La segunda mitad de la cuarta temporada de How to Get Away with Murder ha vuelto en el momento exacto en el que lo dejó, con Laurel gritando descosida por su bebé y con muchos interrogantes y posibles agujeros de guión que nos han resuelto para que el azúcar no nos suba demasiado. Shonda quería todo perfecto y envuelto para regalo, así que nos ha dado un episodio de regreso con repeticiones incluidas para rellenar los huecos que nos llevaban varias semanas atormentando. El psicólogo Isaac estaba allí por casualidad y no porque conociera a alguien y, aunque los llantos del mid-season finale ya lo confirmaron, efectivamente, el niño de Laurel está vivo.
Pero Wes Junior no es el único vivo. Resulta que Simon, después de un balazo en la cabeza, también vive. Posiblemente en coma irreversible, pero vive. ¿Para qué? Pues para inventarnos drama, Velázquez; para justificar que Oliver se ha unido oficialmente al renombrado, pero ya conocido, Keating 5. No era suficiente con toda su ayuda, dedicación y encanto. Tenía que sufrir y sentirse culpable para estar al nivel de esta pandilla de abogados asesinos. ¿Y sabéis qué? Yo no echo de menos a Wes. Así que el hacker es más que bienvenido a esta pequeña gran familia de locos psicópatas. Eso sí, a Gibbins le van a explotar al máximo, aunque sea con recurrentes flashbacks. Que el dinero que se gastaron en el maquillaje de sus quemaduras hay que amortizarlo de alguna manera.
Pero también hay alegrías en el segundo tramo de esta temporada. Lo más importante es que, después de 53 episodios, han introducido el ya reclamado cambio de formato. Se acabó saber con cuentagotas qué le va a ocurrir a nuestra pandilla favorita en el futuro. Los creadores se han atrevido con un desarrollo lineal a ciegas que no va a plantar pistas falsas para los espectadores. El juego de confusión había sido adoptado como seña de identidad en la ficción, pero ya estaba muy trillado. La decisión ha sido perfecta y ambos episodios han gozado de un ritmo frenético y de una cantidad de misterios por resolver que no necesitan de artificios para destacar.
Pero quizás el mayor acierto es haber introducido a un villano de verdad, de aquellos que actúan de manera irracional y son odiados con fervor y dedicación. Creíamos que los enemigos de los protagonistas eran ellos mismos por esa cantidad de bilis egocéntrica que concentran en sus estómagos, pero solo son unos pobres egoístas que intentan levantar cabeza después de tanta sangre. Ellos se esfuerzan en destapar todos los crímenes de Papá Castillo (como llevarse a Wes Junior untando de billetes a todo el personal de comisarías, juzgados y hospitales), pero acaban involucrados en dos asesinatos. Por primera vez, de manera involuntaria; uno por accidente y otro por la ira desmedida de Frank. ¿Justo? Para nada. ¿Irónico y gracioso? Bastante. Sin embargo, la pregunta que ronda es nuestras cabezas es si, además de Denver y debido a la muerte de Dominique, existirá una tercera persona que se una a la Liga del Mal. ¿Será Tegan Price la afortunada?
Por supuesto, hemos tenido un momento tierno para la vuelta de Navidad. Bonnie y Annalise han hecho una especie de tregua después de la insulsa carta de despido, esas turbias relaciones con Isaac y su pasado marcado por el interés y la pena. La relación de estas mujeres siempre se ha basado en la necesidad y en la toxicidad. Aunque no se han dicho cosas muy bonitas, ni tampoco ha habido beso efusivo, ambas han levantado el pie del freno y han ondeado la bandera blanca. Winterbottom va a ayudar a sus antiguos compañeros y ¿amigos? para destruir a Jorge Castillo. Eso sí, la cabeza de esta pobre muchacha va a rodar.
En esta segunda mitad de temporada es posible que veamos un ritmo más fluido centrado en lo judicial, sin juegos sucios; excepto los de Frank, porque este hombre ya no tiene remedio. Quizás nuestros chicos van a utilizar por fin todos los apuntes que han tomado en esas clases a las que jamás han asistido y van a ayudar a Laurel a recuperar a su hijo, a Annalise a triunfar con su demanda colectiva y a Papá Castillo a pudrirse en la cárcel. ¡Y quizás sin necesitar piratear ningún servidor gubernamental! Igual que Keating continúa superando su alcoholismo, quizás estos muchachos se animan a superar su pasión por el crimen.
Aunque, realmente, tenemos más fe en Anna Mae, parece la más cuerda en estos momentos tan convulsos.
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