La ABC sigue emperrada en seguir dándole movimiento al spin off de los bomberos que absolutamente nadie pidió ni necesitaba. El crossover de esta semana deja mucho que desear, sobre todo en lo que a motivar para ver Station 19 se refiere. ¿Es 19? ¿18? ¿Qué número es? Bah, da igual. Un paseo que se dan muy tonto para que el marido figurante de Bailey haga horas extra entre una serie y otra. Esto en tiempos de Addison no pasaba. Ella sí que sabía spinoffearse como dios manda.
Lo poco que se podría medio sacar del presunto súper evento es que a Maggie le salga un nuevo pretendiente. Nuevo pretendiente del que suda cosa mala porque ella está esperando a que Jackson deje de hacerse el Mowgli por los árboles. Curiosa Maggie en modo destroyer contra el juramento hipocrático y la confidencialidad. A ver si la niña prodigio se nos va a echar a perder esta temporada después de la bajada a los infiernos tan gratuita de April la pasada. Aquí sabemos un rato de fingir que no hemos visto algo hace dos días y repetirlo incluso peor. O no. El listón está muy soterrado.
Pero hablemos del auténtico giro del guion. Ese revés del destino y los acontecimientos que absolutamente nadie pudo haber predicho: Ted Mosby nuevo amante de Meredith Grey. O eso quiere. Esto sí que es un crossover. Por algún motivo desconocido, el año pasado meten a Scott Speedman de refilón para calentarle el puchero a la amiga y... Hasta aquí nos dejaron, tanto a nosotros como a la Marimerce, leer. Mareantes de manual.
La pregunta es: conociendo todos como conocemos el tipo que frecuenta la amiga (maromos altos, morenos, ojazos, maduritos sexys protagonistas de anuncio de L’Oreal Men Expert y tal), ¿quién ha fichado a Josh Radnor? Qué ganas de dejar mal al chaval, como si con las cancelaciones de sus series no tuviera suficiente desdicha. Leña del árbol caído. Malaje total. Nos vamos a quedar con que al menos no es otro médico, han sacado a Meredith del hospital y del pijama y se ha aireado un poco la mujer.
Breve apunte ya que hablamos de exteriores: ¿dónde se firma para prenderle fuego al croma del helicóptero? Eso sí que es un declive de calidades y no los arcos de mojigata dándose al lado oscuro.
Seguimos para bingo con los asuntos absurdos que siguen coleando por colear: Amelia madre de una drogadicta. ¿Cuánto tiempo se supone que le sobra a una jefa de neurocirugía para lidiar con una adolescente problemática con tendencias politoxicómanas? Creo que si a Amelia le echan una trama de aficionarse al paracaidismo se la envainan tal cual, la meten en el fregao y aquí nadie protestaría. Nos quejamos de que Meredith ha sobrevivido a la muerte 87 veces ya, pero al menos es una dinámica consistente. Las historias de Amelia son demasiado diversas ya: herencia de hermano, hermano muerto, formar las Destiny's Child 2.0, hacerse la Supermán, tumor en la cabeza, liarse con un macetero cinco veces entre medias, casarse, fugarse, divorciarse, meter niños en casa a puñaos... Y sin contar lo que tuviera en Private Practice, que ya ha prescrito. Qué versatilidad dramática y qué agotamiento existencial.
Y, cómo no, el primer cliffhanger del año: los Bonitos atacan de nuevo. No podía estar la cosa tan sexualmente calmada por el hospital y necesitábamos una tensión sexual pendiente (o no) de resolver. Los jamelgos nuevos llevaban ya 160 minutos de metraje sin hacer más que alterar a mi pobrecito Gafas, y ahora resulta que el rubio cowboy conoce a Brooke/Jo/Miss Karev. ¿Cómo, cuánto y a qué profundidad? He ahí la cuestión. Una pena que DeLuca ya quede rezagado en la carrera por montar el drama en Casa Karev.
Lo seguiremos atentos, pero en dos semanitas.
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