Alex y Meredith siguen repartiéndose el peso de la serie con sus respectivas tramas, dejando al resto del reparto en un más que discreto y deslucido segundo plano. Entre los destierros y los sinsentidos amorosos y profesionales, los mypersons —mypeople para los finos— intentan aderezar un episodio muy falto de emociones fuertes y muy amplio en medicina. Ya tenemos convalidado hasta 3º de carrera, no nos hace falta más. ¡Dejad de educarnos!
Con Alex nos sumimos en el deprimido mundo de la Clínica Denny Duquette, que está tan muerta como el susodicho. No sólo Alex ha sido relegado a unas menos glamurosas técnicas sanitarias, sino que ha perdido hasta los derechos de perforar un miserable absceso purulento. Alexander Karev, cirujano estrella, con menos rango que un enfermero. No somos clasistas, pero nos compadecemos de su drama y hemos sufrido hasta viéndole coger el autobús. Porque perder el acceso a quirófano va ligado a la titularidad de tu propio coche. Shonda, ahí te has pasado, tía.
La viuda de España USA sigue con sus memeces de gataflora, ahora sintiendo sus instintos médicos menoscabados por el hecho de tener un pretendiente. Nena, hace diez años rajaste un corazón en pleno trasplante con una uña porque no te haces la manicura, ¿y te vas a poner ahora tiquismiquis porque el pánfilo del nuevo te baila el agua? Eres agotadora, chiqui.
Ahora bien, el momento de las célebres nuevas escaleras que Shonda se ha propuesto amortizar en el que Meredith y Riggs tratan a Maggie, una mujer hecha, derecha, licenciada y doctorada, como una soberana gilipollas que se chupa el dedo, es insultante hasta decir basta. Maggie, diva Cylon, es adorable y lo sabemos todos, pero sigue sin haber ningún tipo de necesidad de convertirla en la nueva Bambi —un besi, George O’Malley— antes de pegarle el machetazo.
La otra hermana de Las Supremas de Seattle, la tránsfuga, se pega otro episodio rondando su romance con Owen Hunt. Sí, se han casado y se han comprado un chalecito súper cuco, pero todavía están conociéndose. ¡Cómo es el amor en Hollywood! La neura de la neuróloga: “cari, no sé por qué te metiste a militar petardo ni cuántas mujeres has estrangulado en sueños”. Una crisis que hemos tenido todos los aquí presentes con nuestras parejas recién casados.
Y ahora, ellos: esas relaciones incipientes de doctores modelos que tanto nos gustan. Andrew DeLuca está solo, muy solo. Apuestísimo y radiante como el primer día, pero nadie le hace ni caso. Excepto ella. Chica conoce a chico en mitad del turno, ninguno puede hablar de los juicios existentes de los que ambos son protagonistas, las chispitas saltan porque casualmente él tiene dos bocatas y ella no le hace ascos a nada. Se aceptan apuestas de cuánto tardan Jo y New McDreamy en volver a acabar en una cama juntos. Deliberada y sensualmente. Caliente.
Para rematar, hacemos un llamamiento en busca del interés por la trama lactante de Jackson, April y ese vástago de horrible nombre que han concebido entre tanto dolor y lío de escrituras. Si alguien lo encuentra, por favor, nos lo hagan llegar y ya lo repartiremos como buenamente podamos. Porque va a hacernos mucha falta.
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