El 25 de noviembre llegó a nuestras vidas, y con él nuestras Gilmore Girls. Sí, sabemos que ya hace más de una semana, pero a nosotros todavía nos dura la resaca emocional de lo que vivimos ese día. Porque sí, los episodios no nos duraron más de un día. Todos los elementos de este revival transportaron hasta a los menos nostálgicos a un lugar mágico donde nada había cambiado. El ambiente, la luz, la música, los diálogos, los personajes, las excentricidades y hasta los saleros de la cafetería de Luke nos hicieron sentir como si el último capítulo de la serie se hubiera sido emitido ayer y no hubiéramos abandonado nunca Stars Hollow. Los sentimientos que nos quedaron después de uno de los eventos seriéfilos más importantes del año fueron contradictorios y agridulces, pero vamos a intentar ponerle nombre a los más importantes.
Fue una alegría reunirnos con tantos personajes queridos y ver que los años les han sentado fenomenal. Kirk sigue con sus locuras (nos seguimos riendo del Ooober), Michel con su sentido del humor, Babette sigue comunicándose con gritos y Taylor sigue siendo el mismo cascarrabias al que tanto cariño le tenemos. Pero no todo podía ser bonito, y es que echamos en falta minutos de pantalla para personajes como Lane, Mrs. Kim, Jackson y sobre todo Sookie. Que apareciera en el tráiler de la serie para que luego solo hiciera un apaño rápido en el último episodio es algo que duele muchísimo, señores de Netflix. Esperamos que las ilusiones rotas de millones de fans de todo el mundo pesen como losas sobre sus conciencias. También está Paris, porque aunque a ella sí que la vimos bastante, nunca tendremos suficiente Paris Geller.
La tristeza vino de la mano de Emily, que nos mostró la vulnerabilidad que había tenido escondida durante siete años. Después de perder a su querido Richard se enfrentaba al mayor reto de su vida, recomponerse pedazo a pedazo. Kelly Bishop estuvo absolutamente maravillosa en todas sus facetas, nos transmitió la desolación cuando enviudó, el desconcierto de emprender una nueva vida a ciegas y la satisfacción de encontrarse a sí misma después de estar largo tiempo perdida. A pesar del duro golpe, creo que podemos decir sin miedo a equivocarnos que es la Gilmore con más coraje de todas. Las referencias a Edward Herrmann en los cuatro episodios se merecen una mención especial, y es que el respeto, la ternura y la admiración se hacían patentes cada vez que alguien nombraba a su personaje, ha sido una despedida perfecta en todos los sentidos.
Lorelai nos trajo el desconcierto, porque no entendemos muchos de sus comportamientos durante estos cuatro episodios. Aunque tiene una relación satisfactoria con Luke y su negocio va bien, no puede evitar sentir que falta algo en su vida. Intenta ponerle remedio a ese vacío proponiéndole a Luke tener un hijo y emprendiendo un viaje transformador, pero ninguna de esas ideas la termina de llenar. Finalmente decide que lo que le falta para completar su vida es la boda que nunca tuvo, pero conociendo a Lorelai como la conocemos, la boda parece solo un parche para algo más grande. Es una lástima que nos vayamos a quedar sin conocer si después de la boda esa inquietud la abandonó para siempre o se quedó para atormentarla.
El enfado llegó con Rory y el amargo final de la serie. Nada alrededor de Rory termina de encajar, ha perdido el rumbo y no sabe cómo volver a encontrarlo. No sabemos por qué motivo estos años han tratado tan mal a una prometedora graduada en Yale, llegando al punto de aceptar trabajos en los que no creía solo para llenar su currículum; tampoco sabemos a santo de qué venía tanto viaje a Londres si estaba en paro, y mucho menos de dónde sacaba el dinero para tantos billetes de avión. No entendemos en qué momento Rory se convirtió en esa persona tan egoísta que incluso se olvidaba todo el rato de que tenía novio, además de ser capaz de engañarlo con otro después de todo lo que ocurrió con Dean.
La incredulidad vino con las cuatro últimas palabras y todo lo que conllevan. Creemos que Amy Sherman-Palladino quiso cerrar con el embarazo de Rory el círculo que abrió hace dieciséis años, pero las formas no nos dejan ver nada bonito en esa situación. En vez de traernos un final nuevo, la historia se va a repetir de la misma forma: una madre soltera, un padre ausente y un amigo fiel esperando su momento, y no se nos ocurre nada más injusto para nuestros personajes. Rory no debía quedarse atrapada en Stars Hollow para criar a su hijo, y menos ocultando el embarazo al padre. Logan es un adulto responsable sin ninguna similitud con Christopher que siempre ha estado enamorado de Rory, y sabemos que al conocer la noticia de que iba a tener un hijo lo hubiera dejado todo en Londres para estar ahí con ella; sus escenas juntos son una sucesión de miradas de Logan que prácticamente gritaban “dame una razón para romper con ella y quedarme contigo”. Y por último, pintar a Jess como el eterno enamorado cuando han pasado más de diez años desde que Rory y él rompieran es despreciar toda la evolución de su personaje durante todo ese tiempo.
Hemos reído, hemos llorado
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