Llegamos a la mitad de temporada. Una marca sin muchos aires de punto de inflexión pero muy bien repartida para variar después de los dramas biográficos personalísimos. ¿Por qué nos gusta tanto disfrutar de la coralidad legendaria de nuestro folletín sanitario favorito? Porque así podemos repartir estopa para todos.
Empezamos por la que antaño pretendió tener su Kepner’s Anatomy y tanto trascendió que ni nos acordamos cuándo. April, esta semana y contra todo pronóstico, se ha hecho un hueco en nuestros corazones. ¿Qué tiene de magnético ver a una férrea católica hundida en la más profunda de las resacas postcoitales sin arrepentimiento ni visos de penitencia algunos? Verla hecha un cuadro picassiano nos encanta, y más cuando inaugura una sección dentro de la propia serie: ¿Quién es esta mujer y de qué debería sonarme?
Os preguntaréis: ¿otro spin off? Pues casi. En el departamento de señoras cuyo personaje pega un viraje contra sus propios cimientos tenemos también a Arizona Robbins: con los patines desterrados y la pata en la mesilla de noche aparcada, Ari se vuelve una especie de gremlin amargado que se pasa por el arco aquello de “shiny happy people”. Ahora le da por deprimirse, cuando se le muere una parturienta aleatoria hace tres semanas y ya no se acuerda ni el apuntador. En serio, ¿han echado al becario que montaba los previouslys cuando más falta nos hacía uno? Menos mal que está la amante del tortellini para amenizarle la digievolución en personaje psicológicamente defenestrado escrito casi por Lena Dunham.
¿Quién es esta mujer y de qué debería sonarme? Meredith Grey tratando a Jopelines Wilson como una igual. ¡Igual! Meredith Grey no ha conocido la paridad en su vida, y menos ahora con una chica que con treinta y tantos todavía no tiene el bautizo aclarado. De nuevo: ¿qué clase de impostora es ésta y por qué sigue teniendo tantos problemas legales con los ensayos clínicos? Guiño al año 1978 cuando la lio parda con un ensayo en el que participaba la mujer de Webber, porque seguramente se le haya olvidado a Shonda con el paso de las décadas, mi querida dinosauria del guion.
El repaso a personajes inconsistentes que hemos dejado de reconocer no podía acabar en una nota negativa. Aquí no usamos de eso, faltaría más. Queremos felicitar a Owen Hunt, en su confusión existencial absoluta e hiriéndose a sí mismo, por quitarse de en medio. Gracias. Adiós. Tanta paz lleves como descanso nos dejas.
Ahora, el siguiente par de programas ocultos dentro de la Anatomía de todos menos de Grey: Woking Up with the Averys y Dancing with the Abuelos. Muy bien la concienciación y el servicio público que están llevando a cabo este año con el colectivo trans. Entre el interno ya relegado a macetero y Candis Cayne peleando por vaginas autolavables tienen la cuota de responsabilidad civil apañada. Mama Avery es muy woke, eso lo sabe cualquiera. A ella no podemos amarla más. Y también a sus innumerables chistes de chirlas que le salen de debajo de las piedras (o de dentro de algo similar, cis o trans) para incomodar a un Jackson que ahora va de mojigato para lo mucho que se despelota. Stop hombres asustados de las vulvas. Esto no es Queer as Folk, por favor.
Sobre el otro hito del prime time de la ABC, Dancing with the Abuelos, no vamos a decir nada. Bastante espectáculo da la senectud intentando aprender salsa mientras nosotros tratamos de evitar los recuerdos de nuestros familiares en bodas agolpándose en nuestras maltrechas memorias. Señor, jubílese, que ya lo tendrá todo cotizado.
No podemos despedirnos desde una tónica tan capacitista y tan edadista. Así que vamos a hablar de los jóvenes para echar más sal en la herida. Andrew DeLuca, los internos y demás ralea. ¿Alguien tiene claro en qué año de carrera está este chaval? ¿Por qué lo tratan como un cervatillo desorientado más si ya se ha pasado por la piedra a dos protagonistas moderadamente añejas? ¿Por qué su novia es tan insoportable y por qué tiene que ser ella la becaria número uno con derecho a aparecer en los créditos? ¿Por qué Gafas es lo más tierno que han visto los americanos en sus televisiones desde los anuncios de Mimosín y no recibe la atención que se merece? No sabemos qué se tambalea más, si las generaciones de arriba o las de abajo.
Todo lo que está claro es que Ben Warren ha sabido jugar sus cartas a la perfección en este episodio y nos alegramos de todo corazón que haya encontrado por fin su lugar y su tono en la serie.
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