La soberana estupidez del caso de los jóvenes frikis es algo que merece mención única y exclusivamente por las cotas de decadencia del guion. Unos diálogos de obra de quinto de primaria nos llevan a pensar una cosa: ¿por qué no pasamos a regentar una funeraria en vez de un hospital y así nos quitamos de pacientes de la semana de este calibre? La vergüenza ajena: insostenible.
Centrándonos un poco más en nuestro plantel, o los pocos que se han dignado a convocar esta semana, hay que seguir hablando de April. Su arco de involución es de lo poco a lo que nos podemos agarrar esta trágica temporada, y parece ser que El Señor que Operó a Amelia —le concedemos mayúsculas por los servicios psicoanalíticos prestados ayer, pero aún no se merece el nombre propio— ha encontrado una función: orientar el ateísmo de Kepner a base de preguntarse cómo semejante despojo humano sumido en garrafón y vómito pudo ser la elegida por Shepherda para desenchufarla en caso de improbable desenlace fatal en octubre. Estas cosas se hacen en mayo, ya veréis las que se nos avecinan.
Más supuestas respuestas a incógnitas más absurdas todavía: la Dra. Malasaña resulta que tenía muchas ganas de ser médico, pero como Mama Grey le hizo una perrería, abandonó toda su desmedida pasión por la ciencia y se fue corriendo a comer churros a San Ginés. La consistencia de los secundarios, desde el acento hasta la vocación. Además de ser diagnosticada como la Cristina de la del tiovivo, su aportación se resume en tener los santos ovarios de preguntarle a Meredith Grey, literalmente, si le interesa escuchar su historia o si sólo se preocupa de la suya propia. Ésta parece que no ha visto el título de la serie en los últimos ochenta años que lleva en antena.
Como sobre los flashbacks no vamos a comentar por aquello de estar todavía esperando una miserable aportación a la historia, procedamos con el acelerón de la semana. Esto va pareciéndose cada día más a The Walking Dead con los finales de temporada, con todo el ánimo de ofender que conlleva la comparativa. Jopelines ha hincado rodilla.
La sensación de que la pedida de Alex y Jo parece llevar dando vueltas sesenta episodios seguro que es algo que compartís conmigo. En una sorprendente amenaza de fuga así por las buenas, cuando además tenemos claros ya los abandonos de cara a la 15ª temporada, Jopelines se marca un 180 y opta por formalizar por fin lo suyo con Karev robándole el anillo. Maravilloso todo. Eso sí, no sin la comparativa con Izzie de rigor que justifica recordar los fracasos cinematográficos y televisivos de la amiga Katherine y el siempre necesario #HeiglVuelve.
Para consolarnos, nos despedimos recordando que sólo quedan nueve episodios más.
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