HBO España, una coproducción internacional con nivel técnico, reparto de talla y una premisa con cartas para ser, como poco, rompedora. La pregunta es: ¿qué le ha pasado a Supermax para no trascender en el panorama televisivo?
Supermax es una curiosa apuesta que abarca desde Fuencarral hasta Buenos Aires. Mediaset España parece querer competir con las ficciones de Atresmedia vía acuerdo transatlántico, y aúna capitales junto a la Televisión Pública Argentina, canales mexicanos, uruguayos y hasta brasileños. Desde el primer episodio ya se intuyen los billetes, de ahí la venta a la plataforma VOD del caché prémium. Juega con unos valores de producción a la altura de los grandes éxitos de crítica norteamericanos y un despliegue visual más que atractivo para la audiencia gourmet que no suele salir de sus cadenas y showrunners de renombre; mucho menos “descender” a los mundos hispanohablantes.
¿La premisa de la que hablábamos al principio? La grabación de un reality show extremo (metatelevisión, nuestra mejor amiga) dentro de una prisión de máxima seguridad en el que ocho desconocidos se jugarán la vida por un sustancial premio. Como es habitual en este tipo de series, uno de sus grandes reclamos es ir poco a poco descubriendo las severas taras que esconde este volátil casting. Historiales traumáticos, trastornos psiquiátricos, personalidades de juzgado de guardia y las habituales cantidades ingentes de secretos casualmente entrelazando a unos y otros.
Con aires al 3% brasileño de Netflix, pero bastante más madura y difusa en el recorrido, Supermax atrapa de lleno con su primera hora, retiene con fuerza durante la segunda, pero se abandona desde la tercera en adelante. Ahorrándonos el spoiler y dejándoos que lo comprobéis por vosotros mismos, lo que hay es un cambio de rumbo que denota una planificación de temporada demasiado blanda. Pese a no convertir la serie en una más del montón de las sobremesas y las planchas, hace abandonar la idea inicial del reality para mutar en una búsqueda del tesoro entretenida, pero excesiva en la incorporación de agentes externos.
Más fallos de estos de difícil perdón: la elección del protagonista. Santiago Segura (sí, Torrente, ese icono patrio) se pone al frente como el conductor/productor abandonado del show. Su personaje, un sobreactuado y monodimensional adicto a las cámaras, rechina tanto en el diálogo como en la actuación. Contra todo pronóstico, entre las caras conocidas y con permiso de Cecilia Roth, es Rubén Cortada (El príncipe) la elección más solvente por parte de los de Telecinco.
Esta peculiar y discreta suma al catálogo de HBO España podría haber brillado y mucho como serie revelación en estos territorios de la colaboración internacional del “español neutro, el de todos y el de nadie”. ¿Aprobado? Sí. ¿Recomendable? Sin duda. ¿Experiencia piloto para ir testando estas aguas globalizadas? Esperemos.
Los diez episodios están ya disponibles en HBO España, pendientes de la emisión en Cuatro a nivel nacional.
Los diez episodios están ya disponibles en HBO España, pendientes de la emisión en Cuatro a nivel nacional.
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