El mundo de los superhéroes se encuentra actualmente en una época gloriosa. El cine ha conseguido plasmar en la pantalla grande las múltiples historias y aventuras que componen las viñetas de los cómics, dotándolos de cierta seriedad y notoriedad. Ejemplo de ello es el cada vez más inmenso Universo Cinematográfico de Marvel, la trilogía del Caballero Oscuro de Christopher Nolan o la reciente Logan.
Mientras tanto, la actualidad seriéfila va a un paso más reducido pero no por ello menos relevante. Aquí encontramos aquellas series diseñadas para el más puro entretenimiento: Supergirl, Gotham o Agents of SHIELD. Este tipo de series no gozan de una narrativa especialmente profunda o reflexiva, y se centran más en ofrecer puro espectáculo, interpretaciones correctas, y diversión con el único objetivo de atraer al espectador. Después están aquellas que intentan ir un pasó más allá, no contentándose con ofrecer únicamente entretenimiento, sino intentando provocar cierta reflexión una vez el episodio haya finalizado. Podemos encontrar en este grupo series como Daredevil o Jessica Jones, ambas de Marvel-Netflix, cuyas tramas y personajes más complejos caracterizan un nuevo estilo más complejo e interesante, intentando no caer en el espectáculo simple, con una propuesta más ambiciosa, unas tramas más complejas y una mayor seriedad, tanto visual como narrativamente.
Pero ahora toca hablar de Legión, la nueva serie de Marvel producida para FX y basada en el universo X-Men, aquella franquicia cinematográfica de mutantes tan dispar de la que quiere distanciarse. Centrada en David Haller, una persona diagnosticada con esquizofrenia e internado en un hospital psiquiátrico, que empieza a descubrirse como un mutante muy poderoso. Con Legión vamos adentrándonos por los rincones de su mente haciéndonos dudar constantemente de lo que es real y lo que no.
Llegados al ecuador de su temporada, la serie creada por Noah Hawley, el responsable de la adaptación televisiva de Fargo, profundiza en una narrativa difícil de etiquetar. Uno de sus puntos fuertes es la producción visual, aspecto que se encarga de explotar en cada episodio a través de las diversas realidades que habitan la mente de David. La producción visual destaca gracias a una admirable fotografía, presente en las múltiples localizaciones y escenarios por los que nos conduce la historia, y por unos efectos especiales muy adecuados a la hora de adaptar las escenas de acción, los poderes de los personajes, e incluso los viajes mentales.
El problema reside en que una propuesta visualmente apabullante no puede contrarrestar una narrativa que flojea. Es como hacer un regalo con envoltorio atractivo, pero que en el fondo está vacío. El problema de Legion, sin embargo, no es una narrativa vacía, ya que a la serie todavía le falta mucho camino por recorrer. Estamos hablando de una narrativa pesada, en ocasiones pedante, y casi siempre liosa. Es cierto que introducir un personaje tan complejo cuya trama gira enteramente a su alrededor nunca es fácil. Pero gracias al interesante enfoque que Dan Stevens aporta al protagonista consigue que nos creamos, al menos en parte, las extrañas situaciones que nos presentan en cada episodio.
El hecho de crear una serie madura, para un público quizás más específico y no tan generalista, y sobre todo con el objetivo de distanciarse de las series convencionales que forman el mundo seriéfilo actual, convierten Legión en un espécimen distanciado de los demás. Pretendiendo ofrecer una propuesta diferente, poco a poco va debilitando el interés suscitado en el episodio piloto. Junto a un montaje algo repetitivo, se suma la utilización de efectos digitales sin un sentido aparentemente concreto. El hecho de mostrar una gran propuesta digital (adecuada a una serie de tal calibre) no excusa lo aburrido y tedioso que resulta todo. Esto provoca un agotamiento en el espectador que se cansa de ver una sucesión de demostraciones visualmente espectaculares pero vacías. Los efectos visuales con el simple objetivo de lucimiento gratuito obstaculizan una narrativa que acaba siendo cargante. El resultado es una narrativa pesada que deja pocas ganas de continuar con su visionado.
Una serie difícil de digerir siempre es un reto, pero todavía queda mucho por ver cómo Legion va desarrollándose y encontrando su camino. Mientras tanto, podemos disfrutar de una estética innovadora y unas interpretaciones más que notables que, a nuestro pesar, acompañan una narrativa enrevesada que provoca algunos dolores de cabeza. Con un poco de suerte descubriremos si lo que estamos viendo es real, imaginado, o pura invención de un esquizofrénico que quiere tomar el pelo al espectador.
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