Han pasado casi 13 años desde que escribió y dirigió el que probablemente sea la mejor final de serie de la historia de la televisión. Así, sin grandes calificativos. Alan Ball se tomaba un descanso del drama familiar de alto corte tras dejar el pabellón por las nubes con Six Feet Under. Con 63 episodios de auténtica genialidad, ¿quién puede decir que se le quedó algo por hacer en el género? Gracias a True Blood y Banshee se entretuvo la siguiente década y el domingo, tras mucho hacerse de rogar, volvía al ruedo desde HBO con Here and Now, la heredera de los Fisher.
Su marca y su legado están presentes desde el primer minuto: regresa lo onírico, la intimidad emocional entre espectador y personaje, la familia como estructura dramática y, por supuesto, el existencialismo filosófico más psicológicamente inestable. Repitiendo patrones que nos dejan más que nostálgicos se nos presentan los Bayer-Boatwright, una familia de Portland que cambia la presencia de la muerte como negocio doméstico por ser la viva imagen de una campaña de Benetton como principal elemento vertebrador.
Unos padres demasiado influenciados por las corrientes flower power y cuatro hijos cada uno de un continente diferente en lo que temiblemente podría ser tu típica serie pancarta: “míranos, qué modernos, la raza no existe, no discriminación, Trump caca”. Lo sería, sí. Salvo por el hecho de que los hijos son plenamente conocedores desde un maravilloso cinismo de que sus infancias responden a un experimento sociológico y no se dejan engañar por el aparente mensaje de paz y amor que sus padres querían mandar al mundo a través de ellos. El truco: ser conscientes de su noción de herramienta casera para publicitar el progresismo y emplearlo como recurso casi humorístico (desde el mítico humor más negro que el tizón de Ball) para desarmar a los críticos de su falta de disimulo y ganar muchos, muchos puntos.
Ésa quizás es la principal pega que parece estar sacándosele a Here and Now: tiene problemas de sutileza. Six Feet Under en 2001 era un soplo de aire fresco contra los tabúes y la constricción de los secretos familiares: el antiheroísmo, las enfermedades mentales, mi hijo homosexual quiere ser hombre de iglesia, la visión positiva del sexo, etc. 2001 era un milenio nuevo y virgen en cuestión de denuncia social. En 2018 lo tenemos ya todo visto en cuanto a manifestaciones políticas. No puedes poner a un personaje soltando discursos anti-Trump literalmente diciendo que sólo ves “ignorance, hatred, terror, rage”. No puedes asaltar a la audiencia con consignas izquierdistas a las bravas, por muy de acuerdo que estemos todos, porque eres Alan Ball e hiciste una serie sobre “la salida del ataúd” de los vampiros del sur de Estados Unidos. Sabes escribir mejor que eso y no te nos puedes volver perezoso ahora.
Ahora bien, ¿cómo podemos salvar estos pecadillos de sobreexposición? Con un reparto a prueba de bombas. Este primer episodio se dedica exclusivamente a presentar uno a uno a los miembros de la familia. No los vamos a destripar. Queréis conocerles en primer persona, hacedme caso. Todos con más sombras que luces, algunos de ellos incluso más Fisher que Bayer-Boatwright. Pero, oye, nadie va a quejarse de volver a ver a Claire.
Los seis con una pila de carencias emocionales víctimas tanto de su particular crianza como del tiempo en el que vivimos: las profesiones absurdas, la decadencia millennial, las tendencias autodestructivas, el control y la derrota vital. Más que representar cada minoría étnica y sexual, trascienden esas etiquetas y nos regalan seis personajes apasionantes y alejados de todo término absoluto, con sus vidas mismas como conflicto principal.
Los seis con una pila de carencias emocionales víctimas tanto de su particular crianza como del tiempo en el que vivimos: las profesiones absurdas, la decadencia millennial, las tendencias autodestructivas, el control y la derrota vital. Más que representar cada minoría étnica y sexual, trascienden esas etiquetas y nos regalan seis personajes apasionantes y alejados de todo término absoluto, con sus vidas mismas como conflicto principal.
De nuevo, idéntica fórmula que Six Feet Under. Muchos dirán que es más de lo mismo. Lo es, eso es innegable. Pero ¿dónde está el error en seguir poniendo en práctica una fórmula atemporal para el estudio de personajes? Más de lo mismo, tal como nos gusta, por favor y gracias.
Y, a continuación, el giro. Alan Ball es consciente de las similaridades y que se le iban a tirar al cuello por “otra serie lenta y gris”. Se guarda una carta para el final del episodio, justo cuando más pone a prueba la paciencia del espectador con sus canciones protesta. Una baza que te altera las especulaciones y rompe con cualquier cálculo. El elemento sorpresa que sorpresa seguirá siendo por nuestra parte y viene a recordarte que sí, que tengas nostalgia por esa serie que ya has visto, pero que te prepares porque va cruzar ciertas líneas que parecían sagradas dentro del género mismo.
Sobresaliente, pero todavía no de diez. Así es Here and Now y así de poco se lo hemos contado, porque éste es el tipo de serie que tienes que experimentar emocionalmente. Experimentar y asombrarte a estas alturas de Peak TV con las historias tan hipnóticas que se pueden contar desde la premisa más sencilla.
Ya disponible en HBO España.
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