Netflix estrenó la segunda temporada de su serie Narcos, que siguió la evolución del cartel de Medellín y de su líder Pablo Escobar. Esta entrega se centró en la cacería del capo del narcotráfico luego de que escapara de la cárcel La Catedral. Este fue justamente el cliffhanger con el que terminó la primera parte de la serie y se convirtió en el hilo narrativo de la actual presentación, teniendo como desafío construir un entramado en torno a esta situación para sostener diez episodios. El objetivo fue logrado con éxito.
Esta temporada estuvo construida con más acción, jugando a impactar y sin abusar del relato histórico que vimos durante la primera entrega. Narcos logró desarrollar mejor el mundo interno de los agentes de la DEA, dejando de lado su mera función de personajes de apoyo que ayudaban a describir a Escobar. En esta oportunidad, ellos sirvieron como catapulta para lograr cumplir la premisa de la historia, anticipando la continuidad de la saga con una tercera temporada que tendría como escenario la ciudad de Santiago de Cali y su cartel.
No puedo dejar de mencionar el desempeño actoral de Wagner Moura por su maestría a la hora de interpretar a Escobar. Su trabajo logró dejar atrás esas críticas que hacían alusión a su mal acento colombiano debido a su procedencia brasileña, centrando su actuación no en grandes discursos sino más bien en la comunicación no verbal que logró para transmitir esa dicotomía entre la vida familiar de Pablo Escobar y su conducta como despiadado asesino.
La cinematografía de la serie nos ofreció nuevos planos y una fotografía que caracterizó toda la temporada. He echado en falta que no se mostrara lo bellas que son Medellín y Bogotá, ciudades que no sólo están dominadas por su pobreza. Narcos perdió la oportunidad de aprovechar al máximo sus localizaciones.
Luego de conversar con un par de amigos colombianos puedo comentaros que su opinión respecto a la producción de Narcos (y que en ningún caso puede ser una visión generalizada) es que la serie está marcada por una versión estadounidense, negativa y comercial de los hechos. Además, se vale de simplificaciones para hacer rodar una historia con varias impresiones históricas. El sentir de ellos es que Narcos presenta un relato redundante y demasiado trabajado en el pasado, pese a que se adueña de un punto de vista alternativo a los hechos.
Hasta el día de hoy, Colombia ha debido lidiar con la estigmatización producida por el narcotráfico, los sicarios, secuestros, prostitución, mulas, sobornos y la guerrilla tal y como son representados en Narcos y la serie falla al no mostrar la otra cara de la moneda. Así, la serie (como otras que incluso son producciones colombianas), podría perjudicar al colombiano que suele ser discriminado y detenido en las fronteras de otros países para ser inspeccionado de forma abusiva. En mi opinión esta serie es un buen producto de entretenimiento, pero hay que recordar que Narcos no es Colombia, Narcos es la guerra contra el narcotráfico y la lucha por derrocar a Pablo Escobar.
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