Las dimensiones de los spoilers que contiene este artículo exceden nuestro código moral, y lo avisamos de antemano. No como otros.
Hoy se reparten extensiones gratis por todo el estado de Tennessee conmemorando a la gran Connie Britton. El grillete contractual más sentido de la Peak TV, la Edad de Oro y cualquiera que sea el movimiento artístico melo-trash que trabaja Nashville ha llegado a su fin. La heroína de la melena lo ha conseguido. #FreeConnie is free. Pero no sin polémica.
Existe una ley no escrita —o quizás si escrita, pero nadie nos ha mandado copia— de las páginas sobre series y televisión en la que parece que si un protagonista pide el finiquito, a los quince minutos de la emisión del episodio en Estados Unidos hay que tuitear fotos suyas adjuntas a titulares eficientemente moderados como un “[Spoiler] HA MUERTO POR FIN”. Las mayúsculas tal vez no sean literales, pero nos gusta imaginar a ese redactor con un megáfono en el portal de la sede de su web gritándolo a diestro y siniestro, le importe a sus vecinos o no y al módico precio de 25 peniques el ejemplar.
Con esta "inofensiva" imagen ilustraban ciertos medios tan cotizada primicia:
La bomba de humo de la Britton ya llevaba bastantes meses en boca de todos. Ella vio el cielo abierto cuando ABC canceló Nashville la temporada pasada, pero a nuestro fabuloso pajarillo le cortaron las alas rápido y la devolvieron a la jaula con un alpiste bastante más gourmet —o al menos de marca no blanca—. Nunca olvidaremos esa entrevista en la que decía que ella estaba in for the duration. For the duration de lo que tardase en matar a Rayna, que no for the duration de la serie entera. Faltaría más.
Con o sin antecedentes de fuga desmentidos o muy bien mentidos, nada excusa el destripamiento gratuito del que sin duda es el mejor episodio de toda la serie. No estaba excesivamente alto el listón, lo admitirá cualquiera, pero no por eso es menos encomiable el esfuerzo.
Servidor se retrotrae a aquella primavera de 2015, cuando cierto galán de folletín hospitalario le dijo a la todopoderosa Shonda Rhimes que "hasta luego, Maricarmen". Obviamente un Nashville no es una Grey —tú imagínate 28 temporadas de esto—, pero está claro que la totalidad del nicho de espectadores que gozaban el sureño drama merecían el mismo respeto que los sólo 800.000 que apenas lo veían en directo y que se libraron del spoiler del mes.
La conclusión de todo el asunto es exactamente la misma que sacamos con el de Anatomía de Grey (no leer si por algún motivo estáis poniéndoos al día): existe cero reparo a la hora de escandalizar Twitter, Facebook, la blogosfera o cualquier plataforma apta para hacer el carroñero de las visitas. Sensacionalismo aplicado al ganar clicks y otras malas artes del siglo XXI. Y ya no sólo va en detrimento de los que están fuera de las fronteras/muros de Estados Unidos, sino contra los propios pobres yankis que engordan las audiencias acumuladas del +3 y el +7. Ellos resulta que son tan espectadores de segunda como nosotros. Con la hermanación de los pueblos hemos topado.
Quizás en estos casos se vea, por no terminar la reflexión en tónica negativa, el buen hacer de los guionistas, directores y productores que han conseguido realizar un episodio a prueba de buitres con sus correspondientes 40 minutos de lagrimeo intenso previo al berrinche descarnado, hasta para los que ya le daban al play siendo conocedores del fatal destino de la reina muda del country catódico.
Allá donde vayas te deseamos tanta suerte como mecanismos de escape a tu disposición. Bless your heart, Connie. Bless your heart.
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