Los mares de la costa de Shameless han estado alterados últimamente. Después de que Emmy Rossum anunciara que dejaba la serie cuando ésta estaba viviendo su momento más bajo, y justo cuando todas nuestras esperanzas de una mejora de calidad estaban hundidas y pedíamos desesperadamente un final un poco digno, Cameron Monaghan, quien da vida a Ian Gallagher, comunicó también su despedida. Entonces, sin dos personajes protagonistas y con una serie que iba ya sin dirección alguna, los aires soplaron en una dirección más favorable, y Shameless retomó su rumbo, aquél que echábamos de menos.
La novena temporada de la serie empezó siendo decepcionante, frustrante y casi insultante a un espectador que ha vivido tanto con la familia Gallagher y sabe de lo que es capaz esta dramedia. Con tramas poco interesantes y un carácter cada vez más justiciero y menos desvergonzado, creíamos todo perdido y estábamos a punto de darnos por vencidos. Sin embargo, antes de llegar a la midseason finale, consiguió hacernos tragar nuestras palabras y agradecer el haber aguantado un par de entregas insípidas.
La notable mejoría que la serie vivió en los últimos tres episodios emitidos se debió a algo muy simple: Shameless volvió a ser Shameless, y la familia volvió a estar unida. La serie siempre se ha caracterizado por mostrar unos personajes salvajes, políticamente incorrectos y que se enfrentaban juntos a situaciones tanto surrealistas como desoladoras. Esta cohesión familiar desapareció casi por completo en las dos temporadas pasadas, haciendo de la trama una presentación de historias individuales que se iban entrelazando entre ellas y que perdían el sentido poco a poco. Eso ha cambiado recientemente, y nos ha alegrado ver que el alma de la serie seguía presente.
Por otro lado, aunque Shameless haya conseguido encarrilarse, hemos seguido extrañando las lágrimas que nos solía traer esta supuesta comedia descarada. Es cierto que hemos vuelto a poder sentir algo con ella, cosa que nos había resultado difícil hasta hace poco, ya que cada vez nos presentaban un relato más frío e impersonal. Tal vez si la serie se hubiera enderezado antes ahora tendríamos un mejor sabor de boca, y no sólo la sensación de alivio porque han conseguido salvar lo insalvable.
La clave indiscutible de esta novena entrega de la serie ha sido que todos los caminos que llevaban los personajes han acabado uniéndose por una razón u otra. La despedida de Ian ha tenido un peso importante en ello, y el giro argumental del final ha sido un merecido regalo a los espectadores. No obstante, el adiós de Fiona tendrá lugar al final de la temporada, que se emitirá en marzo del año que viene, y sin duda las expectativas son altas, ya que un personaje de su talla debe salir por la puerta grande.
Es indiscutible que Shameless es una montaña rusa, impredecible y que puede estar en lo más alto en un momento, y en lo más bajo al siguiente, y tenemos que esto último se repita, porque las vistas son mejores desde arriba. Queremos creer que ahora no hará más que ascender, y que volveremos a tener la calidad que un día nos mostró que puede darnos y, aunque nos mantenemos firmes en pensar que esta serie no debería renovar tras esta temporada, recibiremos con más ganas que antes su regreso en el mes de enero.
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