Orange is The New Black ha regresado con una clara intención: continuar siendo una de las mejores comedias (o dramedias, mejor) de Netflix. La serie retorna retomando ese tremendo cliffhanger con el que terminó su entrega anterior y dispuesta, según su showrunner, a superarse a sí misma. ¿Lo habrá logrado? Revisemos a continuación sin spoilers.
Estos nuevos episodios nos sitúan tres días junto a las reclusas, quienes no han dejado de ser personajes entrañables (uno de los grandes capitales de la serie). Ellas han tomado la prisión de Litchfield, han dejado a los guardias como rehenes y tienen una lista de demandas a cumplir para dar término al motín. Este es el punto de partida de la temporada que, además, presenta unos episodios cargados de una fuerte crítica social contra el sistema penitenciario de los Estados Unidos y una clara reprimenda a los estadounidenses por no darle una oportunidad de reinserción a las expenitenciarias: “un delito no debería definir a una persona”, nos alerta uno de los personajes.
En esta temporada, Taystee es la encargada de llevarse la carga de la acción dramática de la serie y aquellos días en que Piper y Alex lucían su protagonismo están quedando en el pasado. La quinta temporada les ha dejado casi en el olvido, con una trama secundaria poco impactante que se mantuvo al margen de los hechos más relevantes de los trece episodios que ha durado la entrega.
Jenji Kohan (showrunner) ha jugado a lo seguro en esta temporada y no se ha salido de la fórmula que le consiguió el éxito. Así, esta entrega avanza de manera ágil y se convierte en una serie menos episódica que antes, transformándose en un maratón muy agradable de ver. Sin embargo, los episodios se sintieron insípidos, sin grandes picks dramáticos u osados como los del año pasado, cuando la muerte de un querido personaje y su hermoso flashback nos dejaron con el corazón en un puño.
Tengo la sensación de haber vivido una temporada plana, que no me hizo ni reír a carcajadas como antes y que tampoco me hizo llorar de emoción. Los flashbacks, que solían ser uno de los puntos álgidos de cada episodio, quedaron relegados a escasos minutos para dar mayor tensión a lo sucedido en la actualidad.
Orange is The New Black debe renovarse, saliendo de su zona de confort. Sus diálogos inteligentes y audaces, sus grandes actuaciones y sus guiños a la cultura pop ya no son suficientes para mantener el nivel de sus temporadas anteriores. Esta entrega deja con sabor a poco y con unas enormes ganas de que las cosas hubiesen sido diferentes.
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