia, las infinitas luchas internas
por querer encajar o el aborto. Ambas son diferentes y la
época es distinta, pero parten de una misma raíz, y los hechos son
los hechos. Pese a que bien hecha y agradable, le falta innovación.
Por otro lado, Sex Education es una
serie acorde a su público y que va más allá. A diferencia de
muchas otras comedias adolescentes, cuenta con una historia bien
estructurada y una transparencia que se aprecia. No obstante, los capítulos
son indiscutiblemente demasiado largos, pero es ese extraño carisma y
carácter desenfrenado el que nos acaba enganchando, y se disfruta.
Sin embargo, no llega a ser memorable, y es una lástima, porque
podría haberlo sido si se hubiera enfocado de otra forma.
Al final, Sex Education no es una serie trascendental, y no planea serlo. No merece ser odiada, pero sí cuestionada, y tal vez hubiera funcionado mejor con una productora menos generalista. Sabe mantenerse en pie y cumple su función de amena distracción. No pidamos más.
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