¿Os acordáis de Californication? Aquella oda al machirulismo de los 2000s, la de su antihéroe drogadicto, ninfómano y glorificado, con la que David Duchovny se entretuvo entre las películas y los revivals de Expediente X. Pues su creador, Tom Kapinos, ha decidido expandir ese universo del Los Angeles más sórdido con una nueva comedia que, contra todo pronóstico, está tan bien escrita como cargada de mensaje social. White Famous, la discreta sorpresa del otoño.
A diferencia de su predecesora, White Famous nos presenta a un protagonista agradable de ver. Floyd Mooney (aka Jamie Foxx, adaptando sus experiencias desde la producción ejecutiva más cameo resultón) es un monologuista que comienza su carrera formal en el mundo del cine en este precioso momento en el que vivimos de contratos por diversidad para nada hipócritas. Floyd navega las aguas de esa lujosa y frívola City of Angels por primera vez tras una vida humilde, y no se deja engañar por el romanticismo de ver sus sueños cumplidos. Porque sabe perfectamente que la panda de hijos de puta blancos que le están ofreciendo dinero y fama son exactamente eso, una panda de hijos de puta blancos.
Tras años y años de series sobre el mismo señor de mediana edad atormentado por su propio privilegio y el hecho de nunca tener suficiente vagina empapada en coca que penetrar en prime time, se agradece la imposición de los nuevos male leads: capaces de entretener, gustar y despertar a partes iguales. Televisión útil y divertida. No vamos a hacer de la serie una manifestación en diferido, pero vamos a gozarlo como enanos viendo a Floyd (interpretado por Jay Pharoah, asiduo a SNL, para que os hagáis una idea de su estilo) poner la cara colorada sin ningún tipo de límite o piedad al directivo de turno que no ha pagado menos de cinco dólares por una botella de agua en su vida.
El clasismo, el racismo y la ceguera respecto a estos son las principales armas de Kapinos y Foxx, en un guion que destaca por su cohesión en los juegos con el humor. En tan solo diez episodios, White Famous se permite referencias a sí misma, a la línea más tonta, a la noción más nimia que rescatan dos episodios después y te dejan riendo y apreciando el nivel de detalle con el que ha mejorado el showrunner desde la Era Duchovny. La acidez y la irreverencia se mantienen firmes, depuradas con gran distancia. Dejamos a las monjas libidinosas a un lado y pasamos a ironizar más finamente con los choques culturales entre un barrio y otro de Los Angeles.
No todas las bazas van al protagonista. Al igual que en Californication, al artista le acompaña un escasamente modélico agente/amigo que peca tanto de excesos como de ágil verbo y aún más rápido descalificativo. Una versión actualizada del mítico Ari Gold que se postula como robaescenas profesional desde su primera aparición. Hereda también el gusto poco feminista por la ex-pareja/madre del hijo espabilado de bastante más moderado corte. Pero este pequeño fallo lo salvan con esa "cuota de inclusión caucásica" que se resume en un desfile de personajes recurrentes con serios problemas psicológicos de los que se mofan durante los buenos 28 minutos de cada episodio. Y hasta en los créditos si pudieran.
Se están convirtiendo en un género en sí más que necesario. La perspectiva en televisión abandona al varón blanco heterosexual y la fórmula de dejar que las minorías pongan su propia voz en primera línea está pasando a ser garantía de éxito en la comedia actual. Lo hemos visto con Atlanta en FX, Insecure en HBO, con Dear White People y She’s Gotta Have It en Netflix. Ahora le toca el turno a Showtime, que tiene una resurrección de parrilla pendiente con algo que no sean hombres blancos invirtiendo dinero, hombres blancos con el efecto Rashomon u hombres blancos haciendo películas de 18 horas 25 años después.
White Famous es exactamente una crítica a todo eso: al estándar blanco, al work twice as hard to get half as far y a cómo encaja la identidad negra en un universo tan racista como la industria del entretenimiento de Hollywood. Es más, el mensaje de la serie va más en la línea de no tener ninguna necesidad de encajar en ese juego de estrambóticos blancos totalmente ajenos al sentido común. Un placer conocerle, Mr. Mooney. Esperamos verle de nuevo el año que viene.
En España la tenemos ya disponible en Movistar+.
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