Con Transparent me ocurre lo mismo que con Girls, me cuesta decidir qué personaje me cae peor. No obstante, estas brillantes y cautivadoras comedias hacen del odio hacia sus personajes arte. Y es que, ¿es preciso que sus protagonistas te caigan bien para adorar una serie? Por supuesto que no. Gran parte de su comicidad y del disfrute de su visión radica en dejarse sorprender por la cantidad de conductas aberrantes, acciones inmorales y respuestas detestables de estos personajes de ficción.
Hay series como You´re the Worst que también desafían el buenismo pero de forma menos brillante, impostada e inverosímil. Los personajes de Transparent o Girls resultan mucho más realistas y creíbles: egocéntricos, egoístas, individualistas, materialistas, superficiales, ingratos… Como algunas personas que conocemos, ¿o no? ¿Quién no tiene en su entorno a esa persona que se queja de todo, de sus (aparentes) miserias ante ese supuesto amigo desempleado, abandonado por su pareja o que vive auténticas tragedias? ¿Quién no conoce a alguien que cuando quedas para tomar un café no para de hablar sobre él y no te pregunta cómo te va? ¿Quién no se ha topado con algún ser (vivo, pero quizás no humano) competitivo, individualista y que sólo mira por él? ¿Acaso nunca hemos conocido a nadie cuyas acciones siempre están únicamente motivadas por intereses propios? Claro que sí.
Para mí, tratar de dilucidar, temporada tras temporada, cuál de los hermanos Pfefferman me resulta más odioso se ha convertido en un divertimento en sí mismo, y sé que para muchos otros espectadores también. Recapitulemos los rasgos de personalidad y las acciones de cada uno de los tres para tratar de arrojar algo de luz a tan difícil empresa.
Ali (Gaby Hoffmann)
La pequeña de los Pfefferman es muy inteligente y reflexiva, quizás la más empática con la transición de Maura, pero no quita que tenga un ego como un castillo o que muchas veces se mueva por sus propios intereses o ambiciones a la hora de relacionarse con los demás. Egocéntrica y con una relación bastante raruna con su hermano (incluso él se lo hecha en cara al final de la temporada), recuerda a veces a la protagonista de Girls (donde también aparece, por cierto) en que su deseo de vivir experiencias y encontrarse a sí misma a veces implica tratar mal o menospreciar a los que tienen al lado.
En general, todos en la familia Pfefferman son extremadamente pijos, clasistas y egocéntricos (es muy divertida la escena en la que Maura es llevada a un hospital público cuando se desmaya en un mercado mientras busca a una joven trans y pide que la lleven a su caro hospital de referencia). Además, todavía no queda claro que su profesión del judaísmo responda a una verdadera fe o sentimiento religioso o más bien a una cuestión puramente cultural o de estatus.
Sarah (Amy Landecker)
La mayor de este trío de hermanos es la que en esta tercera temporada más se ha esforzado por sacar lustre a su espiritualidad, llegando incluso a desquiciar a la rabina Raquel (Kathryn Hahn). Nadie que vea la serie tendrá duda de que esta mujer está como una chota (para deleite nuestro). Va dando tumbos emocionales, sin sacar nada en claro de sus vivencias o descalabros. Incluso su responsabilidad parental deja mucho que desear. Sin oficio ni beneficio, aún no sabemos bien de qué o quién vive: si del marido al que marea todo el rato (igual que a su expareja lesbiana) y con el que tiene un peculiar arreglo o de sus padres.
No parece que sea la transición de Maura lo que haya perturbado más o desequilibrado a sus hijos (son los que mejor parecen llevar esta cuestión de toda la familia), sino que ya venían así de serie. Sus vivencias anteriores, rasgos personales y especialmente el pertenecer a una pija y esnob familia judía de clase alta parece ser la más plausible respuesta.
Josh (Jay Duplass)
El hermano pequeño también es para echarle de comer aparte. Al principio de la serie parecía que su piterpanismo e insatisfacción venían motivados por una crisis de edad (la proximidad de los cuarenta); luego descubrimos su aventura adolescente con la nanny, quien le ocultó haber tenido un hijo suyo. Obviamente, estas cuestiones afectivas y sus desengaños en el amor y la música parecen haber sacudido su mundo enormemente, pero todo eso no justifica que trate a las mujeres de forma denigrante, que sea un egoísta o se escude en sus vacíos emocionales para agredir a otros.
Pese a su edad, es un ingrato niñato que se mueve por sus propios intereses e impulsos, aunque intente hacer las cosas bien. En esta temporada, tras la noticia de la muerte de la madre de su hijo, decide irse a vivir junto al adolescente al que decepcionó y dejó ir, sin preguntarle siquiera qué le parecía la idea. Y después de vapulear a la rabina Raquel en la anterior temporada (con quien estuvo a punto de tener un bebé), en estos últimos capítulos se encapricha de la joven amiga trans de Maura, Shea, con la sola intención de usarla cual kleenex. De hecho la chica, que tiene las cosas muy claras y ha sufrido lo suyo, le pone en su sitio bien pronto y le espeta verdades como puños. Lo que no sabemos es si esto hará mella en Josh y lo hará recapacitar, o continuará autocompadeciéndose y cometiendo los mismos errores.
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No parece que los hijos de Maura vayan a cambiar de la noche a la mañana, pero seguro que sus acciones nos reportan más brillantes escenas cómicas como las vistas hasta ahora. Lo que sí es cierto es que, aunque sus personajes nos den repelús, esta exquisita comedia ha hecho visible a todo un colectivo, ha suscitado interesantes debates o reflexiones en materia social y de género y combina diálogos geniales con una belleza plástica que conmueve enormemente en cada capítulo.
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