El peligroso viaje de Homeland se acerca a su fin en el episodio 6x11, titulado R is for Romeo, que ha marcado un punto de no retorno para todos los personajes y ha servido para que muchos de ellos digan unas cuantas verdades antes de enfrentarse a lo que se espera será un final de temporada explosivo.
Empezando por Quinn, quien ante la tensión de las revelaciones en la casa de la bandera (el equipo de black ops está detrás del atentado de Nueva York) le echa en cara a Carrie que le haya obligado a vivir en las condiciones en las que se encuentra ahora. La agente, culpable, se derrumba, pero se mantiene en sus trece al defender la vida de su compañero. Con la verdad en la mano, Carrie se apresura al refugio de los soldados para descubrir por sí misma las pruebas que los incriminan, con la mala suerte de que el que se hace llamar Porteous Belli aparezca en la misma escena con la intención de acabar con ella. Quinn, quien ha seguido sus pasos, salva la vida de Carrie pero va un paso más allá al asesinar con saña a Belli, demostrando no solo su rabia sino la patente inestabilidad mental que ha marcado su desarrollo toda esta temporada. Al menos Astrid ha sido vengada.
Si bien este encontronazo era bastante previsible, sí me ha sorprendido que la Presidenta electa Keane haya tenido el valor de acudir al programa de O'Keefe (algo así como un programa de Intereconomía pero con más trapos sucios) para defender a su hijo fallecido en combate y, lo que es más, dejando por los suelos al presentador a pesar de que siga en sus 13TV. Llena de orgullo por lo que ha hecho, Keane regresa a su hotel convencida de que ha conseguido limpiar su nombre pero una horda de manifestantes la devuelve a la realidad: sigue siendo odiada y vista como un peligro para America.
Más interesante, si cabe, ha sido una última revelación que venimos masticando desde hace tiempo: Dar Adal ha estado involucrado en la conspiración que ha trascendido a casi todos los eventos de esta temporada, pero no ha estado al frente de ella. No sabemos todavía quién es el verdadero responsable (algo me dice que es alguien del Gobierno, ya sea el previo o el presente), pero el hecho de que utilice a Max para descubrir que O'Keefe está creando un cabeza de turco alrededor de una falsa identidad de nuestro Quinn (quien supuestamente está obsesionado con acabar con la Presidenta Keane) demuestra que hay algo que se le escapa. ¿Es ese el golpe final de esta organización? ¿Tratarán de asesinar a Keane y culparán a Quinn de ello? Por otro lado, a pesar del tira y afloja de esta temporada, es posible que Dar Adal encuentre su redención. Si sabía lo de Quinn quizás no sepa lo que va a suceder en Nueva York. ¿Es eso lo que él querría? No me extrañaría que se sacrificase por ello.
En cualquier caso, la última batalla ya ha comenzado. Los soldados de operaciones especiales han dejado para siempre la casa de la bandera para lanzarse a la que esperamos sea su última misión y han dejado un regalo explosivo a los más curiosos: una bomba que casi acaba con la vida de Carrie y Quinn. ¿Por qué nadie se preocupó de comprobar si unos supuestos terroristas habían plantado una bomba en la casa?
Así, el final de temporada apunta a convertirse en toda una delicia en la que las cuidadas (aunque en ocasiones excesivamente simples) tramas lleguen a su término: un posible atentado contra Keane, un culpable y una conspiración que tiene que revelar su verdadero rostro. Carrie, reconvertida en una auténtica heroína prácticamente sin despeinarse y gracias a un guion impecable, tendrá que mover su ficha. Y lo espero con ganas.
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