Ya sabéis cómo es la televisión, siempre buscando el siguiente éxito o, tristemente, el siguiente heredero. Demasiadas cayeron después de 2010 en ese tóxico intento de emular a Perdidos y, por suerte, "la nueva Juego de Tronos" es una etiqueta que hemos puesto dejando menos cadáveres en el camino. Westworld, ya bien entrada su segunda temporada y reconfirmándolo con ella, es ese nuevo gran drama de calidad premium que necesitaba ir acoplándose en nuestras vidas en lo que los Tronos terminaban de hacer la maleta.
¿No la conoces todavía? Nos extraña. ¿No te has atrevido a lanzarte a tu nuevo universo de fantasía televisada favorita? Te lo solucionamos.
1. La alta ciencia ficción de mitología profunda
Desde el primer momento en el que conocimos la premisa de Westworld, sabíamos que iba a ser un pelotazo. En las manos de una marca como HBO, una ficción de estas dimensiones, que abarcaba la construcción de todo un universo basado en la inteligencia artificial, estaba llamada a ser algo muy grande.
Su primera temporada, espectacular desde el primer minuto, resultó ser únicamente la presentación de unos mimbres que llegarían a ser explosivos, introduciéndonos en las dinámicas de un parque donde se recrea el Viejo Oeste, sin leyes ni consecuencias para sus adinerados y excesivos visitantes. La aventura, el sexo y el salvajismo escondían un complejo mecanismo tejido con suma cautela y que prometía (y entrega a día de hoy) unas cantidades ingentes de tramas y giros que nos hacen preguntarnos para cuántos años podríamos tener Westworld. Spoiler: muchos.
2. Una narrativa de velocidad y curvas
Hablábamos de llenar el hueco que iba a dejar Juego de Tronos, tanto para HBO como para la vanguardia de la producción televisiva general. En el camino de suplir con holgura la ración del carácter épico de los de Poniente, Westworld y su exposición tramposa nos recuerda a aquellos tiempos en los que cada misterio de La Isla tenía por delante dar cinco virajes en el guion antes de conocer una verdad pendiente siempre de ser revisitada.
Westworld se ha especializado en llevar un ritmo y una intensidad totalmente ajenos a lo que sufra el espectador. Esto no es una serie para planchar. De ésas ya tenemos bastantes y lo que nos pide el cuerpo es un auténtico ejercicio mental. La serie de Nolan y Joy no repara en la amplitud de su historia, la cantidad de frentes abiertos y el laberinto de conceptos y reglas con el que tenemos que jugar. Vida y muerte prácticamente repudiados del terreno de lo absoluto. Westworld recupera esa noción de nunca saber qué es presente, qué es pasado y qué es futuro. Las líneas temporales, las identidades, las naturalezas de los mismos personajes... Todo está sujeto a ser el próximo revés de esos guiones.
3. Producción espectacular con su calma
La factura de Westworld no es algo que podamos pasar por alto. Visualmente excepcional, unos efectos especiales de esos que no envidian en absoluto a la pantalla grande, ese mimo con la banda sonora que inunda Twitter cada lunes, una atención al detalle que debería sentar cátedra en la industria en general y, por supuesto, esa capacidad de desarrollar unos espacios extraordinarios a la altura de cualquier dragón medieval. La recreación del ecosistema western es un diez por todos lados, y hasta nos resarce por la cancelación de Deadwood, que no pudo hacer frente a todos los costes allá por 2006.
HBO entiende que semejante producto no se puede hacer deprisa y corriendo, y si no se puede sacar una temporada por año, se espera lo que haga falta. Se sufre esa espera, sí, pero se nota que merece la pena el martirio.
4. The FOMO
Sólo lleva dos temporadas. Bueno, una y media. Si aún no ha alcanzado ese estatus de must porque, por algún casual, el señor que reparte las pegatinas de "serie obligatoria" está a verlas venir, ya os lo avanzamos nosotros: no quieres ser el que se queda fuera de la conversación porque no ve la serie de moda. Es un argumento elitista, pretencioso y seguramente levantará más backlash que otra cosa, pero es lo que hay.
No te hagas el indie y el salmonete a contracorriente, no reniegues de Breaking Bad y sucumbe ante la presión social. La presión social es buena y viene genial para las contracturas. Estás a tiempo de no tener la excusa de "uf, es que qué pereza verme siete temporadas ahora, ¿no?" y llegar a indignarte de manera hermanada con el resto de la nación globalizada por si pinchan en el final.
5. Referente sociológico
Y vamos a terminar con lo verdaderamente útil de Westworld: ficciones a cuestas de hombros femeninos. Westworld desprendía heteropatriarcado por los cuatro costados: el mito de la damisela en peligro y el de la puta muerta. Siempre tiene que morir una, pobrecilla. La revolución que no vamos a destripar pone al frente a dos mujeres de bandera, de las que dejan huella y no se cortan a la hora de explotar su condición de icono.
Derrocar al varón blanco del timón de la narrativa y dejarlo en manos más capaces y apasionantes es una de las principales bazas de la serie. Entre Thandie Newton y Evan Rachel Wood se reparte la ovación semana a semana y si tienes la menor intención de ser una persona consciente de lo que es tener dos lideresas como manda la ley, ya estás tardando en darte el placer absoluto de conocerlas.
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