Si nos quejábamos de que el Alexgate había sido estirado, rellenado, procrastinado y vilipendiado de modo y manera que físicamente no cupiera más paja, la trama de esconderle este pésimo romance a Maggie ha abarcado 21 episodios completos. Bueno, completos descontando los derroteros por donde se han ido despistando este año, ¿verdad, #JaprilTheSequel? Todavía sigue sin tener relevancia. Vaya inversión de hora.
Maggie ha estado hasta el santo higo de Meredith durante aproximadamente 13 minutos, le ha quitado un quirófano, le ha pedido sentarse en el comedor y se ha levantado después de un sorbito de café. Maggie es amor, pero Maggie tiene serios problemas de consistencia. Nos ha faltado un feud, una rabia, una dermoabrasión o una torsión de implantes capilares. Y no estamos instigando una pelea de gatas. Todo lo contrario. ¿Por qué si dos mujeres se pelean por un hombre se tienen que enfrentar entre sí mientras el otro se queda inyectándose bótox tan pichi? Porque esa cara no es normal. Le pasa algo y quiero que lo diagnostiquemos entre todos como un ejercicio de hermanamiento sanitario amateur. Ese señor no ha sabido envejecer bien y por eso nunca será McDreamy.
La otra vejez puñetera del episodio es la de Ben Warren. Parece que Warren lleva un número indeterminado de temporadas —es determinado, pero nos importa más bien poco concretarlo— haciendo el payaso machista por el hospital. Esta semana con “yo soy tu carril” ha terminado de consagrarse como el Pablo Motos americano. A Little Paul Motorcycles sólo le ha faltado apuntar un “mujer tenías que ser” cuando Miranda Bailey, diva entre las divas, se ha puesto a hacer zigzag por la M-40 porque ella puede. Y porque nosotros queremos verla con millones de multas. La DGT patrocina tu divorcio con mucho gusto.
La DGT también quiere patrocinar el divorcio de Amelia y Hunt. Pero se le resiste. Un aumento de la tasa de mortandad en carretera queda totalmente justificado si deja de aparecer ese hombre en cada momento de debilidad de Amelia. Si Amelia se pasa involucrándose en un caso —tantas vacaciones es lo que tiene, que se te olvida el código deontológico—, que lo llore con Arizona y le cuente un chiste de patas de palo, pero ya basta el acoso y el derribo en esta serie. Naturalidad en los encuentros. Stop ascensores. Defenestrarse antes.
Nos despedimos mandándole un beso muy fuerte a Jopelines y los puntos de su cesárea, a Minnick Mouse que debe estar rendida en el plato de ducha de su casa tras fieras noches de pasión sáfica con Arizona y a Leah Murphy, que quizás esté haciendo un casting para Mira quién baila, por decir algo. Qué bonito es echar de menos y qué sufrido es echar de más.
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