Después de la declaración unilateral de independencia, los creadores se han esforzado en mostrarnos un ambiente más coral entre los protagonistas para entender, así, sus supuestas nuevas vidas y sus aparentes nuevas motivaciones. Keating ya no está al lado de sus compañeros/alumnos/súbditos, pero la influencia y la baja reputación de la maestra han hecho mella en las actitudes y comportamientos de cada uno de ellos. Los dúos Bonnie/Michaela y Connor/Laurel son la cara y la cruz de esta situación. No son ella, pero sí son pequeñas Annalises danzando solas por el mundo sin saberlo.
Como ya contamos, la señorita Winterbottom se ha mudado al bando contrario, pero sin ninguna intención oculta como creíamos en un primer momento. Ha comenzado a beber como una descosida y a despotricar en contra de Anna Mae. El odio acumulado ha salido a la superficie y parece que nuestra rubia acabará convertida en la sustituta de quien detesta. En este saco de rencor también está la Michelle Obama wannabe. Michaela deja claro que lo único que Keating le ha enseñado es la clase de abogada que no quiere ser. La señorita Pratt no se muerde la lengua, pero se le olvida que el carácter y la firmeza que demuestra son cualidades que también ha desarrollado gracias a su profesora, mal que le pese.
En el lado contrario de la balanza se encuentra Connor, desmotivado, arrepentido y sin ganas de trabajar como abogado. Después de las atrocidades que él piensa que ha cometido para Annalise, no recibe la llamada de ninguno de los bufetes de la ciudad. Suerte que a su lado tiene a Oliver, sensato, emprendedor y motivacional. Pon a un Oliver en tu vida. Laurel también tiene la cabeza alejada del ejercicio de la abogacía. Su empeño continúa siendo el asesinato de Wes bajo las órdenes de su padre. No solo rechaza la llamada de la única firma de abogados a la que se presenta, sino que le lanza la bomba a Michaela y le cuenta todo lo que sabe. Por supuesto, con el único objetivo de aprovechar que la señorita Pratt ha aceptado la oferta de la empresa legal que representa a papá Castillo.
¿Y el pobre Asher? Suponemos que ya tiene suficiente con llevar pañales en los sobacos para no sudar en las entrevistas de trabajo.
Keating, la presunta samaritana
Dijimos que Annalise se había convertido en Jesucristo a raíz de la última cena con los cachorros. Esta segunda entrega confirma que estábamos en lo cierto. La abogada originaria de Memphis ya tocó fondo en el primer episodio de la cuarta temporada y ahora nos ha regalado uno de los momentos más emotivos de lo que llevamos de serie. Viola Davis está imparable y ha decidido bajar unos cuantos decibelios de intensidad para ser más accesible y vulnerable, pero igual de peleona y buena letrada. Ni la ausencia del alcohol ni la soledad han logrado parar su talento y creatividad para resolver casos complejos.
Keating regresa a su profesión por la puerta grande y cumpliendo lo prometido: representar gratuitamente a Jasmine, su ex compañera de celda, aquella que tanto le ayudó cuando las reclusas se la rifaban entre rejas. Después de algunas complicaciones y una dramática historia que involucra prostitución, drogas, discriminación racial y tráfico sexual de menores, Annalise da con la clave para resolver el caso. En concreto se la facilita Frank, que continúa como un perrillo psicópata, ayudando sin que nadie se lo pida.
Las pruebas sobre el pasado de Jasmine le permiten marcarse a la abogada todoterreno uno de los discursos más emocionantes contra la pobreza y la desigualdad de las minorías sociales. Con este alegato, que recordaremos diez temporadas después, su amiga sale de prisión y comienza una nueva vida. Es curioso, porque Annalise le confiesa a su psicólogo que su ex compañera de celda recaerá en las drogas en tres meses, regresará a prisión y necesitará de nuevo sus servicios. ¿Piensa eso de una persona a la que le ha conseguido una nueva oportunidad para comenzar desde cero? ¿Pensará lo mismo de sus cachorros y tendrá la esperanza de que vuelvan arrastrándose y pidiendo ayuda?
La dinámica de la pandilla Keating ha cambiado de manera muy positiva. Sin duda, esto le otorga a la serie más ritmo y muchas más posibilidades narrativas para desarrollar a sus protagonistas y que no se queden estancados, como el caso de Asher. Ya no son un grupo y no necesitan serlo. Se ayudarán entre ellos, se emborracharán, se divertirán y se lanzarán pullas tóxicas e irónicas. Pero cada uno irá por su camino. Al menos, hasta que el nuevo misterio les explote en la cara. Vemos sangre, a Bonnie investigando y al Dr. Isaac afianzando la relación con su paciente. Pero no vemos a Annalise; está en paradero desconocido. Es muy pronto para elucubrar, ¿habrá muerto alguien?
COMENTARIOS