Si algo he aprendido después de tantos años devorando series, es que nunca hay que juzgar a un libro por su portada, o en este caso a una serie por su piloto. Y es que cada temporada puedes acabar descubriendo una o más series que, a pesar de no ser un éxito mediático masivo ni tener audiencias aplastantes, cuenten con ese "algo" que contra todo pronóstico acaba enganchándote.
Nueva temporada, nuevo Capitolio
La season premiere arranca con un pequeño salto en el tiempo, donde vemos el Capitolio por fin reconstruido (del pésimo CGI usado para dicho momento es mejor no hablar) y que sirve, como en toda buena serie de política americana, para recalcar su nivel de patriotismo. Porque nunca está de más recordar por qué América es "esa gran nación". Una vez pasado el trámite, podemos centrarnos en lo que realmente nos interesa.
La última vez que le vimos, habíamos dejado a Tom Kirkman disfrutando del punto más álgido de su corto mandato, habiendo destapado la conspiración que le colocó en el despacho oval. Sin embargo, parece que las vacaciones no le han sentado nada bien a POTUS, ya que este inicio de temporada, recordando mucho al de la tercera de House of Cards, nos muestra un gobierno en sus horas más bajas de popularidad (sólo hace falta ver la barba de una semana que me trae Seth para saber que las cosas no van bien por la Casa Blanca).
Pero si no te ha quedado claro, tú tranquilo, que cada 10 minutos algún personaje se encargará de recordarnos que tanto las encuestas como el pueblo ya no simpatizan con esta administración. El episodio se divide en dos frentes: el de Kirkman y el de la agente Wells. En el primero nos damos de bruces con el secuestro de un avión a manos de un grupo de terroristas ucranianos en el que da la casualidad que viaja un viejo amigo del presidente (alerta de cliché) y que como todo buen recurso dramático cuya misión es humanizar al personaje, acabará saliendo con los pies por delante.
Toda la trama del secuestro es en sí olvidable y sólo sirve para llevarnos al momentazo del capítulo, donde el presidente Kirkman, tras poner en su sitio a los embajadores ruso y ucraniano y terminar las negociaciones (como ya hiciera con el embajador iraní durante el piloto), nos vuelve a recordar que incluso en su peor momento sigue siendo líder del mundo libre. Y que si quiere puede ser tan imponente como lo es Frank Underwood, aunque en este caso en una versión más light.
Cuando Hannah Wells conoció a Jack Bauer
Si la trama del secuestro del avión resulta casi insustancial, lo cierto es que el otro frente de esta premiere no corre una mejor suerte. En él nos encontramos a la agente Wells de marcha por Europa mientras sigue la pista a Patrick Lloyd, el cerebro de la conspiración y que, tras robar información del servidor más seguro de Defensa, parece habérselo tragado la tierra. De hecho, esta segunda trama sólo sirve a los guionistas para recordarnos que no se han olvidado de Lloyd ni del peligro que aún representa con toda esa información en su poder. Porque tanto la investigación como el cliffhanger con el que termina el capítulo son del todo predecibles.
En cuanto al personaje de Maggie Q, si durante la primera temporada vimos su transformación en una versión femenina de Jack Bauer, el salto temporal no parece haber cambiado este enfoque. Al igual que ocurriera en 24, Hannah Wells se ha convertido en alguien que no teme hacer lo que sea necesario para lograr sus objetivos. Y aunque aún no la hemos visto tener que enfrentar ningún peligro serio, la verdad es que el planteamiento de "una mujer una misión" es lo que le da interés a esta parte de la serie.
Antes de terminar, me parece preciso recalcar el gran acierto, por partida doble, que consigue la serie. Primero, presentando nuevas caras como la de Lyor Boone, nuevo director político del presidente y cuyas excentricidades pueden dar mucho juego esta temporada, como ya demuestra durante este episodio. Y, en segundo lugar, borrando otras que, sin lugar a dudas, eran un lastre para la serie. En este último caso, hay que dar las gracias por la desaparición de Leo Kirkman (el hijo mayor), un personaje con el que ni los propios guionistas sabían qué hacer. Está claro que Sutherland no tiene suerte en la ficción con los hijos.
En conclusión, la vuelta de Designated Survivor se queda en un mero episodio de transición, que aporta poco, por no decir nada, a la trama principal y donde el salto temporal sólo sirve para hacer un breve repaso a la evolución que ha sufrido cada uno de los personajes, cerrar tramas que quedaban en el aire y abrir las nuevas de cara a esta temporada. Tramas que, de momento y por lo que dejan entrever, se pueden resumir en una única frase: Make Tom Kirkman great again.
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