Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que LA to Vegas es una de de las peores series de este año. Y sí, sé que llevamos unas dos semanas del mes de enero. Pero a ver quién es el animal que es capaz de hacer algo lo suficientemente malo como para que este nombre no salga en las listas de las peores producciones del próximo diciembre.
Los personajes son insultantemente planos. Tenemos como líder de la ficción a una asistente de vuelo llamada Ronnie. Su principal baza narrativa es lo mucho que detesta su trabajo por estar atrapada en la misma ruta de Los Angeles a Las Vegas cuando ella pretendía descubrir mundo. Si su nefasta actitud hacia sus labores no fuesen indicio suficiente de que no está contenta con su situación, deciden hacerla renunciar y arrepentirse en el mismísimo episodio piloto, logrando que este recurso, que podría llegar a tener cierta gracia un poco más avanzados en la trama, quede inutilizado desde el despegue.
El piloto del avión es Dave (Dylan McDermott), un actor al que parece haberle mirado un tuerto y es incapaz de encontrar un proyecto que consiga al menos la renovación (Hostages, Stalker o Big Shots). Esta nueva aventura suya no tiene pinta de romper el gafe y encima su personaje es el peor dibujado de la serie. Con un cúmulo de cualidades que van desde lo infantil a lo negligente, pasando por la inseguridad y la superficialidad. Y adornan a semejante personaje con unas intervenciones que nos ponen los pelos de punta de la vergüenza ajena.
Trabajando junto a ellos, nos encontramos a Bernard (Nathan Lee Graham), asistente de vuelo que viene a ocupar el puesto de amigo gay un poco sassy que toda serie de comedia parece necesitar. Personajes pueden funcionar si encuentran alguna particularidad, pero es que la sombra de Titus Andromedon es muy larga y nos ha deleitado con sus excentricidades durante años.
Completan el casting regular una serie de pasajeros regulares. El más importante de ellos es Colin (Ed Weeks), que ha encontrado un asiento libre ahora que The Mindy Project se despide de la vida. Su personaje tiene la suerte de ser el interés amoroso de la líder femenina de la ficción y como ya se han liado un poco en el piloto, ahora nos esperan largas jornadas de tensión sexual que se resolverán cuando a los guionistas se les moje la mecha. Los otros dos viajeros son Artem, amante del juego; y Nichole, stripper de un bar de las Las Vegas, que harán de las suyas para ejercer de catalizador de los gags con el resto de usuarios de la línea.
Trabajando junto a ellos, nos encontramos a Bernard (Nathan Lee Graham), asistente de vuelo que viene a ocupar el puesto de amigo gay un poco sassy que toda serie de comedia parece necesitar. Personajes pueden funcionar si encuentran alguna particularidad, pero es que la sombra de Titus Andromedon es muy larga y nos ha deleitado con sus excentricidades durante años.
Completan el casting regular una serie de pasajeros regulares. El más importante de ellos es Colin (Ed Weeks), que ha encontrado un asiento libre ahora que The Mindy Project se despide de la vida. Su personaje tiene la suerte de ser el interés amoroso de la líder femenina de la ficción y como ya se han liado un poco en el piloto, ahora nos esperan largas jornadas de tensión sexual que se resolverán cuando a los guionistas se les moje la mecha. Los otros dos viajeros son Artem, amante del juego; y Nichole, stripper de un bar de las Las Vegas, que harán de las suyas para ejercer de catalizador de los gags con el resto de usuarios de la línea.
La estructura narrativa de estos dos episodios brilla por su ausencia. Cierto es que se basan en un esquema cuya introducción equivale al despegue y cuyo desenlace es el aterrizaje, pero todo lo que ocurre en medio es una retahíla inconexa de gags y bromillas que se apoyan en los estereotipos marcadísimos de los personajes regulares mezclados con los pasajeros episódicos de cuya burla se alimentan los 22 minutos de metraje. Too much for us...
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