Se ha convertido en una tradición casi anual escribir en este blog una entrada recordando lo infravalorada que está The Middle. Es inevitable, porque no solo es siempre muy divertida, sino que esta sitcom (que la mayoría de espectadores pasan por alto) aporta mucho más de lo que parece al panorama televisivo actual. En el episodio de la semana pasada coincidieron, no por casualidad, dos de las tramas más ambiciosas de la serie hasta la fecha y, por enésima vez, The Middle nos ha hecho llorar.
Los Heck son un tipo de familia poco común en la televisión. Sí, son una familia tradicional y blanquísima (no como las que protagonizan las otras comedias de ABC), pero su vida no es fácil, porque llegar a fin de mes es una agonía semanal. Los padres, Frankie y Mike, se pluriemplean para intentar mejorar un poco su nivel de vida, pero la mayor parte de veces su esfuerzo cae en saco roto. Sus hijos no estudian en Yale o Harvard, y (sobre todo en el caso de Sue) no precisamente por falta de esfuerzo, sino porque no pueden permitírselo. Y, con perdón de Shameless, no hay otro clan en la pequeña pantalla que viva peor (a nivel económico) que ellos. La pobreza es una realidad que el Hollywood del 1% a menudo ignora, pero por suerte hay alguna que otra excepción.
The Middle no solo retrata los apuros económicos de la clase media-baja (muy baja), sino que se lo toma muy en serio. Porque no tener dinero ha condicionado la vida de los Heck desde el minuto uno, y el más perjudicado es, probablemente, su hijo menor, Brick. Para sus padres, Brick es simplemente “peculiar” porque prefieren autoengañarse a admitir que no ganan lo suficiente como para hacer que su vida sea más fácil. La realidad es que sufre algún tipo de autismo no diagnosticado y ha tenido que acostumbrarse a vivir con ello porque los psicólogos y los colegios especializados, sencillamente, no eran una opción.
En la octava temporada de la serie (¡cómo es posible que haya pasado tanto tiempo!), Brick ha empezado el instituto. Si ya es duro hacer amigos cuando tienes por costumbre susurrar para tus adentros y obsesionarte hasta el extremo con cosas que le dan igual al común de los mortales (como los tipos de letra, una de sus grandes aficiones), lo es más todavía cuando eres un adolescente. En el último episodio, Brick decidió inconscientemente contestar a todo lo que se le preguntaba con un “¡Te va a encantar nuestra pizza!”, y comprendimos que su paso por el instituto no va a ser nada fácil.
Este nuevo tic del menor de los Heck tiene un motivo: la pelea entre su hermano Axl y el resto de su familia. Cuando April entró en escena esta temporada, pensábamos que el hecho de que fuese rematadamente tonta no iba a ser más que un gag recurrente, pero resulta que no: Frankie acaba soltándole a Axl a la cara lo que piensa de su nueva novia y, por primera vez en ocho temporadas, uno de los Heck está tan enfadado como para no dirigirle la palabra los demás; un conflicto especialmente doloroso porque estamos hablando de una familia muy auténtica que, a veces, nos recuerda inevitablemente a la nuestra.
Porque en The Middle no todo es una excusa para hacer comedia. Los planteamientos tienen consecuencias: que April saque de quicio a la familia de su novio dio grandes momentos al principio, pero una situación así ha acabado generando en los personajes las mismas tensiones que provocaría en la vida real. Por otro lado, podemos reírnos con las excentricidades de Brick, pero vivir con ello tiene un lado negativo que la serie no ignora. Y hasta a Brad, un personaje al que vemos muy de vez en cuando y suele servir de alivio cómico, se le ha caído la venda de los ojos al mudarse a Nueva York: destacar en el grupo de teatro de tu instituto no significa que vayas a llegar lejos como actor.
Menos mal que estamos hablando de una serie blanca y para toda la familia. Como tal, The Middle intenta cerrar sus episodios con una nota positiva. En este caso, Frankie, Mike y Brick juegan al béisbol en el jardín con "los limones que les ha dado la vida", recordándonos que, por muchos contratiempos que tengan que afrontar, de todo se sale. Alx se reconciliará con su familia y Brick acabará adaptándose al instituto antes de que nos demos cuenta, pero... ¿se atreven otras sitcoms a plantear si quiera estos conflictos? The Middle, sin grandes pretensiones (y sin perder nunca su sentido del humor), siempre está contándonos historias muy humanas y que nos tocan de cerca.
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