El pasado 5 de noviembre Shameless volvió a nuestras pantallas tras un año de espera y un final de temporada que sugería una posible despedida que acabó siendo una falsa alarma, ya que los Gallagher aún tenían mucha guerra que dar.
La octava temporada empieza con cambios notables en la personalidad de los protagonistas y tranquilidad; quizás demasiada. Se nos presenta a la familia en una posición de calma (al menos para ser ellos) y posible estabilidad que no habíamos visto antes. Para empezar, Fiona decide sentar la cabeza en cuanto a sus relaciones amorosas y se convierte en la dueña de un edificio del barrio. Carl vuelve del servicio militar durante el verano, mucho más disciplinado, responsable y extremadamente patriótico. Lip está dispuesto a dejar de beber para no acabar como Frank y Debbie se ha convertido en una madre madura, trabajadora y organizada que parece haber superado su fase irresponsable y rebelde que llegó a ser un tanto molesta en temporadas anteriores. Ian no se da por vencido en su relación con Trevor y hará lo que sea para que este le perdone. Por otro lado, Frank vuelve de un retiro espiritual acompañado de drogas en el que intenta superar la muerte de su otra mitad, del desastroso amor de su vida Monica. Tiene como objetivo pedir perdón a todos aquellos que hirió alguna vez, lo cual desconcierta a su familia, aunque no le dan demasiada importancia.
Esta calma y positivismo se combina con el alma gamberra de la serie, que sigue ahí, dejando así su marca que tanto la caracteriza. Los Gallagher pueden empezar a intentar sentar la cabeza, pero su personalidad alocada y su estilo de vida sinvergüenza no tienen pinta de irse. Si se fueran, esto no sería Shameless. Nuestros protagonistas siguen en una lucha constante por sobrevivir y pasárselo de la mejor manera posible mientras lo hacen. Al mismo tiempo, con estos planes de futuro y ambiciones que parecen tener todos, no se deja de hablar del dinero que recibieron los hermanos como herencia de la droga de Monica de manera más que natural. Porque, con cambios o sin ellos, estos son los Gallagher y no se cortan un pelo.
Uno de los factores que más caracteriza a esta serie de Showtime es la crítica a la sociedad americana que hace en cada capítulo de forma muy poco sutil y con mucho humor. En este primer episodio de la octava temporada se nos muestra cómo se usa a Liam, un niño negro, como reclamo de falsa diversidad en el colegio privado al que asiste.
Otra razón que da a Shameless ese toque especial, además de su naturalidad y realismo con esa personalidad tan inglesa y salvaje, heredada de la serie británica en la que se inspira este remake, es que es, con diferencia, una de las comedias más dramáticas de los últimos años. Esta dramedia nos ha dado a lo largo de siete temporadas momentos de lo más trágicos y desoladores en los cuales hemos gastado más de una caja de pañuelos, combinados con un humor negro muy inteligente que choca de forma ágil y necesaria con el dramatismo de los hechos de una familia disfuncional. Quedará por ver si esta nueva temporada nos hará llorar todavía más que las demás o será un poco más compasiva con el espectador y con los protagonistas y dejará que todos seamos felices.
La evolución de los personajes, la madurez que parece ser que están alcanzando y los objetivos que se proponen son un buen punto de partida para esta temporada. ¿Podrán por fin los Gallagher encontrar la calma? ¿Se arrepentirá Frank de verdad por todo lo que ha hecho o es solo otro plan calculado? ¿Podría ser esta la forma que tienen los guionistas de prepararnos para un final? Lo descubriremos cada lunes. En España se pueden ver las aventuras de la familia en Movistar+.
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