La hemos esperado ansiosos. La enésima serie que la ya completamente reformada CW de Berlanti le coge prestada al mundo del cómic se estrenó anoche en Estados Unidos tras una ajetreada campaña de marketing en busca del nuevo guilty pleasure fetiche.
Un primer episodio que sirve como presentación amable, sin ningún tipo de complicación. Una serie que no sólo apuesta por la nostalgia de la viñeta clásica, sino que viene a sanar las maltrechas filas del género adolescente. Una buena sucesora al espíritu de principio de siglo televisivo que no podíamos esperar para desgranar.
Riverdale quiere entrarnos primero por los ojos. Son plenamente conscientes que el teen ya tiene todos los cuentos contados y necesitan un extra. Un extra estético. Un juego de luces entre la penumbra generalizada. Esta entrega inicial, valga la redundancia, se luce fotográficamente elevada por encima de lo habitual en estos círculos y esperamos que no sea sólo una inversión de enganche.
Roberto Aguirre-Sacasa (Glee, Supergirl), quien firma la adaptación, se permite maniobrar con elementos ya consolidados en el panorama televisivo y busca esa mezcolanza del ser fiel al remake con lo contemporáneo. Anacronismos a la Bates Motel de audiciones para animadora con collar de perlas y iPhone. Inquietante a la par que reconfortante. Una atmósfera que podría ser definida como una Pretty Little Liars mucho más trabajada y meditada.
El resurgir de todo un género implica el lastre de sus habituales achaques. Riverdale salva con su tono el amplio repertorio de manidos leitmotivs que nos devuelven a un glorioso 2003: los bailes y las asambleas, los romances prohibidos, los triángulos clásicos de cándida rubia y morena audaz, la paternidad tóxica y el profesorado que modela para Victoria’s Secret con gafas de pasta para disimular. Todo aderezado por la incógnita de quién mató a un tal Jason Blossom.
Personajes tradicionales, por no decir ancestrales. Dibujados con lápiz firme pero no con corta y pega. Está muy presente el diseño de piezas que permite los encajes necesarios para generar una química suficiente. Identificables fácilmente, sí, pero quizás no tan rudimentarios como los arquetipos que presentan de entrada. Destacamos sin duda la dinámica de Betty y Veronica salvando la basicidad de ese “Gay, thank God, let’s be best friends”.
Pero lo realmente importante aquí es quién es este Archie que sale a la tridimensionalidad hecho carne, hueso y abdominal. El Archie de Aguirre-Sacasa y Berlanti es un chaval de 16 teóricos años que viene a matar. Quieren convertir al icono en ídolo. Un American teen heartthrob que las sobrinas del mundo se pongan de fondo de pantalla en la tablet.
Justin Gingerlake, ¿qué no eres capaz de hacer? Un semental pelirrojo en pleno fervor hormonal que pone a prueba las tradiciones de género en cuanto a cosificación. Porque Quantico le pilla aún joven y no termina de cuadrar con esos aires de pubertad renacentista. Un protagonista adecuado a nivel narrativo para un proyecto que sin duda requiere coralidad para mantenerse a flote.
Un reparto para todos los gustos de en su mayoría desconocidos novatos que buscan su rol de despegue, aderezado por un sector paterno donde aceptan subir el caché y pagar a viejas glorias con las que en su día ya se forraron carpetas. Un Dylan de Sensación de Vivir reconvertido madurito interesante y una Mädchen Amick que nos pone difícil no pensar en la herencia recibida de Twin Peaks.
Es este legado que recogen de tantos antecedentes de la pequeña pantalla el más misterioso y dulce regusto con el que nos quedamos. Esa psicoesfera rebajada con gaseosa pectoral da en el clavo del espectador joven medio y el seriéfago moderno que bien sabe apreciar una referencia inesperada a “Season 5 Betty Draper”. Hay acierto.
En España la estrena Movistar Series Xtra esta misma noche a las 23:10 en exclusiva.
En España la estrena Movistar Series Xtra esta misma noche a las 23:10 en exclusiva.
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