April se ducha. Ésa es la clave. Ella se frota el postcoito con un interno y, en vez de unirse al club y cantar Hava Nagila con el resto de depredadores sexuales endogámicos que conforma la cúpula del hospital, recita versos de la Biblia en su cabeza mientras se enjuaga el parrús. Eso es una mujer cristiana y lo demás son tonterías, por mucha crisis de fe que se saque del bolsillo. Tras una intensa pelea de gallos con citas apostólicas con un adolescente pajillero irredento, April asume que su día ha sido una puta mierda: vuelve aquel ex que le hizo el flashmob con una vida mejor que la suya, le restriega sin querer lo mal que se le han dado los últimos tres años y se le mueren más pacientes que personajes a George R. R. Martin un miércoles por la mañana. El día no lo ha tenido fino, así que vamos a pensar en el Santo Job. April Kepner, icono, referente, heroína de las parias.
Otra ilustre aficionada a la primera línea de fuego de este 2018 sanitario es Jopelines Wilson, ya renacida oficialmente en Izzie Stevens —insertar aquí el minuto de silencio mensual por la carrera de Katherine Heigl— tras recrear la mítica escena del descojonarse en el funeral de George, pero esta vez en la cara de su torturador. How to Get Away with Murdering Your Exmarido parece que no pasó la criba de pilotos y acabó siendo rematada rápidamente por una escena escrita por un alumno de segundo de telenovela. ¡¿Dónde está mi relleno?!
Esa villanía exacerbada del desgraciado del marido, ese patético tropezón y doble traumatismo craneoencefálico leve con coma clásico y desenchufe veloz… Claro es el mensaje. Castigar al maltratador, ridiculizarlo y reducirle a su único uso útil para esta sociedad: morirse y sacarle los órganos. ¿Que dicho mensaje podría haberse llevado a la pantalla con un poco más de sutileza y elegancia? No costaba nada. En concreto no costaba nada no hacer reír al espectador con un asunto tan serio ante una escena a la que sólo le faltaba tener a Jo llamando "maldita lisiada" a Paul para estar completa. Pero oye, cada guionista hace su labor social como buenamente puede, y no están obligados a dar más.
La labor social continúa. Esto parece la campaña de 12 meses, 12 causas pero condensada en 42 minutos de aquella manera. El Black Lives Matter clama fuerte en esta trama liderada por la otra mitad del Japril. Pero por mucha reprimenda al policía blanco y mucho poner en evidencia la claras deficiencias sistémicas de los cuerpos de seguridad de nuestra nación capitalista favorita, La Escena con mayúsculas se la llevan Miranda Bailey y su marido florero, ése que no termina de tirarse a la piscina de su nueva vida/serie, por lo que se ve.
The Talk debería ser recordado como uno de los momentos claves de esta serie. Sin bombas, sin difuntos, sin cliffhangers. Todo artificio shondiano es retirado para tener una conversación con un niño a las puertas de la pubertad. Lo que para ti y para mí puede ser el marrón de explicar el sistema reproductor, el sexo y los pelitos, para la mujer afroamericana de a pie esto significa entregar a su hijo un pormenorizado protocolo de cómo no ser asesinado por la policía un día cualquiera por la calle. Esto es los US of A at their USAest. Una conversación brutal, de manos de la siempre grandiosa Chandra Wilson, y que hiela la sangre con la crudeza de lo que es la cotidianidad de un niño negro en Estados Unidos: verse obligado a aprender defensa vital frente a quienes deberían protegerle por la calle y no pegarle un tiro de buenos días.
Si a los casi 9 millones de espectadores del jueves noche no les ha quedado claro, apaga y vámonos. Chapó.
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