Que levante la mano quien esperara otra cosa de este episodio. Vale, seguro que muchos estaréis pensando: "yo ya de Arrow no espero nada", y motivos no os faltan, no os culpo. Admito que yo hace ya tiempo que sólo veo Arrow por mantener la continuidad con todas las demás series de DCTV, pero eso no quita que una sienta y padezca, y esta semana he vuelto a padecer, aunque no haya sido (ni mucho menos) uno de los episodios más aburridos que nos haya dado la serie. Pero cuando esa empieza a ser la vara con la que mides tus expectativas, mal asunto.
El cliffhanger de la semana pasada nos sugería un Prison Break en toda regla. En cambio, hemos tenido un rescate de Diggle en absoluto emocionante y demasiado fácil. Hasta el último momento, esperaba que la parte difícil de la misión la aportara el propio John con una negativa rotunda a abandonar su penitencia, pero al parecer cuatro palabras mal dichas por parte de Oliver son una oferta difícil de rechazar.
El peso de la trama ha caído, sin embargo, en el novato Equipo Arrow una vez más, que se ve obligado a operar sin su líder e incluso sin Ragman gran parte del capítulo. Rory "Ragman", incapaz de mirar a Felicity a la cara sin ver todas aquellas vidas inocentes que se llevó su misil en Havenrock, decide dejar el equipo y el legado de su padre y abuelo a un lado, quienes (por lo visto) también vistieron los misteriosos ropajes que le dan ese aspecto zarrapastroso tan característico. Felicity, otra con un don de palabras pasmoso, lo convence de volver y todo queda en un susto. No habría sido el fin del mundo perder a Rory, pero sí sus inquietantes poderes.
Quentin Lance se incorpora por fin a su nuevo trabajo en la alcadía de Star City, trabajando codo con codo con el misterioso nuevo fiscal, Adrian Chase, de quien por ahora sólo sabemos que Oliver le robó la ex-novia, y sospechamos que en algún momento se convertirá en otro vigilante (guiño, guiño), lo cual queda bastante lejos del fundadísimo recelo que les profesa en este episodio, aunque le salven la vida tras el ataque de Tobias Church, a.k.a. el mafioso de turno. Adrian, queremos saber más de ti.
La ración de flashbacks de esta semana ha vuelto a desvincularse totalmente del leitmotiv del episodio, aunque sí ha servido para mostrarnos de dónde le venía a Oliver ese rol de verdugo que nos mostraba en la primera temporada. Si hay que matar, se mata, y más si lo dice Bratva. Anatoli es, por cierto, una de las figuras más carismáticas del pasado de Oliver, y espero que volvamos a verlo en el presente de Star City en algún momento.
Curiosamente, este episodio ha demostrado que el nuevo Equipo Arrow se coordina y hace piña mucho mejor sin Oliver, y el abandono de Wild Dog a manos de Church nos da por fin algo que esperar para la semana que viene. Stephen Amell se frota las manos porque puede volver a sacar brillo a su monoregistro estrella de "Oliver gruñón". Thea, por su parte, sigue en modo "estoy pero no estoy", y Lyla demuestra una vez más que, si ella fuera la líder del equipo, a la serie se le quitaban todas las tonterías. ¿Para cuándo una de Argus?
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