Vivimos, afortunadamente, en una época en la que nuestra conciencia sociocultural ha crecido de una forma tan desmesurada como consciente. Tanto es así que, quizás con más facilidad que nunca, somos capaces de cuestionar rápidamente el mundo que nos rodea en base a los nuevos preceptos sociales que se aposentan sobre cada vez más sólidos principios de libertad, diversidad e inclusión; y que cada vez son más universales para una mayoría de nosotros. Para una generación tan impactada por la cultura popular, ya no solo contemporánea sino también antigua (la facilidad de acceder a productos populares pasados es mayor), todos los productos que nos rodean son observados con una lupa cargada con diversos filtros, como el del feminismo o el de la diversidad entendida de forma generalista. No es casualidad que las nuevas generaciones vean series como Friends con cierta reticencia o que incluso aquellos que la vimos en su época la observemos con un escepticismo nacido de nuestro constante aprendizaje, a sabiendas de que no importa lo progresista que fuera un producto cultural en su época ya que dicho progresismo puede ser retrógrado en cuestión de generaciones.
Eso es, desde mi punto de vista, lo que está sucediendo en este momento con RuPaul Charles. El icono LGBTQ y drag queen más importante, seguramente, de la historia, capitanea desde hace una década el reality show más revolucionario de la televisión, RuPaul's Drag Race. El programa, que está a punto de lanzar su décima temporada, se encuentra en un tenso momento debido a unas recientes declaraciones de su creador y presentador para The Guardian, donde RuPaul hablaba de que su programa le decía "que te follen" a la cultura heteropatriarcal al mismo tiempo que soltaba, con ciertas dudas pero las soltaba al fin y al cabo, unas declaraciones que no solo no han hecho demasiado felices a los fans del programa, sino que han molestado tremendamente a la comunidad LGBTQ y que han puesto en entredicho al personaje público. Si bien no hace abiertamente un comentario tránsfobo en la mencionada entrevista, RuPaul llega a decir que "probablemente no" aceptaría en su programa a una mujer trans que haya comenzado su proceso de transición del mismo modo que no aceptaría a una mujer cis, lo que en sí es una declaración tránsfoba. Para RuPaul el drag, algo que ha repetido en varias ocasiones en su programa, es el arte de crear una ilusión de feminidad sobre el cuerpo de un hombre y por lo tanto, y citando a la mencionada entrevista, si las mujeres hicieran drag "se perdería el sentido del riesgo y de la ironía porque el drag es, en su esencia, una declaración social y un gran 'que te follen' a la cultura heteropatriarcal".
¿Qué significa esto? Primero, que RuPaul, más que una persona abiertamente tránsfoba (como han señalado algunos sin que les tiemble la mano) es una drag queen de la vieja escuela con una concepción del drag que apenas ha evolucionado desde que se convirtió en la "supermodel of the world". Hay que entender, aunque no necesariamente respetar, que RuPaul creció y maduró en la cultura del ballroom y de los clubs neoyorquinos, donde el drag se entiende casi como un género aparte (en la entrevista de The Guardian compara la diferencia entre el drag y la mujer trans con la diferencia entre los dólares y las libras esterlinas) y donde la concepción queer apenas ha hecho mella, incluso a día de hoy. RuPaul, a pesar de que ha hecho durante su carrera algunas declaraciones realmente controvertidas respecto a las personas trans y que ha tenido que eliminar de su programa algunos conceptos viejunos y ofensivos (recordemos aquella coletilla de "You've Got She-Mail"), siempre ha sido, al menos públicamente, respetuoso con las reinas trans que han aparecido en su programa, como Sonique, Monica Beverly Hillz o Peppermint, esta última finalista de la novena temporada y mujer trans desde antes de que esta comenzara, aunque RuPaul haya llegado a decir que no la hubiera seleccionado si, por ejemplo, ya se hubiera operado los pechos previamente.
Segundo, y relacionado con lo que decíamos al comienzo del texto, que el progresismo es una cuestión temporal y que es tremendamente sano observar y cuestionar incluso a nuestros iconos más liberales por sus acciones y pensamientos, ya que también de esta forma construimos como sociedad el mundo en el que queremos vivir.
RuPaul nunca se ha retractado de sus opiniones pero, por primera vez, no ha tenido más remedio que hacerlo. Tras la polémica entrevista llegó a comparar en su Twitter el tratamiento hormonal con el dopaje de los atletas, diciendo que "puedes doparte y seguir siendo un atleta, pero no en las Olimpiadas". Al incendiario tweet le siguió tal backlash que incluso las "reinas" de su programa, varias de ellas trans, no dudaron en reprobar sus comentarios. Por eso, hace unas horas, RuPaul no tuvo más remedio que disculparse "Entiendo y me arrepiento del dolor que he causado. Los trans son los héroes del movimiento LGBTQ. Sois mis maestros".
Tras esto seguramente se calmen las aguas, pero hemos aprendido que, como toda buena revolución, la cimentada por el programa de RuPaul ha superado a su propio personaje, creando una comunidad de actores, telespectadores e incluso activistas que son capaces de cuestionar los principios de la misma y de su líder; que la comunidad LGBTQ sigue creciendo y aprendiendo, y que no es una comunidad de ideales únicos ni unitarios, sino variados y tremendamente inclusivos; y que nadie se libra de un buen escarmiento cuando mete la pata. Ni siquiera si eres RuPaul.
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